El Museo Antropológico y de Arte Contemporáneo (MAAC)  lanzó al río las letras del Centro Cultural Libertador Simón Bolívar, nombre que se le impuso desde el 24 de julio de 2009.

Con la simulación de un velorio, motivado por el colectivo  Los Chivox, el Museo empezó las celebraciones por sus 15 años de sobrevivencia, que se cumplen hoy con su nombre de siempre.

El cambio de nombre, las reducciones de presupuesto, los cambios imprevistos de directores y ministros están dentro del balance de este tiempo en el que el Museo no ha dejado de funcionar.

“Un centro cultural puedo tener en mi casa”, relata Sarah Bermeo, responsable del área de Arte, quien empezó a trabajar en el Museo del Banco Central hace 35 años.

Sarah Bermeo empezó a trabajar en el Museo del Banco Central hace 35 años. Siempre quiso estar a cargo de la colección de arte.

Desde que se gestó el proyecto MAAC, a finales de los 90, hasta que se le cambió su nombre, personas como Bermeo han intentado que el objetivo del museo sea el mismo, aunque la situación política varíe.

“Los museos existen por sus colecciones y el MAAC es el único de todos los que tiene el país que exhibe de manera pública en un portal sus piezas de arte”, afirma Bermeo.

“La gente no entiende la magnitud del trabajo que hay. Jamás cerramos las puertas, nunca dejó de haber programación, a veces bueno, a veces no tanto”, agrega.

Ahora mismo, Bermeo revisa en una tabla las obras de colecciones privadas y públicas que debe prestar en todo el país para la siguiente muestra del museo. “Imaginarios de la selva” se exhibirá a finales de agosto, curada por Ana Rosa Valdez.

Cada vez que hay una muestra Enrique Tuárez debe revisar el estado de cada pieza para garantizar su estadía en el Museo. Hace 17 años es el restaurador.

Empezó a trabajar para la inauguración de Umbrales, la muestra con la que se inauguró el repositorio. Desde entonces controla el estado de cada pieza de la colección de arte, que se nutre de donaciones como las de Juan Hadatty, pues no se volvieron a hacer adquisiciones después de los ochenta.

Tuárez se enfrenta a diario con la difícil tarea de hacer restauraciones de piezas que antes habían sido consolidadas y que -en muchos casos- tiene que descubrir los materiales que se usaron para su preservación. Su trabajo es a base de prueba y error antes de aplicarlo a la obra.

“El museo ha tenido altibajos. Hemos tenido diferentes entes reguladores. Muchas veces acoplarse al que viene, al que sale, entorpece pero nuestro trabajo interno no afecta mucho”, dice el restaurador.

Aun después de 15 años de funcionar con una estructura de manteño-huancavilca, frente a la ría, hay quienes llegan al MAAC y preguntan por la balsa manteña que había en su antigua residencia. Quieren ver dinosaurios o dudan si este es el espacio en el que se alberga la colección de arqueología que hasta inicios de este siglo estaba en el edificio que tiene en su fachada la cara de Atahualpa, en 9 de Octubre y Antepara.

“Siempre es la primera vez de una persona en el Museo”, cuenta Pablo Izurieta, uno de los guías de este espacio y uno de los trabajadores que vio nacer el proyecto cuando aún lo manejaba la dirección cultural del Banco Central.

Él se confiesa antisocial, pero considera que la magia de su trabajo está en establecer relaciones entre la historia y el presente, como contarle a la gente que con las figuras de Valdivia se hacían curaciones en la era prehispánica.

Mariella García trabaja en el Museo desde 1998 y fue la directora de la institución hasta 2010. Ahora volverá a serlo, tras la salida de María José Zurita.

Durante estos últimos años ha sido coordinadora de investigaciones. Es la curadora de una de las muestras con las que se inauguró el espacio: “10.000 años del antiguo Ecuador”.

Su trabajo como artista, con el que ganó el Mariano Aguilera en los 70 y el Salón de Julio en los 80, se ha nutrido de las investigaciones que hace en el MAAC con figuras arqueológicas. “Finalmente hago lo que me gusta”, dice García. (I)