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Moonrise Kingdom: sí, en la repetición está el gusto

Moonrise Kingdom: sí, en la repetición está el gusto
27 de noviembre de 2012 - 00:00

“La poesía no se supone que rime, solo debe ser creativa”, dice un joven de 12 años que apenas renunció a los Khaki Scouts y escapa con el amor de su vida, Suzy Bishop, una niña perturbada, por una inventada ciudad de Nueva Inglaterra. No ha habido historia de amor tan bizarra (desde “Harold y Maude” como decía Mary, protagonista de “Loco por Mary”, de los nativos de Nueva Inglaterra Peter y Bobby Farrelly) como “Moonrise Kingdom”, de Wes Anderson, genio detrás del lente en la imperdible trilogía “Rushmore”, “La vida acuática con Steve Zissou” y “The Royal Tenenbaums”.

Los personajes peculiares esta vez son un par de niños, Jared Gilman como Sam y Kara Hayward como Suzy Bishop. El problema es que las personalidades de ambos parecen calcadas de personajes que Anderson tuviera a su cargo en sus más conocidos filmes: Suzie es una nueva y rejuvenecida Margot Tenenbaum y Sam es una extraña mezcla, pero con proporciones exactas, de Max, protagonista de “Rushmore”, y Richie Tenenbaum.

Lo mejor de ver este filme en una sala con gran pantalla y sonido de primera es escuchar ingeniosos diálogos como “Toma tiempo entender las cosas. Ha sido probado por la historia: toda humanidad comete errores”, enunciada por Bruce Willis, en un más que merecido retorno a este cine cómico del absurdo, en la piel del Capitán Sharp (nótese que esta palabra significa literalmente afilado, lo que el personaje de Willis no es, para nada); además del melodioso y cautivante score de Alexandre Desplate, el cual, si uno se queda para los créditos, es explicado minuciosamente y descompuesto a su mínima expresión con la narración de los niños protagonistas.

Otro adecuado y sobrio retorno a la comedia, con tintes existenciales, por decirlo de alguna manera más precisa, es el del actor y director Edward Norton, que con su personaje del Maestro Scout Ward, hace recordar al padre Brian Finn, de “Divinas tentaciones”; sin olvidar la presencia de Bill Murray como el abogado casado con otra abogada que lo engaña con Sharp y padre de Suzy, Walt Bishop en una caracterización que no se parece totalmente a ninguna de las anteriores que haya hecho en este tipo de filmes, pero con leves rezagos del protagonista de “Lost in Translation” y de Steve Zissou.

Solo con esos tres actores, Anderson, ayudado por Roman Coppola en el guión de esta nueva aventura cinematográfica, podría tener más que una película decente, pero para elevar aún más la barra hace uso de las dos mejores actrices en este peculiar tipo de comedias, estrellas de los filmes de la competencia directa de Anderson Joel y Ethan Coen, Frances McDormand como Laura Bishop y Tilda Swinton como Servicios Sociales. Un cameo que se aprecia mucho, al menos para el espectador conocedor, es el de Harvey Keitel como el Comandante Pierce, que a pesar de no hacer mucho por la trama, genera unas cuantas risas y hace crecer al personaje de Norton.

La incompetencia de Norton y Willis como los responsables de un grupo de búsqueda cada vez que Suzy y Sam escapan y ponen a toda la isla cercana a Nueva Inglaterra de cabeza es más que hilarante, sin embargo no tanto como oír al Khaki Scout “Lazy Eye” preguntándole al Maestro Scout Ward cuál es su verdadero trabajo, a lo que él responde que es profesor de matemáticas de octavo grado. “Lazy Eye” replica si para ello se necesita PhD, y el Maestro Scout se ve en la incómoda posición de decirle que eso no importa por el momento, ya que un scout de la tropa 55 que ellos conforman está perdido y eso encaja en el estar en medio de una crisis; además, prefiere  decir que su trabajo real es del Maestro Scout y que paralelamente es profesor de matemáticas.

Otro momento hilarante, algo forzado para los no acostumbrados al estilo de Anderson, es cuando Walt Bishop lanza su zapato al Maestro Scout Ward luego de recriminarlo por no controlar a su tropa, a lo que el Maestro Scout responde con un  “estoy intentándolo”.

La pantalla partida por diferentes comunicaciones telefónicas y la visión a través de los binoculares de Suzy son trucos de fotografía imprescindibles; mientras los paisajes de la isla, las escenas de tormenta y los momentos en que a los personajes les cae un rayo y aun así resultan ilesos muestran el arduo trabajo de la dirección de arte y diseño de producción. Siempre es la música la que guía todo, y en lo actoral no está de más la breve aparición de Jason Schwartzman, uno de los actores fetiche de Anderson, como el primo Ben que ayuda a la joven pareja a escaparse por el río, aunque deben desistir de esa opción, y hasta los casa.

Otra cosa fuera de este mundo es ver al actor de carácter Bob Balaban asumir el rol del narrador -que Anderson acostumbra a dar a una voz en off-, interactuando incluso con los demás personajes. Son las pocas expresiones faciales de Suzy y la inteligencia precoz de Sam las que dotan de un extraño sabor a esta comedia singular. El amor entre dos niños que apenas se conocieron hace un año casi por accidente, y mantienen una amistad por correspondencia que los lleva a planificar su huida juntos, se torna más interesante en momentos de intimidad emocional y física entre los púberes.

Un beso y un contacto con los incipientes senos de Suzy, con el debido consentimiento de ella, hacen más creíble, aunque difícil de digerir para los pacatos, la relación de los adolescentes enamorados. A la par, las peripecias del grupo de búsqueda, las actitudes de Walt Bishop para demostrar su poca estabilidad existencial y el clímax sobre la iglesia y durante la tormenta dotan a “Moonrise Kingdom” de un olor a cine estéticamente concebido, intelectual y poético, no solo preocupado por sacar risas a su observador. Se nota por qué fue el filme elegido para abrir el festival de Cannes este año. Aunque se apreciaría mucho mejor si no se sintiera que el director camina por terreno demasiado familiar para él.

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