Tres ecuatorianos van este año a la Orquesta de las Américas
Si este año, el violonchelista Jorge Carranza no era seleccionado para ser parte de la Orquesta de las Américas no iba a intentarlo nunca más. Había presentado su audición en video siete veces y nunca antes había sido tomado en cuenta.
Aunque este año las reglas de la audición pedían no cortar el video entre cada tema y el repertorio para chelo había cambiado, asumió el riesgo.
Cuando recibió el correo en el que le decían: “¡Felicitaciones! has sido seleccionado para la gira por más de 12 ciudades en México con la Orquesta de las Américas”, Carranza lloró.
La violinista Alba Layana fue seleccionada de la Orquesta de las Américas en 2017. Este año hizo la audición desde su residencia en la Universidad de Louisiana, donde ganó una beca luego de que un grupo de músicos de dicha institución llegara a hacer audiciones en la Orquesta Sinfónica de Guayaquil, de la que fue la única seleccionada.
María Eugenia Vallejo toca la flauta traversa y ha terminado sus estudios en el Glenn Gould School of the Royal Conservatory of Music. Este año también será parte de esta agrupación.
Desde 2002, la Orquesta de las Américas recibe 5.000 audiciones de músicos de entre 18 y 30 años provenientes de 27 países del hemisferio para empezar una residencia y una gira de conciertos.
Este año la agrupación, que tradicionalmente lanza dos cupos para Ecuador, porque tal vez se considera que no hay tantas postulaciones como en el caso de Venezuela o México, abrió un cupo más.
El grupo, que es dirigido por Carlos Miguel Prieto, hijo del violonchelista mexicano Carlos Prieto, dará vuelta por varias ciudades de México.
Para los tres ecuatorianos que integran la selección, empezar la gira que durará entre julio y agosto es casi un sueño, una oportunidad para crecer musicalmente y conectarse con quienes desde otras raíces tienen la misma búsqueda.
Cuando María Eugenia Vallejo era pequeña, acompañaba a su mamá y su hermana a tocar el piano. Un día, entre tantos instrumentos que escuchaba, sonó una flauta y le pidió a su madre que le permitiera intentar con ese instrumento.
Vallejo dijo en su presentación que “la música conecta a las personas de muchas maneras, no importa de dónde eres, las creencias o el estatus. Una Orquesta con gente de muchos lugares es algo que el mundo necesita cada vez más”.
Jorge Carranza empezó tocando el violín pero no le gustaba. Le parecía demasiado chillón. Un día, en la orquesta del colegio en el que estudió, República de Francia, le pidieron reemplazar a un chelista y se encantó con las posibilidades agudas y graves que le daba.
Al principio, su familia tenía recelos de que su carrera en la música fuera con un instrumento como este, pero él estaba decidido y recibió el apoyo de quienes hacían música a su alrededor. Actualmente es parte de la Filarmónica de Guayaquil.
En la familia de Alba Layana todos tocan algún instrumento. De pequeña le regalaron un violín y al principio chillaba bastante, pero ha sabido encontrar la forma de que cada vez suene mejor.
Piensa que las posibilidades que le ha dado estudiar fuera del país le brindan más confianza para crecer y, como Carranza, su meta es aprender y regresar a enseñar a los más pequeños. “Nuestros niños necesitan las bases”, dice este último.
En el tránsito que han tenido por el exterior y con profesores como Sonja Kraus, en el caso de Carranza, han aprendido a ser autocríticos, a solucionar las dificultades de distintos repertorios solos, a pensar por qué una pieza no suena como debería.
Esta semana los tres músicos comienzan su intercambio con colegas del resto del continente. (I)
