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“No se debe dibujar con la mano, sino con el corazón”

“No se debe dibujar con la mano, sino con el corazón”
13 de agosto de 2011 - 00:00

Su hablar pausado y gran sonrisa da cuenta de su larga trayectoria en el mundo de las caricaturas. En medio de cada  pregunta una broma de Sixto Valencia produce un ambiente ameno y lleno de buena vibra.

El primer personaje del famoso Memín Pinguín fue creado en 1943 por el dibujante Alberto Cabrera y en 1962, Sixto Valencia lo retomó. Realizó 372 historietas de este personaje, que caracteriza a un niño cubano, chaparrito, de labios gruesos, ojos grandes, camisa rayada, pies grandes y gorra deportiva.

La historieta alcanzó fama a nivel internacional al editarse en 7 países además de México. Se tradujo a diferentes idiomas y se publicó en Filipinas, Italia, Indonesia, Colombia, Japón, Irán y Estados Unidos.

El Ministerio de Educación en Filipinas utilizó la historieta que dibujaba Valencia como parte del pénsum académico dentro de las escuelas públicas del país, como ejemplo de valores e incentivo a la lectura.

¿Primera vez en Guayaquil?

Sí. He andado por Colombia, Uruguay, pero primera vez en Ecuador y me ha parecido maravilloso, lo que más me gusta es que todos hablan español, eso es lo más importante, que todos nos entendamos.

¿Cómo incursionó en el dibujo?

Yo empecé a dibujar aproximadamente a los ocho, nueve años. No tenía nociones del dibujo, pero en mi tierra había  unas revistas de historietas que se llamaban Chamacos y Pepín  y eran diarias,  muy interesantes y blancas, todas muy blancas, sin violencia. Copiaba esos dibujos. Empecé a dibujar bajo la influencia de un hermano que le gustaba dibujar y se juntaba con un grupo de amigos a dibujar. A mí no me proporcionaban papel, pero como éramos carpinteros, dibujaba en un pedazo de tabla que cuando ya estaba toda llena de dibujos la lijaba y la volvía a usar. Luego entré a la escuela Benito Juárez y ahí conocí a varios dibujantes y fueron mis competidores y siempre salía adelante, porque la práctica hace al maestro. Eso me valió mucho, porque siempre estaba practicando y llegué a dominar tanto el dibujo que me sirvió para después demostrar lo que sé hacer.

Pero usted estudió publicidad. ¿Por qué escogió esa carrera?

Luego de terminar la secundaria fui a la escuela de arte San Carlos, ahí escogí mal mi carrera, por ahorrar tiempo  cogí  la carrera más corta, pero muy mal hecho porque quería otra cosa y escogí publicidad que no era lo mío, por eso  abandoné la escuela para hacerle caso a un anuncio de periódico que solicitaba un ayudante de dibujante de historietas. Eso sí me gustó y entré a trabajar con Guillermo Marín. Nunca terminé la carrera porque quería dibujar muñecos, animales, gente  en movimiento y esa carrera  no era lo que deseaba hacer en realidad.

¿Cómo incursionó de lleno en el mundo de las historietas?

Luego de eso me fui a trabajar a La Prensa para dibujar Los Halcones Negros, una revista que era la copia de El Halcón Negro, cuyos autores eran gringos, y de ahí me corrieron  porque decían que mis dibujos eran  iguales a los de los gringos.

¿Cómo reaccionó ante eso?

Fue un halago para mí, me sentí feliz, porque eso quería decir que mis dibujos eran muy buenos y que a pesar de no haber estudiado  tenía técnica. No a cualquiera le comparan sus dibujos con los de los gringos.

¿Cómo llegó a dibujar a Memín?

Luego de que me corrieran entré a trabajar en la editorial Argumentos, a hacer Milagros de Jesús, una historieta que contaba los milagros que había hecho Jesús, que la escribía Yolanda Vargas, que para mí era un  ídolo. Entonces me esforcé para que vea mi trabajo y bueno pues que me admirara por lo que   hacía, así como yo la admiraba. Hice otras historietas hasta que Yolanda me pidió que hiciera a Memín y acepté.

