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El Telégrafo
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Entrevista / Carla Ortiz / Actriz y productora cinematográfica

“Nunca hay que dejar de lado el instinto”

Foto: Carina Acosta.
Foto: Carina Acosta.
03 de febrero de 2015 - 00:00 - Redacción Cultura

La noche del viernes pasado, el público quiteño desbordó la sala Alfredo Pareja de la Casa de la Cultura durante la primera proyección en Ecuador de la película Olvidados (Carlos Bolado, 2014). El filme narra un capítulo de la dictadura militar que incursionó en Bolivia en la década del 70: la ejecución del Plan Cóndor, escenario que habla de la versatilidad de la actriz y productora Carla Ortiz puesto que el rodaje fue en 2012, el mismo año en que también filmó su primer largometraje en Hollywood: The Man who Shook the hand of Vicente Fernández (Elia Petridis).

Después de visitar el Centro Histórico de Quito, la mañana del sábado, Carla Ortiz quería conocer la Ciudad Mitad del Mundo. Era el último día de su visita al país por el festival La Casa Cinefest en el que compite con 15 largometrajes latinoamericanos y, en medio de su periplo, dialogó con este diario.

Usted nació en 1978, el Plan Cóndor abarca esa década y la del 80, ¿qué tan importante fue la investigación histórica para crear escenas en ese contexto?

Esa etapa ha sido ignorada en muchas partes del Cono Sur. El proceso de investigación de Mauricio D’Avis fue la base del guion original, además de que trabajamos con varios historiadores y archivistas que nos han ayudado en esta licencia que se puede tomar en el cine para mostrar lo que fue la Operación Cóndor. Somos la primera película de ficción que la toca a partir de un plan conjunto y mientras avanzaba me daba cuenta de que la investigación nunca es suficiente, siempre hay más pese a que todos los personajes están basados en casos reales, con diálogos casi intactos que he sacado de entrevistas sobre sus vivencias personales.

Durante uno de los foros que tuvimos en Bolivia con los expresos políticos, mujeres en libertad y universitarios después de una proyección, se dio un encuentro con la nueva generación cuyo único conocimiento sobre este hecho era el de la película y algunos testimonios. Los presos políticos les explicaron que la película era fuerte pero que la realidad fue más terrible. Sobre la escena de los electrodos (Olvidados muestra una de las formas de tortura con energía eléctrica) dijeron que existieron, pero que no se aplicaban en los oídos sino en los testículos. Este tipo de confesiones reales y este encuentro de dos generaciones que se abrazaron y dieron la mano fue una de las experiencias más grandiosas que he vivido. Un crítico destacado puede aplaudir la película de una manera fenomenal o criticarla, pero, en realidad, el resultado se verá en ese encuentro humano que está suscitando.

¿Qué dificultad hay en el hecho de hacer cine social para presentarlo en grandes salas?

Existen muchas. Para empezar, nadie se hubiese puesto a pensar que esta película se convertiría en la más taquillera de Bolivia en los últimos 7 años. No creo que un ser humano consciente tenga ganas de ir a ver dos horas de tortura de una época muy oscura. Es una película difícil, sin embargo, la factura técnica de la película es casi impecable, tiene una propuesta distinta de hacer cine y de ver cine, donde la presencia de la cámara es omnipotente y a la vez muy personal. Hemos experimentado para que no sea un cine contemplativo, sino incluyente y vivencial, lo que ha hecho que la película sea comercial y sea vista, hasta ahora, en más de 16 países. No solamente refleja una parte histórica, social y política, sino que también se puede vender desde un punto de vista técnico.

Además de Bolivia y Ecuador, usted también ha dialogado con los espectadores de Olvidados en otros países, ¿qué reacción percibió del público extranjero?

En cada lugar la respuesta es bastante homogénea. Esta película es fuerte, larga e impactante y entre las emociones que hubo anoche (el viernes) vi cierta incomodidad, dolor, shock. Definitivamente vas a salir emocionado sin importar cuál sea tu visión sobre el tema o sobre la situación política de ese tiempo.

En México me impresionó la reacción que hubo en los espectadores por el tema de Ayotzinapa. Esa herida está abierta y el público derramó lágrimas y estuvo muy afectado. Mientras que en Estados Unidos hubo una respuesta muy valiente pese a que se critica de frente al sistema americano, lo que hicieron y hacen con los países latinoamericanos. Creo que hubo una postura muy valiente de los medios que escribieron sobre la película en esos países. Hay que ser valiente para reconocer que tu país ha tenido un efecto tan negativo durante un periodo que además fue ignorado, me impresionó que la prensa nos apoye tanto porque no teníamos presupuesto para pagar notas, como lo tienen otras producciones.

