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Obra argentina expone el juego de poder y violencia

De izq. a der. los argentinos Tomás Masariche, Guido Wertheimer y Eva Palottini, de La Ruda Teatro.
De izq. a der. los argentinos Tomás Masariche, Guido Wertheimer y Eva Palottini, de La Ruda Teatro.
Foto: William Orellana / EL TELÉGRAFO
24 de marzo de 2018 - 00:00 - Redacción Cultura

La obra Silenciadas las mareas, silenciadas -del colectivo La Ruda Teatro- guarda un mensaje social que despega con un discurso machista y finaliza con la liberación femenina.

  En ella surgen destellos de amor, manipulación, juegos de poder y violencia. Una constante en las vidas de Ismael, Luisito y Ana, quienes se encuentran en un encierro de miseria personal.

Tomás Masariche (Ismael), Guido Wertheimer (Luisito) y Eva Palottini (Ana) son los productores e intérpretes argentinos detrás de esta pieza basada en el libro de Alessandro Baricco, Océano mar, del cual tomaron a tres de sus personajes para enmarcarlos en un drama contado desde un prostíbulo.

Ana es una trabajadora sexual que convive con esos hombres en este espacio tóxico, donde el encierro es una eterna condición. El diálogo machista y perverso de los infelices devela esa coartada para mantenerla atada a este lugar de propiedad de don Darío, quien acaba de fallecer.

Un discurso metafórico y poético hila esta trama sincronizada con movimientos sugestivos que, por momentos, estresan y afectan.

“En la primera visita que hizo me trajo zapatos de taco alto para vestirme de mujer, una muñeca para imitarla y un pintalabios para aprender a besar”, le cuenta Ana al público  cómplice de un pasado y presente que manifiesta como libro abierto.

“Habían más luces de las prendidas, pero el tío Darío las apagaba y nadie las volvía a prender. En algo había que ahorrar (...) decía Mujer sin pechos: mejor mantener todo esto entre sombras”, reseña acerca de sus amigas del burdel, y sobre su madre, a la que se refiere como “Mujer sin pechos”, que la habría introducido a este mundo.

Luisito es el mayor manipulador de este relato: “Ismael,  escúchame una cosa: te vas  a parar, vas a atravesar esa puerta, te vas a lavar las manos y una vez que entres aquí te vas a sentar y vas a empezar a escribir cartas para Ana, un montón de cartas para que se quede bien cerquita tuyo”, le sugiere el macabro mentalizador, que desea mantener a Ana presa y bajo su poder.

Mientras que el alcohólico de Ismael, con su ideal para conquistar a esta coqueta y sensual mujer, se la pasa mendigándole atención: “Ana... escucha esta idea. Vamos al mar, todo va a ser perfecto, lleno de barcos y de agua, azul, inmenso, pero vos (señala a Luisito) no vas a entender nada porque vas a ser un gato. Pero la gente va a venir a ver al hombre que se enamoró del gato, se van a sentar ¿que te parece?”.

La tensión se apodera de los espectadores y cada elemento escenográfico toma sentido: la mesa, como el espacio al que  Ana se apega, pero sobre todo los 3 marcos de las puertas que simbolizan sus propias celdas.

Proyecto de laboratorio
Los intérpretes -nativos de Buenos Aires- viajaron 5.000 kilómetros por tierra para esta penúltima parada en Ecuador, donde presentaron esta pieza   en la Casa de la Cultura del Guayas, el miércoles pasado.

Massariche creó el guion y codirige junto con sus colegas esta obra que llevan en una gira iniciada en Argentina y trasladada a Bolivia, Colombia, Ecuador y Perú como último destino. “Fue como tomar varios grandes ejes de lo que vemos de la sociedad latinoamericana y a partir de ahí llevarlos a personajes particulares”, explica este joven actor.

“La reacción del público es como de mucha enseñanza y nos brinda conocimiento para seguir con nuestro trabajo”, asegura Wertheimer y detalla que la experiencia se ha vuelto parte del estudio grupal de investigación y exploración.

Para estos argentinos su viaje consiste en un intercambio de experiencias con artistas de los países a los que han llevado su trabajo. Quito fue su primera parada en el país y con el grupo Mala Yerba realizaron un laboratorio, en la Casa Catapulta, que contó con la intervención de intérpretes locales,  estudiantes y profesionales.

“No elegimos venir a enseñar algo porque no nos sentimos en ese lugar, sino que más estamos investigando, poder encontrarnos y cuestionar ciertos principios de la creación donde todos podamos de igual forma reflexionar”, dice Palottini sobre su viaje a Quito.

Los proyectos del colectivo argentino se promueven en su fan page de Facebook como La Ruda Teatro. (I)

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