¿En qué se basó para dibujar a Memín Pinguín y a los personajes de la historieta?

Yolanda me dijo “Memín es un chaparro, negro, de orejas prominentes, bembón y con  ojos de plato”. Esa fue la descripción y yo con eso tuve que ingeniármelas. El dibujante debe conocer a sus personajes, involucrarse con la historia e ir dándole una personalidad a cada uno de sus dibujos. A veces discutía con Yolanda porque ella me ponía “Memín salió por la puerta” y yo le decía: “Yolanda acaso yo soy tan tonto como para no poder dibujar a Memín saliendo por la puerta, eso es cacofonía, es muy repetitivo” y cosas así, pero después con el tiempo hicimos un buen dúo.

Usted tuvo una buena relación con Vargas, la guionista de Memín Pinguín, sin embargo ha vivido en una constante lucha para que se respeten los derechos de autor…

Sí, existía una amistad más que otra cosa entre los editores y yo, Memín se vendía como pan caliente, y yo les pedí en algunas ocasiones un aumento y me lo dieron, pero cuando les exigí mis derechos me dijeron no, ni sueñes estamos en números rojos, así me tuvieron siempre, hasta que la revista de Memín fue decayendo un poco. Creo que se vendían quince mil a la semana después de haber vendido medio millón semanal y  yo decidí demandarlos, tal vez por eso les caigo medio mal por exigir mis derechos. Los demandé y  les gané la demanda, pero ellos nunca cumplieron el pago.  

Después de la demanda, usted decidió sacar las estampillas que fueron noticia a nivel mundial…

Pues después de lo de la demanda se me ocurrió hacer los timbres (estampillas) para darle una especie de resurgimiento a las historietas. Todas las historietas andaban por la calle de la amargura  y pretendía hacer que la gente se fijara un poco más en las historietas, y fue una lotería porque a partir de eso se volvieron a disparar las ventas de Memín.  Esto ocasionó que el reverendo Jesse Jackson me atacara, porque para mí fue un ataque que dijera  que yo estaba incurriendo en racismo, que yo estaba instando al racismo. Eso me dio risa.

¿Cómo reaccionó ante tal idea?

Lo que yo dije con todo respeto fue que la persona que dijo eso es porque no ha leído ni un solo capítulo de la historieta. No tiene idea de lo que habla, incluso en un capítulo Memín va a los Estados Unidos y pide un helado de chocolate y el mesero le dice que no le venden ni a negros ni a mexicanos. Ahí sí se habla de racismo, pero de parte de los Estados Unidos hacía Memín.

¿Cómo ve el estado del cómic?

Anda mal, yo no puedo decir que me ha ido mal en cuestión de la historieta, pero ahora por ejemplo la única historieta que se vende en México es el Memín, por ser blanca, por promulgar el amor, pero de ahí ya no se crea como antes en este arte.

¿Qué cree usted que ha sucedido para que las historietas no continúen con la misma fuerza?

Tengo la idea de que las editoriales y los editores quieren absorber todo, y no les dan cabida a personas nuevas. Es lo mismo que ocurrió con  Yolanda. Ella era excelente, pero solo quería tener ella el control y conocimiento. Nunca creó una escuela para enseñar a los argumentistas a perfeccionarse. Hice unos argumentos de Memín, pero nunca me dieron el reconocimiento y no me importó, porque yo sabía que yo los hice.

¿Qué  debería hacer un dibujante antes de empezar a crear?

No dibujar con la mano, sino dibujar con el corazón. Leer los argumentos e imaginar  lo que está uno dibujando. Hay que conocer de anatomía, perspectiva, técnicas, color, todo eso ayuda mucho, pero hay que vivir lo que uno está dibujando, no hacerlo nada más porque uno va a terminar un cartón y va a cobrar, eso es secundario. Tan secundario es que llevo cinco años esperando porque me paguen derechos de autor y sigo esperando.

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