Pedro Saad Vargas, actor y maestro de teatro
Para Pedro Saad, el epicentro del teatro se trasladó a Guayaquil
Durante uno de los talleres de actuación que imparte en la segunda planta del restaurante Dulce Albahaca, en el barrio La Mariscal, Pedro Saad hace una pausa para reflexionar sobre el teatro ecuatoriano y su público.
Los espectadores del arte escénico, dice, son menos ahora que hace unas décadas. “Las primeras producciones teatrales no sufrían de escasez de público; en la actualidad son menos las personas que van a los escenarios nacionales, con excepción de Guayaquil, adonde se trasladó el epicentro del teatro ecuatoriano. Es la plaza más interesante para actuar”.
¿Por qué la gente ha dejado de ir al teatro en la capital?
El público necesita identificarse emocionalmente con algo, tener una buena experiencia para regresar a tratar de revivirla. Si no tengo ese reflejo emocional interno, puedo ir una segunda vez, pero tampoco lo vuelvo a tener durante dos o tres veces; es muy difícil que insista. No quiero decir que las producciones sean malas, al contrario, hay buenos textos, técnicamente la escena ecuatoriana está cada vez mejor, hay más talento pero otro factor en contra es el de la temática. No estamos llegando a la gente.
Hay autores que se conforman con un nicho de espectadores...
No es cierto aquello de que si hay una persona a la que conmueves ya está justificada la obra. Tienes que generar una sensación colectiva, nuestro arte es colectivo y el público también lo es.
¿Qué pasa con la difusión de la cartelera escénica?
La promoción es otro factor que incide en la asistencia a las salas teatrales. Antes era mucho más fácil promocionar una obra, era así porque había menos oferta. Todo el mundo te entrevistaba, sacaban reportajes de esto porque les parecía excepcional. Pero hoy, solo en Quito, debe haber unos 50 montajes listos, represados por no tener salas, que son muy pequeñas o insuficientes. Ya no se puede difundir una obra como antes y todo el mundo cree que la solución a esto son las redes sociales, pero no, ¡despierten, estas no funcionan más que para que la gente se entere! Nadie toma la decisión de ir al teatro porque lo vio en Facebook.
¿Dónde buscan qué hacer?
Insisto en la importancia de la prensa, que sigue vigente. Las personas, de todas maneras, revisan el periódico para ver qué hay. Alguien en la calle jamás va a pararse a ver una red social que lo guíe a un lugar, prefieren diarios digitales, en todo caso.
Y los artistas no tienen recursos para publicidad en internet...
Muchos no los tienen pero quienes sí pueden invertir y lo hacen, tienen los teatros llenos. Por eso en El Teatro del CCI o del Scala Shopping siempre hay público aunque no sea masivo. Invierten en publicidad, pero tampoco vamos a golpearnos el pecho y quejarnos. La alternativa es buscar formas de hacer publicidad. Otro factor a atender para dejar de tener butacas vacías, debería apoyar el Ministerio de Cultura y Patrimonio (MCyP), y no lo ha hecho.
¿Hay un factor en las obras, en los dramaturgos en sí para las ausencias en las salas?
Muchas veces hacemos cosas que son más para nosotros, para la escena, que para el público común y corriente. Estamos tan entregados a nuestra investigación escénica, tan agradados y felices de lo que estamos experimentando que nuestros montajes llegan a ser tan abstractos y surrealistas que hacen sentir poco inteligente al espectador. Siente que no entiende esos espectáculos complejos, que deben existir pero junto con otros que sí le hablen a la gente.
En Guayaquil se ve mucho microteatro, ¿fue determinante este género para que suba la demanda de obras?
El microteatro (actualmente dirige Ají de Labios, la cuarta temporada El Instante, tres textos de Fabián Patinho) resurge al no haber una dramaturgia nacional sólida, que pueda narrar una historia larga. El género es muy bueno y ojalá nos ayude a generar público para otro tipo de escenarios.
Le ha hecho una crítica MCyP, ¿cómo valora las políticas culturales de esta cartera?
Al inicio, todos festejamos que se creara un organismo público dedicado a la cultura, pero ha sido un acto fallido. Desde su nacimiento, este ministerio no ha podido encontrar su derrotero, se ha extraviado, aunque estar en la posición del MCyP significaría enfrentar varios problemas para quien sea.
¿Hay un camino a seguir?
Hay que empezar por preguntarse por la razón de ese Ministerio, el para qué de su existencia. La respuesta debió darse al inicio y no se ha dado en más de una década. Te dicen que debe existir para generar políticas públicas, pero eso lo hacen muchos otros sectores, no es una razón única. ¿El MCyP está para ser un mecenas de las artes? Que haya una posición clara sobre eso porque no han querido decir que no, pero dan migajas, fondos concursables.
¿Debe ser el Ministerio un productor artístico, está para generar un Ballet Nacional, hacer una obra de teatro o no? Supuestamente no pero edita libros, hace cosas. ¿Debe ser un órgano regulador y censor?
Eso se cumple en muchos países del mundo, sobre todo en las dictaduras, aquí se niega esa posibilidad pero sin certezas. (O)