Alguna vez usted dijo que lo más complicado de este filme fue desempeñar el papel de productora además del de actriz, ¿cómo se equilibran esos roles?

La actuación es un trabajo arduo, pesado, de mucha dedicación y concentración, no es un trabajo fácil comparado con la producción aunque ahí a veces tienes que saberte jefe y asumir una dictadura para dirigir a un equipo. En inglés hay una expresión: producer up, como la de man up que significa sé duro, sé fuerte, a veces menos humano, sé productor, toma el mando, grita, algo que no va con mi personalidad pero que quizá era una necesidad del equipo: hacerle saber que tiene alguien fuerte al frente, sobre todo en una producción grande que toca temas tan sensibles.

También fue difícil ser la jefa del jefe. Ser, como productora, la jefa del director y trabajar bajo su mando como actriz, entonces aprendí mucho en ese doble rol. Además fui coguionista de la película (junto a Elia Petridis y Mauricio DAvis), lo que hizo que me involucre en el proceso creativo y de postproducción. Lo más importante fue desligarme de esto último para ponerme en manos del director como intérprete, no como yo concebí a mi personaje mientras lo escribía sino como Carlos Bolado quiso que sea dentro de la historia que dirigía.

¿Qué distingue a la actriz que usted fue en Los Andes no creen en Dios (Antonio Eguino, 2007) de la actriz que es ahora?

(En ese tiempo) he vivido el transcurso de niña a mujer (risas) dentro de lo que sería el cine. En tu vida como actriz existe una inocencia muy linda en donde tu niño interior está latente todo el tiempo porque tienes que jugar a ser uno u otro personaje. Con Olvidados, el hecho de volverme productora, de interpretar ese papel, hace necesario adquirir una sabiduría, escuchando a quienes son maestros en esas áreas, a profesionales en quienes confié no solo por su visión sino en su experiencia para combinarlo con una confianza en mi instinto. Si bien soy productora de oficio, porque llevo varias películas realizadas, nunca hay que dejar de lado el instinto, no solo como mujer o profesional sino como ciudadana.

¿En ese sentido irán los rodajes de Chaskañawi (basada en la novela homónima de Carlos Medinaceli) y Juana Azurduy (sobre el personaje de la independencia del Alto Perú, Bolivia actual) que empiezan en este año?

Sí. Chaskañawi (palabra quechua que significa Ojos de estrella) será, de alguna forma, una propuesta de recuperación del cine folclórico utilizando la misma dinámica de Olvidados que es invitar a profesionales de diferentes partes del mundo, tanto actores como quienes están detrás de cámaras pero con un relato un poquito más boliviano. No podría atreverme a quitarle eso a una de las novelas más importantes de Bolivia, pero hay una urgencia de hacer un encuentro de talentos del cine latinoamericano.

Juana Azurduy va a ser una película mucho más épica, en un formato más hollywoodense. Vamos a entrar a hacer el formato más complicado de todos y el más caro que es el cine épico, donde quiero presentar a una de las heroínas latinoamericanas más importantes que han sido parte del proceso de independencia tanto de Argentina como de Bolivia. Son 16 años de lucha que no quiero que sean narrados como una película histórica sino épica sobre la heroína, mujer, semidiosa que atraviesa lo mítico y la realidad.

¿Que diferencia halló entre Quito y La Paz o su natal Cochabamba?

La Paz es una ciudad muy pintoresca, no he visto otra ciudad igual. Quito es hermosa, pero muy diferente pese a las cosas que tienen en común estos lugares. La Paz está contruída sobre montañas raras, que parecen cortadas a mano, de diferentes colores, es espectacular y, por ende, su arquitectura también es muy original. Allí uno siente que está en otra dimensión o en otro tiempo.

Creo que acá existe un enfoque muy importante no solamente en su Centro Histórico sino en su legado histórico en cuanto al turismo. Tienen una apreciación mayor y lo ponen como prioridad, algo que todavía no tenemos en Bolivia, donde el centro histórico es el centro, un lugar donde la gente transita y camina sin que sea reconocido o apreciado, no es un lugar específico para turistas. De Quito me ha encantado la forma en que está conservado todo, se nota que se ha puesto mucha energía en eso. Y estoy emocionada por pararme en la Mitad del Mundo.

Tenemos algo de interés en estrenar la película a nivel comercial en Quito, luego del festival, lo que convertiría a Olvidados en la primera película boliviana en estrenarse comercialmente en Ecuador.

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