El dibujo ha sufrido una suerte de devaluación. Desde hace tiempo es visto como una fase previa, como un ensayo para una obra posterior. Importante, estructural, pero nunca estelar. Es por este menosprecio que la exposición Campo de asociaciones intenta demostrar que el dibujo también puede funcionar como una pieza independiente, como un objetivo final y no solo como un paso hacia algo mayor.

La muestra se inaugura esta noche en la Sala Temporal del MAAC y reúne obras de 38 artistas, 14 nacionales y 24 extranjeros. La curaduría fue trabajada por Ana Rosa Valdez y Juan Carlos León, con el propósito de crear un “mapa de relaciones” entre prácticas de dibujo de propuestas insertadas al circuito internacional del arte y expresiones de creadores locales que han “esbozado recorridos alternos a la tónica dominante”.

Las piezas extranjeras fueron conseguidas por medio de un coleccionista privado y –según indica Valdez- a partir de un análisis de todas ellas se estableció que la mejor manera de relacionarlas entre sí y unirlas a las de los artistas locales era formular varios núcleos conceptuales. Esta idea sirvió para dividir la exposición en seis grupos de obras titulados: Ejercicios de inmediatez; Desplazamientos desde la ficción, ensayos y montajes; Paisajes y lugares distópicos; Aislamientos en la forma; Figuras e imaginarios; y Relatos caóticos.

Cada uno de estos núcleos justifica la agrupación de un conjunto de piezas. El primero, Ejercicios de inmediatez, muestra trabajos concebidos como bocetos de proyectos más ambiciosos, pero que también funcionan independientemente. Ahí aparecen Oswaldo Terreros y Gabriela Cabrera, entre los nacionales, y Ángel Ricardo Ríos (Cuba) entre los foráneos.

El siguiente eje temático -Desplazamientos desde la ficción, ensayos y montajes- incluye a los artistas audiovisuales Ilich Castillo y Miguel Alvear. La idea es mostrar los documentos que elaboran antes de sus rodajes, los papeles de  ideas para el documental Camal, en el caso de Alvear, y la exposición Fuera de campo, en el caso de Castillo. En este núcleo se conjugan también unos dibujos del curador argentino Fernando Brizuela, que muestran cómo se plantearán dos exposiciones.

Paisajes y lugares distópicos, el tercer segmento de la muestra, contiene propuestas de artistas desencantados con el mundo contemporáneo. Imágenes de espacios desiertos, contrarios a las utopías soñadas, sobresalen en los aportes de Fernando Falconí, Roberto Noboa (Ecuador), Gustavo Acosta (Cuba), Amadeo Azar y Natalia Cacciarelli (Argentina).

La cuarta estación propone una actualización al concepto de abstracción. Titulado Aislamientos en la forma, este núcleo está compuesto por dibujos de formas abstractas pero que –a diferencia de la corriente surgida en la modernidad- sí tienen referencias al mundo real. Óscar Santillán, Chay Velasco y José Hidalgo figuran entre los representantes nacionales cultores de este concepto.

El quinto apartado (Figuras e imaginarios) se forma por personajes: autorretratos, personajes de la cultura popular o surgidos de la creatividad del autor pueblan esta parada, que contiene obras de Sandra González. El último, Relatos caóticos, recurre a la narrativa no anecdótica, a las historias desorganizadas pero con elementos articulantes. El guayaquileño Jorge Jaén y el estadounidense Raymond Pettibon son parte de esta división.