Misha Vallejo devela lo humano de una ruta comercial
Volvió a casa después de cruzar la ruta Manta-Manaos (2.500 kilómetros), que une a los océanos Pacífico y Atlántico, a través de ríos y carreteras que recorrió durante un trimestre. El fotógrafo Misha Vallejo fue con los ojos atentos, a descubrir a las personas de una ruta comercial que escondía los rostros de sus pobladores tras las cifras que barajan sus empresarios y gobernantes.
Como observador que atrapa ciertos instantes, Vallejo hizo cerca de 50 mil fotografías, a las que clasificó en 5 categorías. Una de estas, Street photography, contiene personajes en situaciones cotidianas, en el orden en que fueron tomadas. “No sé si sea un nombre técnico (el que voy a decir), pero lo mío era la técnica del vagabundo”, describía Misha, el jueves pasado, ante el auditorio Agustín Cueva, del Ministerio de Cultura y Patrimonio.
“Fotografiaba lo que me salía de las entrañas”, dijo, sin ambages, como el neoyorquino Garry Winogrand, cuya sencilla frase: “Me gusta ver cómo luce una cosa fotografiada” resulta luminosa.
Un día bueno, Misha hacía 1.500 fotos; uno malo, sus ‘disparos’ no sobrepasaban los 400. La bonanza diaria de su trajinar interoceánico contenía una imagen por segundo, aunque eso significara tener las manos sobre la cámara durante 24 horas. En medio del clima costero, andino, amazónico, una noche escribió en su diario de viaje: “Luz; lo conmovedor y lo perturbador, la sensibilidad del subconsciente; viaje interior... esto no es sobre la ruta, es sobre las personas”. Y los rostros y las obras empezaron a aparecer.
Pese a que Vallejo se considera un fotógrafo documental, está convencido de que la fotografía miente; “es el punto de vista de una persona que hizo clic, nada más”. No se trata de la verdad ni de una composición deliberada, sino de la apertura del diafragma y una elección a través de este: qué mostrar, con qué encuadre hacerlo. Eso, aunque dé respuestas y parezca objetivo, no deja de ser un punto de vista.
“Utilizo el Photoshop para hacer ajustes básicos, pero nunca más que eso. Lo que aparece es lo que vi en la calle”, dice el fotógrafo-viajero que ha dejado de lado el blanco y negro, ya que considera que “le resta información a la realidad”.
Personajes reales que reniegan de la ficción
En Manta (Manabí), los blancos de Vallejo tenían espectadores intrusos que, con acento costeño, lo delataban. “Oye, ponte guapo”, le gritaban al objetivo, al personaje que el quiteño quería retratar.
En Quevedo (Los Ríos), al menos 5 veces por día le decían que se cuidara: “Bróder, te van a robar”, escuchó de alguien en un hotel, luego se lo repitieron los vecinos y, al final, la advertencia llegó hasta de boca de un par de policías, pero Misha tenía en mente a Alexander Pope: “Los tontos entran donde los ángeles temen llegar”. Y continuaba.
En Loreto (frontera EcuadorPerú), sus personajes tenían recelo de que fuera a dar una versión de ellos parecida a la de Pantaleón y las visitadoras, la novela de Mario Vargas Llosa, que desaprueban.
Y en Leticia (Colombia), un motociclista le regaló su camiseta a Vallejo luego de que le pidiera una fotografía. El quiteño se conmovió. (I)