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El trompetista conmemoró 6 décadas de trayectoria, el jueves último

Palacios, zurdo formador de artistas especiales

El maestro junto al cantor Tito Jara, un día después de su presentación en el Teatro Nacional de la CCE. Foto: Daniel Molineros / El Telégrafo
El maestro junto al cantor Tito Jara, un día después de su presentación en el Teatro Nacional de la CCE. Foto: Daniel Molineros / El Telégrafo
07 de junio de 2015 - 00:00 - Luis Fonseca Leon

A un día del concierto que conmemoró 6 décadas de su trayectoria, al trompetista Édgar Palacios el trajín no se le nota. La ilusión de haber puesto sobre las tablas del Teatro Nacional a 3 orquestas —dice— se tornó aún más grata cuando contempló la destreza de sus alumnos, una de ellas, la cantante Damaris Gallegos, quien es no vidente y ha paseado su arte por España e Italia.

Palacios, el maestro multiinstrumentista, tiene la particularidad que hace que los músicos entonen la guitarra colocando el mástil a la diestra, de una forma que suele romper la armonía gráfica de los requintos: es zurdo. Esta condición, empero, hizo que su primer instructor no llegara a ser su cómplice en una obra hoy invaluable en el plano artístico, humanista y académico.    

En su infancia, cuando 8 años de edad no le bastaban para entender todo lo que distingue a unos humanos de otros, Edgar Palacios se había trazado un objetivo: aprender a tocar el violonchelo, ese instrumento mediano –más grande que la viola y más pequeño que el contrabajo– que reposa entre las piernas de un intérprete sentado y se activa con un arco.

El infante ingresó al Conservatorio de Loja, ciudad en la que nació, para arrancarle notas a las cuerdas con la precisión de quien atraviesa un blanco con flechas pero, en un primer intento, su objetivo se vio truncado cuando el profesor Jorge Ortega le puso el arco en la mano derecha, la que para él es la menos diestra. “Dijo que estaba al revés”, recuerda Palacios, quien ‘desertó’ al no poder cumplir con el mandato del estricto profesor.

Luego, y pese a que había aprendido a escribir con la derecha, empezó a sacarle notas a una guitarra como lo hacen los zurdos. Desde entonces, recuerda con una risa ecuánime, escribe las letras de sus canciones con la diestra pero las notas musicales las plasma con su mano más hábil, la insumisa izquierda.

La noche en que celebró 6 décadas de exhalar la gracia de un flautista que camina en reversa, el escritor Raúl Pérez Torres, presidente de la Casa de la Cultura, lo presentó recordando que, en Loja, había quienes lo llamaban “el Hijo del Diablo” por poner la parte más difícil de ejecutar de los instrumentos a la siniestra. Cuando el Conservatorio del que desertó Palacios –dirigido por Francisco Salgado Ayala– fue clausurado, él, a la manera de un prodigioso arquero anómalo, ya encantaba a quienes lo escuchaban.

En el arte y en muchas otras actividades, lo sublime suele tener terreno fértil en la diferencia más que en la normalidad. Esteban Jácome es otro de los alumnos del maestro Édgar Palacios en su escuela, el Sistema de Música para niños especiales (Sinamune). El discípulo padeció una parálisis cerebral que incluso afecta a su memoria, tanto como la movilidad de los dedos de su mano derecha. Palacios, el maestro experimentado y moderno a la vez, adaptó el sostenedor para el meñique en una trompeta con el fin de que pulsara hasta tocar notas básicas, como el arquero que dispara sus flechas de una forma inusitada.

“En el Sinamune hemos aprendido a hacer cosas fabulosas”, admite el zurdo maestro sin vanidad ni modestias fingidas: en su ensamble aparecieron niños que tocaban violines o clarinetes. Mientras le concede una entrevista a este diario, el trompetista hace gala de su buen humor junto al cantante Tito Jara, quien también lo acompañó en la velada que tuvo a 2 mil personas entre su público, el cual pudo escuchar a Esteban Jácome tras las panderetas –la tela mágica tensada entre sonajas que marcan el ritmo–.

“Una vez le dije al presidente (Correa): nosotros, los discapacitados, somos invencibles”, cuenta Palacios, sin ambages: Jácome, por ejemplo, le está dando forma a su repertorio con un vals de 4 notas para trompeta y también canta.    

Édgar Palacios creó el Sinamune y lo dirige. “La alegría es parte de su vida”, sostiene Jara, quien comparte, 2 días a la semana, su cátedra musical en la Orquesta Sinfónica Juvenil de El Oro junto al músico que también es asesor de esa agrupación.  

“En la provincia de El oro estamos haciendo realidad un sueño de hace 33 años”, narra el trompetista, quien, hace casi 2 décadas, dijo en una entrevista que “talvez en Piñas haya más musicalidad que en la propia Loja”, una afirmación que le valió el recelo de sus paisanos pero el maestro tenía argumentos de sobra: medio centenar de infantes, luego de 2 meses de sus clases, no desertaron del arte sonoro. (F)

Datos

A Édgar Augusto Palacios Rodríguez (1940) lo llaman maestro por razones más que justas. Es el creador del Sistema de Música para niños especiales (Sinamune), una escuela de terapia musical y sistema de capacitación para jóvenes con problemas cerebrales o físicos. La escuela de este formador de músicos, quien es su director, tiene 30 profesores y funciona en Carcelén.

Sus composiciones se cuentan por centenas en más de 4 decenas de discos en que se destacan los de música clásica grabados por su hija Ada, y la colección de 5 placas ‘Édgar Palacios en Concierto’. El total de sus presentaciones sobrepasa los 2 millares.

El ensamble de la noche del 4 de junio incluyó a la Banda Sinfónica de Pichincha, a la Orquesta Juvenil de Rumiñahui, a un grupo de la Orquesta Sinamune y al Coro Pichincha con 3 directores en escena.

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