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El Telégrafo
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El museo Phi fusiona el arte en piedra, metal y madera

. Robinson Morán, artista escultor del complejo, le da el acabado a una flor elaborada en granito y que será parte de la ornamentación del lugar.
. Robinson Morán, artista escultor del complejo, le da el acabado a una flor elaborada en granito y que será parte de la ornamentación del lugar.
Fotos: Miguel Castro / ET
28 de octubre de 2019 - 00:00 - Redacción Intercultural

Es un lugar donde se siente y respira silencio y calma. Alejado de la zona urbana y rodeado de la frondosa vegetación del Litoral ecuatoriano y de llamativas esculturas en piedra, hierro y madera, se encuentra el centro cultural Garza Roja.

Este centro cobija a la escuela de arte Phi, una iniciativa de su propietario, Ramón Sonnenholzner, con la cooperación, hace ocho años, del maestro Imas Nerak, quien comenzó los primeros trabajos artísticos y que con el tiempo transmitió sus conocimientos a trabajadores del lugar, quienes se convirtieron en hábiles escultores.

Se reprodujeron figuras rupestres en las paredes de una estructura edificada con piedra caliza. En la parte superior se destaca una fuente de agua (foto).

Además del museo, se encuentran otros espacios, como las salas de las religiones, de inventos, el museo de las muñecas, entre otros conjuntos. Incluso dentro de poco estará listo el museo de los juguetes.

A orillas del río Daule se construyó un pez con los restos de los discos de diamante que se utilizan para pulir las obras escultóricas que se exhiben en el museo (foto).

Lo que llama la atención es su entorno: en medio de frondosos y añosos árboles nativos, como samán, mango, caoba, pechiche, caucho, entre otros, se conjuga la variedad de elementos que los escultores elaboraron.

Reproducciones de figuras precolombinas, tótems, monolitos, vasijas y flores de loto complementan el panorama. Mientras que en otras áreas se adecuaron lugares de esparcimiento para los visitantes.

De la Escuela de Artes sobresalen obras de todo tamaño, principalmente de mármol, granito, barro, cuarzo, madera, caña guadua y otros.

Sonnenholzner comenta que la iniciativa surgió hace ocho años cuando se inauguró el Museo del Grabado. “Nerak, un gran escultor, tomó a uno de mis colaboradores para que lo ayudara, cuando terminó la obra un mes después continuó trabajando y comenzó a enseñar al resto de trabajadores del complejo”.

Se inició con la madera, después con metales y finalmente con piedra, incluso con resina y caña guadua. “La escuela Phi es más bien un concepto de taller: aprender haciendo y la hemos mantenido con personas que tienen habilidades”.

En la actualidad cuatro maestros y cuatro aprendices forman parte de esta singular escuela-taller, primero elaboran los bocetos a escala para luego plasmarlos en las obras que se exhiben.

En un espacio del complejo se levanta una estructura en piedra caliza, se trata del megalito de las Helenas. Byron Panchana explica sobre la obra: las piedras fueron traídas de canteras ubicadas en la vía a la Costa.

En paredes interiores, de color blanquecino, se reproduce una serie de figuras, como pinturas rupestres. A un costado, unas escaleras del mismo material conducen a la parte superior.

Allí se encuentra una fuente de agua que al activarse inunda con gracia el interior del megalito y sobre otro costado, un tobogán lleva al visitante hacia una piscina.

El recorrido se complementa con una visita a los talleres, en los cuales hábiles artesanos elaboran figuras en piedra, especialmente en granito y travertino.

En el lugar se encuentran Robinson Morán y Marlon Segura, quienes se afanan con una piedra de considerable dimensión. Con una pulidora y cincel le dan forma a una flor.

“Cuando se trabaja en granito la figura toma forma en pocos meses, puede ser entre tres y seis”, comenta Francisco Morán, otro escultor que conduce la visita, acompañado de Stalin Martillo.

Ellos son los principales artesanos que aprendieron el oficio del maestro Nerak, quien hace algunos años dejó sus enseñanzas y ahora reside en Brasil.

De allí que el legado continúa y, según su mentor Ramón Sonnenholzner, seguirá porque de eso se trata la escuela, de un continuo aprendizaje.

El complejo Garza Roja se encuentra en el kilómetro 37 de la vía a Daule, dentro del cantón Nobol. Ocupa cerca de 80 hectáreas y está abierto al público desde las 09:00 hasta las 17:00, incluso los fines de semana.

No solo es un lugar de esparcimiento, sino también de riqueza cultural. (I) 

Modelo a escala de la figura de la flor de loto que se utilizó para su elaboración. Los artesanos del lugar son los que se encargan de las ideas y de plasmarlas en las rocas (foto).

Museo une arte, religión e historia de la humanidad

En el complejo se encuentra el museo que fue abierto al público en 2015. Según su promotor Ramón Sonnenholzner, el sitio es un espacio que une el arte, la religión y la historia.

En el interior está una obra que llama la atención, ”el árbol de la historia”, en el tronco se han tallado figuras de personajes históricos de Ecuador.

Los visitantes pueden recorrer las áreas, la sala de las religiones. Allí se observa una réplica a menor escala del Muro de los Lamentos (símbolo del judaísmo), de una mezquita (islamismo) y de diferentes vertientes cristianas, como católica, luterana y ortodoxa. Además, una imagen de Buda (budismo).

En otra sala se observa una réplica de la imprenta de Johann Gutenberg, un telégrafo y una locomotora antigua.

En otro piso está la sala denominada Guavinchi, en la cual se exhiben reproducciones de los inventos que dieron lustre al célebre Leonardo da Vinci.

El guía Byron Panchana recalca que está previsto que en el complejo se construya un jardín y para ello se adecúa el área.

El sitio estará cerca de las riberas del río Daule y se complementará con el espacio natural del lugar. (I)



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