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Felipe Vega de la Cuadra: “Su imagen es como un fantasma en la familia”

Felipe Vega de la Cuadra, nuevo Cónsul en Barcelona, ex Viceministro de Defensa, escritor, músico, nieto de José de la Cuadra.
Felipe Vega de la Cuadra, nuevo Cónsul en Barcelona, ex Viceministro de Defensa, escritor, músico, nieto de José de la Cuadra.
Foto: John Guevara / et
20 de mayo de 2018 - 00:00 - Carla Maldonado

La decoración de su departamento en Quito lo delata ecléctico. Tiene pinturas, óleos, acuarelas de Guayasamín, Varea, Viteri y Cueva, que casi no dejan espacio libre en las paredes. También artesanías locales, guitarras y un quinto venezolano. Es psicólogo, comunicador, ingeniero civil, tiene varios masterados y dejó su Ph.D a medias. Felipe Vega de la Cuadra, nieto del escritor guayaquileño José de la Cuadra, habló con EL TELÉGRAFO sobre la influencia de él en su vida.

¿Cómo influyó su  famoso abuelo en su vida?

Como un mito, él murió en 1941, cuando tenía 37 años, mi madre quedó de 10 años. Pero esa imagen siempre está presente, como un fantasma en la familia. Es un peso cultural, una presencia,  a veces angustiante. Dejó una obra muy importante, la conocí desde pequeño y puso una especie de toneladas en mis hombros. Siempre estuve queriendo emularlo y ser como él.  Tuve miedo de acercarme a la imagen gigantesca del abuelo.

¿Qué decían su abuela y su madre sobre José de la Cuadra?

Mi abuela contaba cosas muy bonitas de él. Ella fue la menor de 24 hermanos. No alcanzó a terminar la escuela y mi abuelo le enseñó a escribir. Él le dictaba sus cuentos y ella escribía a mano, con una letra muy patojita. Ella lo apoyó en todo su ejercicio profesional.

Mi madre, en cambio, guardaba una visión muy idealizada de él, tenía la memoria de un hombre muy elegante e impecable que la trataba como princesita. Con él vivió en Buenos Aires y en Santiago de Chile. Pero un miércoles de ceniza, simplemente, cayó al piso, con un derrame cerebral. Después, la vida de mi abuela y de sus tres hijos cambió radicalmente. Mi mamá tenía una imagen nostálgica y triste, con cierta recriminación porque mi abuelo la dejó de muy niña.

¿Cuando usted leía sus cuentos, cómo lo imaginaba?

Viejo y sabio. Pero un día miré la única foto de él y ¡me di cuenta de que era un muchacho menor a mi hijo! Ahí empezó un conocimiento diferente de José de la Cuadra. Y escribí un texto que fue publicado en Letras del Ecuador: José de la Cuadra, el abuelo que conocí después.

¿Usted heredó algo de él?

Los amigos me dijeron que era un gran conversador. También le gustaban los tangos y era buen “tompón”. Su amigo, Pedro Jorge Vera, me contó que Joaquín Gallegos Lara era muy pobre, no tenía con qué escribir y mi abuelo le regaló una máquina de escribir. Pero se pelearon, por la división del Partido Comunista y José de la Cuadra envió a una persona para que le quite la máquina. Con eso, el dibujo mítico de mi abuelo se asentó y se volvió más real. Bajó del altar y del pedestal en los cuales lo tenía y se convirtió en alguien más real y cotidiano.

¿El legado de su abuelo hizo que usted sea escritor?

Yo era un escritor escondido. Para mí era imposible pensar que me puedan publicar. La hija de Benjamín Carrión, “Pepé”, publicó su primer libro a los 70 años. Ella me dijo que le costó superar la vergüenza de sentirse escritora. Le contesté que me pasaba lo mismo con mi abuelo. Ella me animó a lanzarme. Abdón Ubida me impulsó y me dijo que seré el mejor escritor post morten del Ecuador. Él y mi esposa, Soledad Cueva, me han insistido tanto que el próximo miércoles lanzo un libro: El alma animal.

¿Cuántos libros ha escrito?

Muchos, una novela histórica, colecciones de cuentos, ensayos poderosos. Y otros libros que perdí, botaba o quemaba.

¿Por qué?

Por una especie de pudor y de no estar a la altura de un hombre como José de la Cuadra.

¿Su abuelo creó el realismo mágico?

Sí. Creo que alguna vez Gabriel García Márquez lo reconoció. No como el padre de Cien años de Soledad, sino como el primero que planteó la realidad mágica de los montuvios. La historia del coronel Aureliano Buendía o los encuentros con el diablo en Los Sangurimas. Eso se repite en todo el agro de la costa ecuatoriana y de la colombiana. Hay sincronicidad en contar una misma realidad. Es el  descubrimiento de cuestiones insólitas que una persona vive, pero que no se da cuenta de ello. Mi abuelo escribió entre los años 30 y 40, Márquez en la década de los 70.

¿Su abuelo era un escritor adelantado para su época?

Para mí, el adelantado era Pablo Palacio, con Débora y Un hombre muerto a puntapiés. Mi abuelo más bien describe la realidad de su tiempo y de un sector que no se había mirado, el de los montuvios. A esos protagonistas de la revolución liberal no se los había visto. Tampoco al campesino costeño que llega a la ciudad. Y José de la Cuadra tiene dos cuentos preciosos sobre ello: El fin de la Teresita y La vuelta a la locura. Ambas me inspiraron mucho para hacer mi novela.

¿José de la Cuadra era amigo de Pablo Neruda?

Conoció a Pablo Neruda. Mi abuela contaba una anécdota muy simpática sobre él. José de la Cuadra fue nombrado cónsul en Valparaíso y la familia llegó hasta allí para reunirse con él. Pero mi abuelo no fue a recibirlos, sino un chofer. Él asomó a la semana, había estado bebiendo con el Nobel de Literatura chilena. Esto muestra la manera de ser de un intelectual en esa época.

Si analiza la obra de su abuelo con la literatura actual ¿qué dice?

Los temas son diferentes, pero hay buena literatura. Su mayor influencia en los escritores contemporáneos debe ser: una literatura contundente, perfectamente contada. (I)

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