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Ecuador, 12 de Enero de 2025
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El Telégrafo
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Narcotráfico, política y letras nutren a Samperio

El escritor mexicano Guillermo Samperio agarra vuelo con frecuencia a Ecuador; la razón: su padre  William Samperio, quien se radicó en   Quito   hace muchos años atrás. Pero esta vez el motivo de su visita a la “Carita de Dios”, como le dicen a la capital, no fue su padre, sino el encuentro literario “Quito, ciudad de letras”, que agrupó a seis escritores latinoamericanos. “Estoy invitado principalmente para hablar sobre este ya no tan nuevo fenómeno de la ficción breve, de la microficción”, dijo parsimonioso y pausado.

Samperio  se caracteriza por sus cuentos y microrrelatos, “La brevedad es una jirafa enana”, “La amistad es un girasol o un durazno fresco”, “Los aplausos son una mariposa”, “Alguien te está soñando”, “Tabaco de luz” son algunos de las “microficciones” que en un texto homónimo acumula el escritor. La facilidad para escribir los cuentos breves se la debe a su maestro guatemalteco Augusto Monterroso, quien prácticamente creó este tipo de narrativa; sencilla, pero engordada de referencias.

La elaboración de cuentos es otro de los pilares que sostiene a este escritor. Su más reciente trabajo se titula “Sueños de escarabajo”. El libro recoge 28 textos y  evoca una época en que el grupo musical Escarabajos -no suena tan bien como en su idioma original- de Liverpool, conocidos como Beatles, marcaron una revolución musical que coincidió con un pensamiento y un movimiento social crítico.

Samperio tiene 63 años, es alto, de contextura gruesa, armado con un gran sentido del humor y le apasiona, además de las letras, la danza, dictar talleres, hablar de política, fumar y humear copiosamente durante sus entrevistas.

Antes de su charla en el encuentro “Quito, ciudad de Letras”, el autor de “La Gioconda en bicicleta” -obra que fue traducida al italiano- contestó algunas preguntas protegido por una cortina gris que alimentaba con bocanadas de humo. “Fumo en las entrevistas” se justificó con aire de  complicidad al finalizar la entrevista tras haberse acabado cuatro tabacos.

El escritor, atento a los movimientos del fotoperiodista que aprovechaba cada acercamiento del cigarrillo a sus labios para tener un ángulo diferente y la tan ansiada foto de retrato, lo sorprendió: “¿Quieres que me saque la camisa para mostrarte mis tatuajes?”.

La respuesta conservadora del fotógrafo quedó en el aire. Samperio llevaba puesto un pantalón negro y dos camisas, una de manga corta y otra larga que cubría sus tatuajes.

Al librarse de la camisa de mangas largas dejó ver su brazo izquierdo decorado con trazos que muestran los rostros de John Lennon y Marilyn Monroe. En su antebrazo derecho estaba el nombre del cantautor argentino Andrés Calamaro y sobre este, un dibujo de un salmón,  nombre de uno de los discos que el argentino editó en el período posterior a una extensa rehabilitación en que logró salir de las drogas. “Me gustan muchas piezas (de Calamaro), pero lo que más me gustó fue su actitud de limpiarse, demostrar a la juventud que se puede abandonar las drogas”.

El fotógrafo aprovechó cada instante para captar los movimientos que realizó Samperio mientras  explicaba la razón de sus tatuajes.

Una vez   terminadas las distracciones volvieron nuevamente  las preguntas, que ahora fueron interrumpidas por algunas sonrisas y las inacabables bocanadas.

Uno de los temas que más llamó la atención es aquel de la narcoliteratura  en México y Colombia, tendencia que apareció al tiempo en que las personas desaparecían a causa del tráfico de drogas. Un ejemplo conocido es el libro

“La Parábola de Pablo” del que se  basó para realizar una serie en televisión que cuenta la  vida  y muerte del capo  colombiano Pablo Escobar.

“En lo personal no me atrajo escribir sobre el narco” contó, e inmediatamente sacó uno de sus dos textos cortos sobre el tema. “Uno se llama ‘AK-47’ y es una microficción. Se trata de un narco joven. Este agarra su AK-47 y dispara al espejo y no se da cuenta de que quien está disparando es la imagen, y a quien mata la imagen es al narcotraficante.

Ese es todo el chiste del cuento”, dijo con ironía. “Tiene un simbolismo porque ellos (los narcotraficantes) van a acabarse entre sí”, sentenció.

Para el autor, las novelas sobre el narcotráfico son una recreación de los sucesos, y en ese sentido no cree que sean un aporte literario. “Buenos libros sobre narcos no hay muchos, hay muchos libros”, ironizó con picardía.

Al tocar el tema, el escritor destacó el trabajo que cumplen los periodistas en su país, quienes arriesgan su integridad física y la de su familia por llevar una información precisa y por confrontar a los grupos violentos que se multiplican. “Han sido raptados, han arriesgado su integridad física, su familia, realmente los más heroicos de México han sido los periodistas”, afirmó.

Samperio tiene la ligera esperanza de que el nuevo presidente, Enrique Peña Nieto, del Partido Revolucionario Institucional (PRI), tenga un plan de negociación con los carteles de drogas para que reduzca los brotes de violencia que han destruido algunas ciudades de México, como  Tamaulipas.

“El Partido de Acción Nacional (PAN) no pudo controlar al narco, fue un grave error declararle la guerra al narcotráfico, sobre todo si no tenía la certeza de que iba a triunfar. Lo único que sucedió es que se compraron más armas a los Estados Unidos”, soltó sin esperanza.

El mundo de las letras

A Samperio  le preguntamos si las nuevas plumas tendrán suficiente vigor para un parricidio literario. El autor estalló en una risa contundente.

“No creo, por poner un ejemplo, que pueda aparecer alguien y asesine la literatura de Juan José Arreola, una obra perdurable, universal, o la de Martín Luis Guzmán”, dijo el cuentista y añadió que los nuevos autores, que sí observa, deben replantearse nuevas propuestas.

El autor del cuento “Emiliano Zapata, un soñador con bigotes”, explicó que en su país se han formado mafias artísticas literarias que no permiten el avance de las nuevas generaciones y se puso como ejemplo, aunque, según el escritor, no era lo más apropiado.

El autor -al que le gusta trabajar sin vincularse con ningún grupo- reveló que existieron autores que rompieron con esas mafias, refiriéndose así a la Generación del Crack, época en que determinados autores se agruparon tras el concepto de que se debía crear obras con una literatura más compleja y de mayor exigencia formal, estructural y cultural.

“Jorge Volpi y Pedro Ángel Palou rompieron esta resistencia de los poderes culturales y literarios en México, y lograron ubicarse en muy buena posición con obras realmente buenas”, manifestó.

“El no pertenecer a las mafias tiene un costo, pero yo tuve un reconocimiento internacional. Publicaré un libro antológico que incluirá cuento, poesía, novela y microfilm. Serán 5.000 ejemplares y lo haré con una editora española en donde solo hay trece autores mexicanos aceptados”, comentó.

El escritor de los tatuajes y de hablar pausado se reinventa cada día; eso por su acercamiento  con la danza y la pintura, artes que aprendió desde niño.

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