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Ecuador, 22 de Enero de 2025
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El Telégrafo
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Montero: “escribimos para hacerle frente a la muerte”

Rosa Montero, escritora y periodista. Algunas obras: La ridícula idea de no volver a verte (2013), La hija del caníbal (1997) y Temblor (1990).
Rosa Montero, escritora y periodista. Algunas obras: La ridícula idea de no volver a verte (2013), La hija del caníbal (1997) y Temblor (1990).
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De paso por Lima, la autora de La loca de la casa comparte para diario EL TELÉGRAFO algunas de sus reflexiones alrededor de la escritura.

La autora participó en el coloquio denominado La creación literaria hoy, en la Bienal de Novela Mario Vargas Llosa. Allí reflexionó junto a los escritores peruanos Giovana Pollarolo y Gustavo Faverón sobre la situación que atraviesa la literatura y los nuevos escritores.

En su análisis expuso, entre otros problemas para la creación literaria en esta época,  que hay más piratería provocada por las nuevas tecnologías y que los periódicos dan menos espacio a las secciones culturales en detrimento de los escritores.

Montero, dueña de una obra traducida a una veintena de idiomas, ha encontrado en la novela y el periodismo espacios para expresar sus formas de entender la realidad. Para ella las palabras no sanan ni curan, están ahí para ser contadas, para ser dueñas de una explicación única.

Una alta dosis de pasión se deja sentir en cada una de las intervenciones de los escritores en esta cita. ¿Esa pasión, que es la misma que se siente al escribir, se mantiene con el paso del tiempo y el oficio, o se desgasta?

Hay distintos casos, mira a (Juan) Rulfo, por ejemplo; hay muchísimos escritores que la han perdido, para sostener a la pasión necesitas mantener vivo al niño que llevas dentro, el niño es donde reside la creatividad, entonces a veces el niño se muere, envejece, y el miedo al silencio y al bloqueo aparecen siempre ahí.

¿Ese niño puede verse afectado en momentos como este, en los que parece que la sociedad ha olvidado el significado de la belleza, por ejemplo?

La gente sigue necesitando la belleza, la belleza está cada vez más al alcance de todo el mundo, cada vez se lee más, por ejemplo.

La lectura siempre ha sido minoritaria, y lo sigue siendo, pero como una minoría más numerosa que nunca. Yo no creo que la belleza esté alejada, creo que la belleza sigue siendo el principal soporte.

¿Quizá por eso las palabras sigan ayudando a causas tan grandes, como explicar el dolor?

Las palabras escritas y leídas, las palabras como la música, la pintura, los cuadros, el arte, la belleza...  nos rescata del sin sentido de la vida.

Pero eso no deja de mostrar un tiempo de crisis, como el actual, reflejada en hechos como el cambio en las formas de distribución del libro, o el acercamiento a la lectura que sigue teniendo límites en países como los nuestros...

Depende, ahora mismo el libro tiene un problema añadido, a parte de la crisis económica que es global: está el problema de la crisis de modelo, o sea, está pasando del soporte físico al soporte informático, a la piratería informática por lo tanto. Entonces hay que adaptarse a eso, a la desaparición de librerías, de editoriales, estamos atravesando ese desierto. Se llegará a un acuerdo porque la sociedad necesita a sus creadores, se acordará respecto a cómo defender los derechos de propiedad intelectual, por ejemplo, pero ahora mismo estamos haciendo una travesía en el desierto.

En cuanto al fomento de la lectura pues también eventos como esta Bienal (la reciente de novela Mario Vargas Llosa) fomentan la lectura, la escritura y dan, en momentos de crisis, un apoyo y una esperanza a los escritores y a la gente. Al traer a los escritores y acercarlos a sus lectores siempre se fomenta la escritura. Eso es excelente.

En este evento ha estado presente un énfasis muy fuerte en la relación entre escritura y lectura: ¿quizá hay un límite entre leer y escribir, una línea que todo el que quiera crear debe atreverse a cruzar?

En mi libro La loca de la casa, reflexiono sobre ello: por qué necesitamos escribir. No cabe duda que los escritores somos lectores apasionados, pero supongo que además de ser lectores furiosos necesitamos escribir, y yo aventuro varias hipótesis para explicar eso: quizá somos personas más obsesionadas con la muerte que la media de las personas, quizá somos personas más conscientes de la disociación que la media de las personas. Yo leo muchas biografías de escritores, considero que la mayoría de los novelistas hemos pasado por un periodo de violenta pérdida de la infancia, como en el caso de Conrad, cuyos padres eran nacionalistas polacos y los rusos los enviaron a la Siberia y en un año se murieron los dos, y cuando Conrad tenía nueve o diez años ya era huérfano.
Quizá escribimos para intentar hacerle frente a la muerte, para intentar recuperar lo perdido.

¿La labor de construir perfiles de personajes permite entonces generalizar ciertos aspectos de ellos y sus respectivas épocas?

Claro, muy dentro de cada uno de nosotros estamos todos. O sea que realmente cada individuo de alguna manera representa su tiempo.

Pero al parecer esta época no asocia necesariamente la época al individuo, da la impresión de que el tiempo se ha disociado de los eventos.

No creo eso, por qué se va a disociar, el aturdimiento que estamos viviendo quizá es la época, el hecho de que la multiplicidad de la información y esa especie de vértigo que se siente es la época, que la gente tenga 17 años y viva colgada del chat, tal y cual, eso es la época, la crisis de la identidad es la identidad en este momento también, no puedes no tener identidad, tu identidad puede ser confusa, conflictiva y todo, pero no puedes no tener identidad. Tu identidad es tu época.

¿En esta época aturdida el lenguaje ha sostenido sus cambios?

El lenguaje es la piel de una sociedad, a medida que se agranda o se achica la sociedad el lenguaje cambia, por ejemplo en España ya es muy raro que se diga “señorita”, el “señorita” se va perdiendo de la misma forma que ya nadie dice “señorito”, pues suena raro porque ya no tiene un lugar social. Todo el rato va cambiando porque es una forma viva.

Sus oficios como periodista y novelista ponen como idea central el manejo de la verdad, de distintos tipos de verdad.

Sí, son  dos verdades distintas: el primero va a la verdad notarial, cotidiana, esas verdades de las que un notario puede dar fe, y la novela va a verdad profunda, a la verdad de la época, a la sociedad. Es como el periodismo habla de los árboles y la novela habla del bosque.

Esa verdad profunda está presente en las buenas novelas, en las malas no, pues ellas no aspiran a la verdad profunda.

Sigue siendo el tener una conciencia crítica una forma de buscar esa verdad profunda.

Eso no es solo para la literatura sino para el ser ciudadano, ser críticos como ciudadanos, intentar luchar por mejorar la realidad, eso ya no tiene que ver ni con ser escritor ni con nada, porque si no te comprometes ni con la realidad ni con nada no vas al lugar al que crees ir. Hay que caminar hacia donde creas que es mejor.

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