Ni telúrico ni bucólico, el escritor de Manabí trabaja desde la raíz
Ciudad Alfaro y la Prefectura de Manabí son las principales organizaciones que se encargarán de la agenda de esa localidad ecuatoriana en su calidad de invitada de honor a la Feria Internacional del Libro (FIL) de Guayaquil que se desarrollará, desde mañana hasta el 21 de octubre, en el Centro Cultural Libertador Simón Bolívar. En el primer día de la feria el principal acto sobre Manabí será la presentación artística “Los mentados de la manigua”, coordinada por la Prefectura, en el escenario exterior, desde las 20:00.
Sin embargo, a pesar de la cercanía que ha existido entre los intelectuales y escritores de la provincia invitada de honor a la FIL y los de Guayas, en particular Guayaquil, es necesario repasar aunque sea brevemente lo que son dos pilares de la literatura manabita, no los únicos, pero tal vez los más llamativos. El primero es una oralidad muy peculiar que recientemente “un montubio académico, ilustrado por la universidad, un día decidió contar”, señala el folclorista e investigador histórico Wilman Ordóñez. Se refiere a Gonzalo Díaz Troya, nacido en El Carmen en 1968, actual decano de la Universidad Laica Eloy Alfaro de Manabí (Uleam), Extensión en El Carmen, responsable del libro “Hay Chismes que parecen cuentos pero hay cuentos que no son chismes, Cuarenta cuentos tradicionales manabitas”, publicado por la Editorial Mar Abierto de la Uleam en junio de este año.
Leer historias como “El brazo seco”, “El hombre y la luna”, “La desobediencia de Laura”, “La tonga”, “El alma agradecida” y “El trato del diablo con la mujer” se descubre una cultura jovial que se regocija en ser dicharachera, supersticiosa, creyente en almas en pena, aparecidos y brujerías, pero siempre respetuosa de la moral y los preceptos de la religión cristiana. Añade Ordóñez en el estudio introductorio del libro, que “su autor nos percata de una moderna manera de recrear el relato oral a través de la escritura” y deja por sentado sin titubeos que “estos cuentos que no son chismes deben ser leídos y reapropiados por los habitantes de El Carmen. Por los manabitas. Y seguirse contando”.
El rector de la Uleam, Medardo Mora Solórzano, autor de ensayos como “La educación: única vía hacia la igualdad” y “Eloy Alfaro un líder del ayer y un ejemplo del mañana” escribe una presentación del libro de Díaz Troya en la que ratifica que el tomo tiene componentes que forman parte del Manabí profundo, de una tierra de montubios laboriosos, pero que también tuvieron un claro sentido del ocio y la diversión festiva, “en cuyo tránsito fabricaban con ingenio y autenticidad lo que veían o creían ver en la oscuridad de la noche, con la luna, o en la claridad del día con el sol, que les alumbraba su imaginación”.
Aunque Manabí tiene múltiples escritores destacados como Pedro Gil, Ernesto Intriago, Alexis Cuzme, Elías Cedeño Jerves, Horacio Hidrovo Velásquez, Amador Vera Vera, Miguel Augusto Egas Miranda (Hugo Mayo), en línea con el tema de Memoria e Identidad de la III FIL se debe recordar al recientemente fallecido Horacio Hidrovo Peñaherrera, fundador en 1965 del Festival Internacional de la Flor de Septiembre, preso político en Guayaquil en 1956, fundador y director por muchos años del Departamento Cultural de la Uleam, instituidor del Festival Internacional de Teatro de Manta en 1985 y receptor del Premio Nacional Eugenio Espejo en 2009.
Editorial Mar Abierto publicó en julio de 2011 para celebrar su recepción del Eugenio Espejo, en 486 páginas “Horacio Hidrovo Peñaherrera Antología Poética Obras Completas Tomo I”. Es un libro, que para caer en lugares comunes, exuda la virilidad del montubio manabita, la belleza y sensualidad de sus mujeres, el filo del machete, el olor del café y los sabores de la caña y la sal prieta. Para muestra: “Cayó la lluvia//y siento que los árboles//se acercan hacia mí” (“Las canciones de invierno”, 1968), “Retornemos al campo.//Crucemos los ríos de la infancia” (“Manzanas para los niños del mundo”, 1973), “Pero con todo eso,//tú, Natacha,//eres el juguete alegre//de la casa (A Natacha, “Canción Blanca para Luther King”, 1968), “Tres veranos soplan en mi rostro,//una blusa me dejó sus colores”. (Tres veranos, “Las huellas de tus sandalias”, 1974), “Mis manos detuvieron//el vuelo de tus senos.//Luego cayeron vencidos//como dos frutas maduras” (“Las canciones de invierno”, 1968).
La obra antologada de Hidrovo Peñaherrera, poeta de la periferia que tiene como eje central la naturaleza el amor y la sociedad, se generó entre 1960 y 2007 y el ensayo introductorio es de su hija Tatiana Hidrovo, presidenta de Ciudad Alfaro y reconocida historiadora.