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Ecuador, 22 de Diciembre de 2024
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El Telégrafo
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Orquesta y ensamble dan muestra de sus aptitudes

Los jóvenes músicos del Ecuador aún no son los mejores del mundo, pero  son producto de procesos que creen en la sentencia 1% inspiración y 99% trabajo duro. Con cerca de 3 ensayos conjuntos, la Orquesta Filarmónica Juvenil de Guayaquil, Cuen-K Ensamble y el violinista japonés Tadashi Maeda propusieron al público que los escuchó en el Teatro Centro Cívico Eloy Alfaro, el pasado 7 de junio por la tarde, una versión de alto nivel técnico y soberbia expresión del Concierto para violín en mi menor, Op. 64, de Félix Mendelssohn.  Fue en el marco del denominado Concierto de Integración Juvenil.

Se alternaron en la dirección Patricio Jaramillo, director titular de la orquesta, y William Vergara, responsable del ensamble, a lo largo de 4 piezas de duración media, con excepción del concierto con el solista japonés. Jaramillo estuvo a cargo de esta pieza que se ganó la atención y aceptación del público in crescendo, desde el Allegro molto appassionato (mi menor), pasando por el Andante (do mayor) hasta el Allegretto non troppo - Allegro molto vivace (mi mayor), ya que el violinista Maeda -conocido en los Estados Unidos y Europa como un especialista de la música contemporánea- no opacó a las dos agrupaciones que tocaban combinadas todas las piezas.

Setenta jóvenes vieron y tomaron su oportunidad de brillar como instrumentistas subiendo su propio nivel técnico para llenar acústicamente el teatro y no ser secundarios del violín de Maeda. No lo fueron, ya que el sonido de la pieza de Mendelssohn, solemne, reflexivo y en extremo reposado lo generaron sus cuerdas, vientos y percusiones.

William Vergara los dirigió al inicio y en la tercera instancia del recital, en la Marcha Eslava, de Tchaikovsky; y Danzón Nº 2, de Arturo Márquez.

Ambas piezas se sostuvieron en la percusión y la calidad expresiva de los cuatro contrabajistas que, confabulados con los vientos metales, supieron dar rigor o alegría, bordeando en el baile, en cada caso, como correspondía.

Jaramillo asumió la dirección de la gran orquesta juvenil para el cierre con la ejecución de  Bolero, de Maurice Ravel. Nuevamente las percusiones,y al final de todo los violines y los violonchelos  dieron realce a la interpretación, pero el aplauso de despedida continuado fue para cada una de las secciones por separado, primero, y el gran conjunto en su totalidad, después.

Acertadas fueron las intervenciones del concertino Jacob Ormaza, de la Orquesta Filarmónica Juvenil de Guayaquil; y de la mezcla de los y las flautistas de la orquesta y Cuen-K Ensamble -estos últimos especialmente para  Bolero-. No hubo teatro lleno, pero las butacas superiores lucieron copadas.

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