Opening Night, entre lo visible y lo efímero
El cine y el teatro convergen de manera experimental y netamente creativa en el largometraje “Opening Night” (1977), del director John Cassavetes, donde la historia no es lo que más resalta sino las percepciones que llega a evocar en el espectador. Muestra ciertos planos y ángulos con los que deja abierta la posibilidad de la propia exploración del público.
Esta muestra de arte recoge su nombre del largometraje, ya que quien se enfrenta con las obras ahí expuestas podrá toparse con otras experiencias y preocupaciones, a través de lo que plantean los artistas. Opening Night se compone de obras de siete alumnos de la carrera de Artes Visuales del ITAE.
Tras meses de trabajo, debate y constante reflexión, logran hacer visibles sus investigaciones para proponer nuevos lenguajes plásticos.
En ese sentido, una de las obras que más resalta de la muestra es “Sín título (y los espacios por recorrer)”, de Diana García. Esta instalación escultórica está realizada con elementos de uso cotidiano y forma una aglomeración de espuma, tela, plástico, cerámicas, revista, etc. Se divide en tres montones de objetos colocados en distintos muebles.
Y es que de lejos pareciera que cada uno de esos cúmulos fuesen ciudades, otros mundos. Al tener una visión más de cerca de la obra de García se experimenta el desastre, el desorden, el caos.
Uno de los intereses evidentes de la autora es el diálogo entre los materiales, que crean “espacios habitables y no habitables, es decir, eso que se ve en la cotidianidad y cuyos detalles se pierden con la rutina”, explica la artista.
La acumulación de objetos que muestra García plantea un discurso que está alcanzado a partir de ciertas obviedades y excesos. Sin embargo, el espectador se convierte en constante descubridor de “un laberinto infinito” al escudriñar cada una de las partes del trabajo, logrando tal vez el cometido.
En esta muestra de arte participa también Andrea Ramírez con su instalación de audio “It’s not a fairytale” (“Esto no es un cuento de hadas”). Dos pilares blancos esconden detrás de la pared historias sobre experiencias íntimas de la artista, cuando niña.
Las voces inocentes de los relatos evocan efectivamente un viaje y recorrido por las preocupaciones de la autora, donde los recuerdos se convierten en susurros.
Ramírez pretende jugar también con un emblemático lugar de Londres llamado “The speaking corner” (“La esquina del orador”), donde los visitantes tienen la oportunidad de contar anécdotas a todo el público.
Pero a diferencia de aquello, el audio que está detrás de los pilares, explica, “es una manera de engañar a quien se aproxima a la obra”, puesto que a veces los discursos no son visibles netamente, pero están escondidos, en continua narración, pero a su vez llegan a convertirse en relatos efímeros.
Esta instalación adentra al espectador en la idea de la persistencia de la memoria.
“La última pijama” es una instalación de Juan José Veloz, quien escogió unas estructuras de madera con acabados de tinte negro y poliéster. Estas plataformas, que tienen forma de ataúdes de ángulos irregulares, reposan en el piso.
Estas “cajas imposibles”, como les llama su autor, son una manera de ahondar en el imaginario colectivo de la cultura popular.
Las investigaciones de Veloz para la realización de su obra se vieron fuertemente conectadas con los estudios del lenguaje y el uso de frases populares, refranes y dichos tradicionales “que se están perdiendo por los medios que ahora invaden nuestra cotidianidad”.
Además, al autor le interesa quitarle al ataúd su característica funcional, y crear distancia entre el objeto y el espectador “en el sentido de que pueda experimentar extrañeza frente a la pieza”.
Otra de las instalaciones que forman parte de Opening Night es “Luz y color”, de Orlando Granja. Una gran caja de color negro, que tiene huecos en los lados, por donde el ojo puede asomarse y ver la línea de luz que atraviesa el cubo.
En el piso se observan colores. Dentro de la pieza hay un sistema de presión de aire que pone a circular polvos de colores en el interior.
De acuerdo con el autor, la obra responde a “cuestionamientos propios por pequeños fenómenos que son cotidianos e imperceptibles”.
La idea original de la obra nació por el proceso que tuvo el artista de investigar los haces de luz y cómo se forman los colores.
También tomó como referencia la Historia del Arte, que plantea que el movimiento impresionista, al inventarse la fotografía, “toma la luz como pretexto para romper con la mímesis”.