Para un carácter existencial…
De los universos lectores resulta complicado extraer una única preferencia, por ello me ha tomado tiempo decidir de entre una gran variedad de temáticas, contenidos, intereses y formas de escritura, una sola que pueda recomendar. Desde los libros de caballería como el Amadís de Gaula (Garci Rodríguez de Montalvo 1508?), base fundamental para la escritura del Ingenioso Hidalgo Don Quixote de la Macha (Miguel de Cervantes 1605), pasando por aquellos existencialistas y psicológicos como La suerte esta echada (J. P.Sartre 1947) o Gog (Giovanni Papini 1931), hasta aquellos bestsellers como El Perfume (Patrick Süskind 1985) o el Nombre de la Rosa (Umberto Eco 1980), mis gustos literarios son variados, sin embargo, existe una obra que durante muchos años llamó mi atención por su permanencia en la memoria.
Nada (Carmen Laforet 1944) es seguramente una obra que ha pasado desapercibida dentro de la historia de la literatura universal. Su autora, con solo 23 años desarrolló una narrativa magistral que representa en la actualidad una estupenda fotografía de la realidad social posterior a la guerra civil española (1936-1939). En Nada, se marca de inicio a fin la corriente existencialista que se hace evidente a través de su protagonista, Andrea, quien, en primera persona, narra una serie de percepciones, sentimientos y sensaciones que se exteriorizan al lector y le involucran dentro de un escenario de estancamiento económico, político y social que se resulta luego de un dramático proceso de guerra.
Nada es un cuadro expresionista de Barcelona en 1944, en el que nada se espera y por el que nada pasa. Este paisaje depresivo y paralizado por la tristeza corresponde a una radiografía de la memoria que quedará, a lo largo de sus tres capítulos, plasmada en el lector. Los aromas, la penumbra, el calor y la imagen de cada personaje se revelan como fotografías de nuestras memorias de muerte y dolor. Esta relación de predominio existencial, es lo que la hace única y tentadoramente leíble.