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Años rotos de Ecuador se reflejaron en el arte

Años rotos de Ecuador se reflejaron en el arte
Fotos: Carina Acosta / EL TELÉGRAFO
29 de enero de 2019 - 00:00 - Redacción Cultura

El día en que murió Luz Elena Arismendi, madre de los desaparecidos hermanos Restrepo -durante el gobierno del presidente socialcristiano León Febres Cordero (1984-1988)-, una marcha salía desde la laguna de Yambo, ubicada a 95 kilómetros al sur de Quito,  hacia la Corte Suprema de Justicia  para manifestarse contra la impunidad y el silencio.

Luz Elena –madre feroz, mujer luminosa– nunca paró de luchar por sus hijos, por los hijos de todas, hasta ahora. Su muerte solo avivó  la indignación social frente a ese crimen de Estado y su memoria no ha dejado de encenderse cada vez que se habla de desaparecidos.

Una de las artistas y educadoras ecuatorianas que no quedó indiferente ante ese suceso fue Pilar Flores, cuyo trabajo se caracteriza por la pulcritud, la liviandad y la meditación de los colores y las formas que emplea.

Cuando Luz Elena murió, Pilar le hizo en 1994 -en colaboración con artistas y activistas- un homenaje mediante dibujos en stencil (estarcido) regados en varios sitios públicos de Quito, que recreaban su  figura cargando un cartel que decía: “Por nuestros niños hasta la vida”.

Cajero automático, de 1996, es un cuadro en gran formato de Luigi Stornaiolo. Su obra plástica parecería que intuye la crisis bancaria de 1999.

De ese trabajo íntimo que identificaba a Pilar, la artista empleó una técnica más de calle, combativa.

Esa fue su forma de reaccionar ante el panorama político de la época, uno en el que la corrupción, la impunidad y la desigualdad se fueron acumulando y derivaron en la crisis económica de 1999.

Su obra forma parte de la muestra colectiva Amarillo, azul y roto. Años 90: arte y crisis en Ecuador, que se exhibe en el Centro de Arte Contemporáneo de Quito.

Esta fue curada por Pamela Cevallos y Manuel Kingman, cuyo trabajo surge del proyecto de investigación Modernidad y Contemporaneidad: arte ecuatoriano en la década de 1990, comisionado por la Universidad Católica del Ecuador. Este proyecto contó con la cocuraduría de Edu Carrera. 

El artista cuencano Juan Pablo Ordóñez presenta 121 Honorables y Otras Atrocidades, hecha en 1999. La obra cuestiona la corrupción. 

“La crisis de los años 90 empieza una década antes, cuando hay un intento por parte de los gobiernos de imponer recetas neoliberales, pero también hay una imposibilidad de aplicarlas porque hay resistencia social”, cuenta Manuel Kingman.

Esta exposición reúne a 19 artistas y colectivos que, mediante su trabajo, dieron cuenta de esa crisis social, política y económica. 

En esa época se da, a su vez, un momento de quiebre entre prácticas artísticas más modernas, más relacionadas con la autonomía del arte.

“Nos interesaba ver cómo los artistas respondieron ante lo social, esa es la línea temática de la muestra. Ellos están en la transición hacia lo contemporáneo, hacia la expansión de las posibilidades artísticas, hacia nuevos lenguajes, en los que hay más trabajo en el espacio público, más presencia de las fotografías, y surgen los colectivos”, añade Manuel.

Artistas como Pablo Barriga o los miembros de la Artefactoría generan este tipo de diáolgos comunes.

Recorrido por la muestra
Amarillo, azul y roto ocupa dos pabellones del CAC y uno de sus corredores en los que está la instalación “Enfermedad cultural”, de Amaru Cholango, que opera como una reactivación de una propuesta que hizo en marzo de 1998, cuando cuestionaba las políticas “terminales” de la Casa de la Cultura Ecuatoriana (CCE).

El primer pabellón aborda temas vinculados a la crisis política, la corrupción, las manifestaciones sociales y genera una crítica a la noción limitada de lo nacional, mediante las obras de Pablo Barriga o del colectivo Artes No Decorativas S.A., conformado por Manuela Ribadeneira y Nelson García.

De Barriga se presentan dos cuadros que el artista realizó en 1992, de la serie Mapas, arquitecturas e inquisiciones, que cuestionan la conmemoración de los 500 años de la conquista española, que ha sido proyectada como un hecho festivo.

En este pabellón, además, están los trabajos de Saidel Brito, Marcelo Aguirre o Juan Pablo Ordóñez, artista cuencano que presenta la serie 121 Honorables y Otras Atrocidades, que son estampas en xilografía que recrean las figuras de los congresistas involucrados en la compra y venta de conciencias.

También se proyecta un documental de Alberto Muenala sobre el levantamiento indígena de 1990.

El segundo pabellón trata sobre la crisis económica y contiene obras que se despliegan desde la ironía.

Ana Fernández (Miranda Texidor) exhibe la ruleta A Todo Dar (1998) y la serie de retratos Primeras Damas (2000), en las que representa a las esposas de los presidentes del Ecuador desde el regreso a la democracia en 1979, cuestionando ese rol de la mujer de “pertenecer a alguien”.

El cuencano Patricio Palomeque expone Tapete (2000), en el que reflexiona sobre el dinero convertido un elemento decorativo que ha perdido su valor de uso, mientras que Luigi Stornaiolo presenta Cajero automático (1996), un premonitorio cuadro la crisis económica de 1999. (I)

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