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“Obligaremos al futuro a volver otra vez”

“Obligaremos al futuro a volver otra vez”
09 de junio de 2013 - 00:00

¿De qué manera se mide la fuerza descriptiva y libertad creadora de un poeta?  Una variedad de respuestas podrían ensayarse en torno a esta interrogante. Mientras tanto digamos que en la fusión de poesía y vida, sin importar que  esta última dispare el drama o la dicha. El objetivo es que la poesía halle las dimensiones invisibles del pulso para curar, para viajar por medio de la palabra a la instancia que los sentidos desentienden.      

A ese lugar transporta la creación de uno de los poetas vivos más importantes de la lengua castellana: Juan Gelman, quien visita  Quito en el marco de la Quinta Edición del Festival Internacional de Poesía Paralelo Cero, que se lleva a cabo en la Casa de la Cultura Ecuatoriana (CCE).             

Esta tarde, en la Sala Capitular del Convento de San Agustín, a las 18:00, los homenajes para Gelman llegarán de parte del  Municipio de Quito con la declaratoria de Huésped Ilustre. A su vez, el Ministerio de Cultura y  las Universidades Central y de Otavalo, le entregarán reconocimientos. El Convento está ubicado  entre las calles Guayaquil, Chile y Flores (Centro Histórico de la capital).

Mañana  la Casa de la Cultura lo condecorará  a las 11:00, durante una rueda de prensa en el Aula Benjamín Carrión.

En la actualidad, con 83 años, Gelman ha producido más de una veintena de libros entre poesía y prosa. Sus palabras exploran con inusual destreza la cotidianidad, el amor, el dolor y la memoria.
Gelman utilizó la intertextualidad y empleó barras en sus poemas -rasgo innovador-; su vasta escritura dialoga con el tango, expone el humor que en los sesenta también practicaron escritores como Nicanor Parra en Chile, Ernesto Cardenal en Nicaragua, Roque Dalton en El Salvador; incluso, Gelman, en algún instante forjó una visión política en sus versos.

Los premios no le son esquivos; ha obtenido  el Premio de Literatura Latinoamericana y del Caribe Juan Rulfo (2000), y los galardones  iberoamericanos de poesía Ramón López Velarde (2003), Pablo Neruda (2005) y Reina Sofía (2005). Aunque más allá de estas distinciones, también fue galardonado con un espíritu expresivo y expresionista por medio del cual retrata el no ser y el misterio escondidos en las pérdidas -temas omnipresentes en su obra- de toda índole.  

Se ha dicho que sus versos están marcados por una profunda humanidad y que los  desarrolló por medio de un rico abanico de recursos expresivos.

Cuando  niño, a los 11 años, la revista bonaerense Rojo y Blanco publicó un poema de su autoría, en 1941. Gelman, al pensar en sus influencias de peso, manifiesta que “pertenezco a la raza de César Vallejo”.  En 1955, formó parte del  grupo literario El Pan Duro que proponía una poesía comprometida y popular.

En ese tiempo escribió: “Toda poesía es hostil al capitalismo/ puede volverse seca y dura pero no/ porque sea pobre sino/ para no contribuir a la riqueza oficial”. 

Más soltura en su creación se refleja en las producciones que hizo en la década de los  60. En el poema “Hoy que estoy tan alegre, qué me dicen”, expone: “Qué me pasa, me río y qué es no sé, tengo un tumulto de violines vivos, me nace un pájaro en la boca, ¡al tren!”.

En los 70 no presentó ni una obra salida de su pluma. En ese sentido, Gelman expuso en relación a esta parálisis creativa: “Creo que, a mis 45 años, no pude escribir porque estuve en el exilio y la desaparición de mis hijos o mi adaptación a otras culturas, representaron un choque muy fuerte”.

Luego de esa época sin incidencia en el quehacer poético, los 80 ven el nacimiento de su libro  “Incompletamente” en el que plantea un sujeto lírico de una manera nueva, allí indaga el no ser del tiempo, del mundo y del individuo; define a la conciencia en términos de alteridad y exterioridad.
Por ejemplo, dice en el poema 21 de esa obra: “El pájaro se desampara en su vuelo/ quiere olvidar las alas/ subir de la nada al vacío donde será materia y se acuesta como luz en el sol/ es lo que no es todavía”.

La experimentación y el relativo hermetismo caracterizan a sus poemas aparecidos en los 90, como en “Dibaxu”  (1994), que fue escrito en idioma sefardí. Este fue  su proyecto más atrevido, en él buscaba sus raíces en la lengua: “En tu voz el mar cae dolorido de mí”; o en el  otro escribía: “Callada está la casa donde nos besamos adentro del sol”. 

Después, en 2000, llegó el momento de inventarse un verbo que englobe el vigor de vivir y obtener experiencia directa con la diversidad el mundo: “Mundar” (2007), en esas páginas acuñó con sencillez a la esperanza -pócima que trasciende las adversidades-: “Obligaremos al futuro/ a volver  otra vez”.

