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El Telégrafo
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Nuestras acepciones

Nuestras acepciones
01 de diciembre de 2013 - 00:00

Cada vez que la Real Academia Española anuncia alguna modificación en la normativa del español o enmiendas en sus obras, causa un inusitado revuelo. Parece que solo ante estas circunstancias todos estuviéramos obligados a opinar y a defender este idioma dinámico y riquísimo que se construye todos los días, y esta vez no ha sido la excepción.

La RAE ha anunciado que eliminará o modificará algunas acepciones machistas para la próxima edición de su obra bandera, el Diccionario de la Lengua Española, y no han tardado en saltar las críticas a esta institución, sobre todo porque se considera que, aun con esta buena intención, siguen favoreciéndose  prácticas machistas en el uso de lenguaje.

Me parece que en este aspecto las críticas no deberían caer sobre esta institución, es verdad que a la RAE le falta dinamismo en muchos aspectos relacionados con el uso del lenguaje, que sus decisiones son lentas y, en muchas ocasiones arcaicas, pero no podemos negar los grandes esfuerzos que lleva a cabo por cambiar. El cambio es lento y seguramente el Diccionario de la RAE nunca reflejará del todo lo que ocurre a diario en la sociedad y las necesidades de todos los colectivos, pero es un buen reflejo de cómo vemos el mundo los hispanohablantes, y estos cambios que llevan a cabo poco a poco son el reflejo de una sociedad que cambia, que se mira a la cara, que se cuestiona y exige igualdad.

Sin embargo, el cambio debe partir de los usuarios del idioma, y es, precisamente, su manera de ver el mundo lo que debe cambiarse. No es culpa de la RAE, por ejemplo, que conste en su diccionario la palabra ‘machona’, cuyo uso se registra en Cuba, Ecuador, Honduras y Uruguay como “Dicho de una mujer, con hábitos hombrunos”. O que dos acepciones de macho ubiquen a esta palabra como sinónimo de “fuerte, vigoroso” y “valiente, animoso, esforzado”. O que sexo débil sea “un conjunto de mujeres” en contraposición al sexo fuerte, que es “un conjunto de hombres”. La RAE no hace más que reflejar la realidad, y, lamentablemente, nuestra sociedad sigue siendo dolorosamente machista y siguen utilizándose términos como estos que he anotado.

El cambio es urgente y necesario, pero va mucho más allá de criticar a un idioma porque su género marcado es el masculino o a una institución porque quizá no atiende oportunamente todos los requerimientos. El cambio debe empezar por las acepciones que nosotros, como sociedad, damos a ciertos términos; pensemos, por ejemplo, en cada vez que ‘halagamos’ a nuestras hijas llamándolas ‘princesas’ o ‘alentamos’ a los niños diciéndoles que se comporten como ‘varoncitos’; o cuando calificamos de ‘macha’ a una mujer valiente o de ‘nena’ a un hombre sensible. Esos son los usos que debemos desterrar, y una vez que lo hayamos hecho no tendrán por qué constar en un diccionario porque ya no existirán.

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