Olga Dueñas, la ética del movimiento en el arte
La artista Olga Dueñas inauguró la muestra Variaciones cinéticas en la Galería de Arte Ileana Viteri, donde recibe a este diario. Dos días después de llegar a Ecuador, Dueñas visitó el lugar en el que están expuestas 28 de sus obras de más reciente factura.
Durante un cuarto de siglo, la artista residió en el país, se casó aquí y volvió a viajar, a Venezuela, donde vivió un lustro. ¿Aún hay una relación íntima de la música clásica con su pintura? Dueñas dice que “el artista trabaja con espacios, líneas... las armoniza; mientras que el músico lo hace con silencios y sonidos”.
La armonía de Variaciones cinéticas sigue un principio que descubrió en la niñez –ahora tiene 92–, cuando escuchó las notas de su hermano y de su padre bajo un piano de cola, lugar en que dibujaba con lápices de color.
Entonces “las dos cosas se fundían, la música y el arte, fueron algo con lo que crecí y se hicieron parte de mi conciencia sin planificarlo”, cuenta la artista, pero cada obra, desde sus inicios, respondió a una estética para la que trabajó más allá de ese impulso inicial que sintió en sus primeros años.
La escucha de la música clásica, su afinado perfecto, le hacía sentir un vínculo con las formas, lo cual se convirtió en una costumbre. “Cuando dos colores chocan, me siento incómoda”, explica la artista, “no es que aplico una regla para hacer ese juicio, pero se da”.
Lo que mueve el pincel de Olga Dueñas es, sobre todo, el ritmo, las vibraciones en la música de Vivaldi, Bach, Hyden, Mozart o Brahms. “Es un impulso para pintar, quiero combinar las dos cosas como si fueran una”.
Quien fue discípula de Amédée Ozenfant, en la Ozenfant School of Fine Arts de Nueva York, ratifica el purismo del arte moderno en cada una de sus obras, en las que “el blanco sobre blanco es una declaración”, según dice sobre el conjunto expuesto en Quito, que realizó estos dos últimos años
Canto en Venecia sugiere la presencia del agua entre edificaciones antiguas que la autora evocó desde sus recuerdos. También hay escenas inspiradas en la geografía nacional, como las olas que llegan desde el Pacífico.
La idea central es el movimiento, que da lugar a las formas: “la cinética significó un cambio drástico en el arte moderno; es la incorporación del movimiento a otros elementos estéticos, el artista trabaja de esa forma para crear una armonía”.
Al caminar ligeramente frente a cada cuadro se perciben las formas, la composición y brillo de las líneas, un juego que parte de puntos específicos hacia formas diversas. La metáfora musical se completa con la obra Intermezzo y recuerda varias frases de la artista, que ha convertido “lo móvil y lo plano se convierte en profundidad. El movimiento humaniza la abstracción geométrica y revela la obra de arte gradualmente.
Este proceso tiene lugar al escuchar música, pero también juntando música y arte: es posible ver un sonido y oír un color. La experiencia estética del espectador se realza cuando el artista usa el movimiento junto con la línea, la forma, el color y la textura en el proceso creativo”.
Frente a uno de los ventanales de la galería se ha formado un pasillo, paso estrecho para que los espectadores puedan ver de cerca el movimiento-armonía propuesto por Dueñas, que busca conformar un “aspecto menos tupido” y sobre el que apenas hay reflejos por el material acrílico que emplea.
A fines de 2016, una parte de esta serie –que se renueva porque la artista trabaja a diario– estuvo en Guayaquil y, hace un año, en Miami. Recuerda que, en 1964, el Museo de Arte Moderno de Nueva York acogió una gran muestra, Cinetica Up, que varios artistas han retomado con fuerza ahora, como una ruptura en el lenguaje del arte a través de tonalidades antes no usadas.
Los formatos de la exposición son pequeños, pero la técnica puede emplearse incluso en murales, destaca Dueñas, cuya obra, junto a la de la ecuatoriana Araceli Gilbert -con quien aprendió el abstraccionismo de Ozenfant- es parte del desarrollo del purismo, impulsado por el maestro de ambas y Le Corbusier.
“He vuelto al arte cinético porque es lo que siento más auténtico en mí, me identifica totalmente”, cuenta Dueñas, “leí libros sobre ciencia para experimentar con el movimiento y he unido la abstracción geométrica con la cinética en el arte”.
Cada armonía-cuadro responde, más que a un aprendizaje, a valores como la honestidad o la bondad, explica la artista; “es la parte humanitaria e importante de estas obras”, sonríe.
El brillo y fuerza conforman el lenguaje pictórico que escenifica algunos lugares del país. En Sao Paulo, Brasil, Olga Dueñas representó al país pero antes de eso, en 1985, expuso en La Galería en lo que fue su despedida pues desde entonces vive y trabaja en Estados Unidos.
“La obra de arte tiene que valer por su propio peso”, concluye la creadora nonagenaria, “cuando escucho música, quiero pintar; y si lo empiezo a hacer, deberá haber algo de fondo, que todo se funda”. (F)
Olga Dueñas
Representante del país
La artista vivió 25 años en Ecuador, donde formó su familia. En 1970 realizó la primera exposición de arte cinético en el país; desde entonces ha participado en varias muestras individuales y colectivas. Retomó el arte abstracto en 2015.
28 obras componen la muestra Variaciones cinéticas en galería Ileana Viteri.
Trabajo constante
En 1985, Dueñas presentó sus obras en La Galería, antes de volver a EE.UU., donde vive y trabaja. En 2016 expuso en la galería desaparecida NoMínimo (Guayaquil) y, en 2017, en The Art Square (Miami).