Frente a la reiterativa pregunta de qué es la poesía, Gelman, con su ronca voz, explica: “Ella es indefinible. Para mí es el lenguaje calcinado, último; un modo de interrogar la realidad interrogándose y  no podría vivir sin ella”.

Los versos de este poeta parecen tender hacia un abordaje de la tristeza, únicamente. Sin embargo, esa indagación responde a aspectos más amplios que determinaron el curso de su vida.

En la juventud tuvo una importante militancia en organizaciones guerrilleras. En 1967,  participó en las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) y, después, en 1973 se integró a la agrupación guerrillera Montoneros. En esos tiempos la Argentina estuvo al mando de la dictadura militar denominada Revolución Argentina (1966-1973); este gobierno  fue responsable de la desaparición de 30.000 personas.              

El vate Juan Gelman parte al exterior en 1975. Se exilia  por 13 años en que recorre Europa hasta afincarse en suelo mexicano. Este período está compuesto por fases y alternancias  de aprendizaje, fortalecimiento, despojo y tormento.

Sus hijos Nora Eva (19) y Marcelo Ariel (20), junto a su nuera María Claudia Iruretagoyena (19), quien se encontraba embarazada, el 26 de agosto de 1976 -año en que Jorge Rafael Videla empeñaba el látigo desde el poder- son secuestrados y desaparecidos.           

En 1978 Gelman, a través de la Iglesia Católica, se entera de  que su nuera había dado a luz, sin poder precisar dónde ni el sexo. En 1995 escribió “Carta abierta  a mi nieto”, donde  condensa tragedia y anhelo de muchas familias argentinas golpeadas por el paso de la dictadura: “Ahora tenés casi la edad de tus padres cuando los mataron y pronto serás mayor que ellos. Ellos se quedaron en los 20 años para siempre. Soñaban mucho con vos y con un mundo más habitable para vos. Me gustaría hablarte de ellos y que me hables de vos. Para reconocer en vos a mi hijo y para que reconozcas en mí lo que de tu padre tengo: los dos somos huérfanos de él”. 

En 1998 Gelman descubrió que su hija fue trasladada a Uruguay por medio del Plan Cóndor, que conectaba a las dictaduras sudamericanas y a Estados Unidos.  Nora dio  a luz a una niña en el Hospital Militar de Montevideo, antes de ser desaparecida.     

A raíz de ello, el poeta argentino, exigió la colaboración de su país  y del estado uruguayo para encontrar  a su nieta.  Finalmente la encontró en el 2000. En un poema dice, aludiendo a este momento y al pasado aún latente en el recuerdo: “Vuelves y vuelves / y te tengo que explicar que estás muerto”.

Esta realidad parecida a un electrocardiograma en constante alteración insertó a Gelman en  una oscuridad ineludible; aunque de ese malestar de ser provienen sus palabras más prodigiosas, cargadas de dolor, de mensajes que ciñen el revés de la memoria, de los caudales inesperados de la experiencia, del nexo indisoluble entre poesía y vida.

Aquello lo escribe en el poema “Límites”: “¿Quién dijo alguna vez: hasta aquí el aire, hasta aquí el fuego? ¿Quién dijo alguna vez: hasta aquí el amor, hasta aquí el odio? ¿Quién dijo alguna vez: hasta aquí el hombre, hasta aquí no? Solo la esperanza tiene las rodillas nítidas. Sangran” (Límites). 

Sin embargo, entre producciones  y galardones, hay quienes ven a Gelman con admiración, respeto o con  inquietud. El escritor mexicano Marco Fonz es uno de ellos; él señala ciertas contradicciones éticas sobre el liróforo argentino que reside en México:  “¿Por qué recibe una medalla de oro de un gobierno mexicano que tiene en la última cuenta de seis años a más de 600 mil muertos y desaparecidos de forma violenta? ¿Por qué la recibió sin criticar nada ni a nadie sobre la mala administración y gestión cultural que da mucho a pocos y da poco o nada a muchos escritores, poetas y artistas de todo México? ¿Acaso su tristeza no se hermana con las familias mexicanas que han perdido sus trabajos o a sus familiares como él perdió a los suyos a causa de la similitud en el “modus operandi” que existe entre los gobiernos asesinos de Argentina y México? ¿Cuándo se le muere el ser crítico al poeta? ¿Por qué no simplemente dijo “No, gracias” y a seguir con algo de dignidad y ética?”.

Como si no fuera poco, acostumbrado a traspasar límites con su verbo, Juan Gelman en 2008,   escribió un mensaje en un pergamino antiguo envuelto en satén rojo, que no se podrá leer hasta el 3 de mayo del año 2050 y que “servirá para futuros poetas”,  dijo. El acto se realizó un año después de que se le concediera el Premio Cervantes de las Letras.

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