Publicidad

Ecuador, 22 de Septiembre de 2024
Ecuador Continental: 12:34
Ecuador Insular: 11:34
El Telégrafo
Comparte

Morábito o la escritura como sobrevivencia

Es autor de libros como Cuando las panteras no eran negras (1997), Cuentos populares mexicanos (2014) y Lotes Baldíos (1995), entre otros.
Es autor de libros como Cuando las panteras no eran negras (1997), Cuentos populares mexicanos (2014) y Lotes Baldíos (1995), entre otros.
Foto: Eduardo Escobar / El Telégrafo
15 de septiembre de 2016 - 00:00 - Redacción Cultura

El escritor Fabio Morábito (Egipto, 1955) arribó  a las 21:00 del miércoles pasado a Guayaquil. Era uno de los invitados a la Feria Internacional del Libro, uno de esos espacios en los que considera que los autores se vuelven figuras espectaculares, a quienes los periodistas colman de preguntas, incluso cuando muchas veces confiesan no haber leído sus obras. Aun así, con resistencia sobre esa idea, le gusta asistir para conocer ciudades y leer escritores que, de otra manera, no conocería.

Morábito está consciente de que “es tan grande la oferta que, seguramente, se pierden muy buenos libros por ese exceso de obras, muchas veces mediocres”.

Apenas llegó quiso recorrer la ciudad, cargada como tantas otras de lugares “donde no sucede nada, lotes baldíos ocultos”, dice en uno de sus poemas. Salió del hotel en el que se hospedaba y preguntó cómo llegar caminando a la Feria del Libro, en el Centro de Convenciones. “¿Cómo va a llegar allá caminando? Eso está muy lejos”, le dijo un citadino y él pensó que para los locales las distancias siempre son más grandes de lo que son y empezó su camino.

En el trayecto se topó con un paisaje insípido en el que tuvo que esperar cerca de 5 minutos para cruzar una gran avenida que minimiza las opciones del peatón. Al final de su recorrido sintió que no bastaba, que aún no conocía la ciudad, construida frente a un río que la divide.

Morábito es hijo de italianos. Nació en Alejandría, Egipto, una ciudad fundada en las afueras de África, donde vivió hasta los 15 años. Entonces inició su periplo como extranjero, en un país donde  desconocía por completo el idioma, México, a pesar de que ahora la mayor parte de su escritura está inscrita en él, en el castellano, el idioma que varía en cada ciudad donde se habla y lee.

“Un día mi padre dijo nos vamos, y tú eras la meta: otra lengua, otros amigos. No los amigos de siempre, la lengua, la que hablo me ha revuelto en tus aguas”, expresa Morábito en el poema Ciudad de México.

En El idioma materno, una recopilación de textos que inició con publicaciones continuas en la revista Ñ de diario El Clarín, se revela a sí mismo en un juego entre realidad y ficción. Confiesa sus manías con la escritura y, a través de anécdotas, deviene en historias sobre el idioma, la forma en la que se cruzan las ideas y la lengua que habla con otras.

En uno de sus primeros ensayos recuerda que se enamoró de un niño de su clase, quien casi no hablaba  y tenía facciones delicadas. A Mássimo, su compañero, el maestro le hizo leer en voz alta y él no sabía cómo hacerlo, balbuceaba de tal manera que no concluía las frases. Cuando fue el turno de Morábito, decidió hacerlo peor que su amigo. Empezó a leer y, luego de equivocarse a propósito, no pudo evitar corregir su lectura y hacerlo perfecto. Él decidió salvar el idioma, la palabra y, de ello, dice que “la traición y la escritura son vocaciones estrechamente unidas”.      

Para Morábito “la idea de escribir es una manera de atrincherarse un poco frente a la realidad y, en ese sentido, es una forma de replegarse y traicionar un poco la vida de las personas comunes y corrientes que no necesitan ningún afán de trascendencia como el que daría el arte o la literatura para vivir. No es más que eso. Es entender la literatura como una forma de defenderse, de dar un paso hacia atrás, mirar la realidad de una manera más rotunda que es lo que se le pide a un escritor”.

Morábito, que desde su condición de extranjero ha publicado siempre en español y entre sus últimas obras tiene la reescritura de cuentos populares mexicanos, considera que desde ese lugar hay una necesidad de afincar sus historias en un lector no reconocible.

“Es algo común. Creo que al depurar el entorno, volviéndolo un trasfondo común, no identificable, eso me permite hacer lo que más me interesa, que es escudriñar más profundamente los personajes y descubrir con mayor libertad las posibilidades de la historia”.

Desde esa postura escribe sus relatos y su poesía. (I)

Contenido externo patrocinado

Ecuador TV

En vivo

Pública FM

Noticias relacionadas

Social media