La casa de la literatura peruana lo condecoró en 2013 por reivindicar un universo urbano popular
Oswaldo Reynoso, autor de la resistencia
Alberto Fuguet cree que la narrativa de Oswaldo Reynoso (Arequipa 1931-Lima, 2016) está entre la de Mario Vargas Llosa, Manuel Puig, Andrés Caicedo y La ley de la calle -la adaptación cinematográfica que hizo Francis Ford Coppola del libro de Susan E. Hinton-. Por ello, Fuguet no alcanza a comprender por qué la obra de este autor no funciona fuera de Perú.
El poeta Domingo de Ramos considera que el escritor arequipeño le dio voz a la marginalidad, “aporta el lumpen, marginal y proletario, lo que no tiene el lado limeño de Julio Ramón Ribeyro… Oswaldo introduce una voz urbana marginal”, dijo durante el velorio del autor, tras su fallecimiento, en la madrugada del 24 de mayo, a sus 85 años.
Para la crítica argentina Silvina Friera, Reynoso fue un ‘best seller clandestino’. No en vano su compatriota peruano y poeta Martín Adán le advirtió después de leer el manuscrito de los cinco textos que integraban Los inocentes: “Usted va a sufrir... no están preparados aún”.
En 1961, cuando publicó su primer libro de relatos lo llamaron ‘inmoral’. Según relata la escritora Regina Limo, en una nota de despedida al autor de Los inocentes, “nadie se atrevía a decir en voz alta por qué era inmoral. Apenas se mencionaba a los jóvenes rocanroleros que aparecían en sus páginas (por ello, Manuel Scorza, la tituló -en una nueva edición- Lima en rock). No se decía que algunos de estos jóvenes se deseaban entre ellos y confundían la pasión con los golpes, forcejeando entre erecciones”.
A Reynoso le etiquetaban de esa forma en el Perú de los sesenta. “Y de eso no se hablaba, ni siquiera entre los intelectuales limeños, tan bohemios y liberales, que habían conocido, incluso, a Ginsberg. En el pasado, Valdelomar era una anécdota, y Duque de Diez Canseco, un tratado de chismes”, relata Limo.
En 1965, cuando el autor publicó En octubre no hay milagros lo volvieron a llamar inmoral. “No le perdonaron al genial Oswaldo Reynoso que se explicitara la homosexualidad del poderoso Don Manuel, el empresario golpista que conspira contra el gobierno de turno mientras se deleita con su joven mancebo, Tito. Los pacatos y pudorosos de siempre no soportaron el lenguaje agitándose como un animal salvaje hasta esa gran puteada con que concluye la novela: la puta que lo parió”, dice Friera en Página 12.
El autor vio dureza en una parte de la crítica por el lenguaje, porque en su novela ponía las malas palabras completas, sin los puntos suspensivos, como se acostumbraba. Pero consideró que la otra crítica fue de carácter moral. “Decían que yo promovía abiertamente la masturbación y una sexualidad perversa, y que mis obras eran pornográficas”, dijo el escritor peruano sobre su novela.
“Los moralistas pretenden el mejoramiento individual del hombre, quiero que la sociedad entera se salve. Pues bien, yo he deseado una sociedad en la que no existe el amor y en la que la sexualidad es una forma de evasión, una forma de olvido”, dijo el arequipeño tras las críticas de En octubre no hay milagros. A pesar de que su obra se consideró clandestina, reconoció en los obstáculos un medio para convertirse en un “escritor de la resistencia”. (I)