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Ecuador, 25 de Diciembre de 2024
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El Telégrafo
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“Mis batallas han sido siempre con la pluma en la mano”

La mañana del 21 de agosto de 1940 los teletipos lanzaban al mundo la noticia del asesinato en Ciudad de México del revolucionario ruso León Trotsky. En este país, desde 1937 hasta su asesinato, vivió el hombre que, codo a codo con Lenin, forjó el primer Estado Obrero del planeta. (Ver infografía ampliada)

Antes de venir a México, Trotsky, expulsado de la Unión Soviética en 1929, había vagado por varias naciones europeas en pos de asilo. Sin embargo, tan solo  México, que en esos años se había convertido en tierra propicia para los perseguidos de conciencia, salió al frente y no solo que se le dio asilo, sino que el propio presidente Lázaro Cárdenas envió el tren presidencial a Tampico para que lo traslade hasta la capital mexicana.

La Casa Azul de Frida Khalo, ubicada en la colonia Coyoacán, fue el primer hogar de Trotsky y su mujer. Después se mudarían a una casa ubicada en las esquinas de las calles Morelo y  Viena, en la misma colonia. Fue allí donde el español Ramón Mercader, que fungía de amigo suyo, lo atacó, provocándole las heridas que le causaron la muerte.

Trayectoria vital y política

Lev Bronstein o León Trotsky nació el 26 de octubre de 1879 en Ianovka, una aldea de Ucrania, parte del imperio ruso. En su autobiografía publicada en 1930, Trotsky anota que la lucha revolucionaria marcó siempre el rumbo de su vida.

Su batalla por las ideas empezó muy pronto. Puesto a elegir entre estudiar ingeniería como quería su padre, escogió un destino  donde la excepción era lo cotidiano en su vida: cárcel, persecución  o destierro.  En 1898 fue detenido por primera vez y luego desterrado a Siberia. Para esa época estaba casado y tenía ya dos hijos que se quedaron en Rusia, mientras él, con un pasaporte falso a nombre de Trotsky, escapaba en un tren rumbo a Occidente.       

Trotsky acusó a Stalin de traicionar la revolución rusa, convirtiéndola en una dictadura burocráticaEn 1902, en Londres, conoció a Lenin -la primera vez que le hablaron de él fue mientras estuvo encarcelado en Moscú-. Un encuentro crucial porque en Rusia se estaba gestando ya el germen de la gran Revolución de Octubre, de la que ambos serían artífices principales.

Fue a París, desde donde recorrió varias ciudades europeas (Bruselas, Lieja, Suiza y algunas alemanas) para lograr encontrarse con estudiantes rusos.   

Estaba en Ginebra cuando se enteró de la masacre ordenada por el Zar contra cientos de obreros y campesinos que reclamaban mejoras laborales. Este hecho fue la antesala del movimiento de 1905, en el que Trotsky -que había vuelto a Rusia- participó en primera línea: fue presidente del Soviet de San Petersburgo, proclamó la jornada de ocho horas, la negativa a pagar los impuestos, experiencia que le serviría para afrontar la revolución de 1917.

Después de la derrota del movimiento, Trotsky fue arrestado  y enviado a Siberia. De ahí volvió a escapar y se dirigió a Viena, donde publicó un periódico llamado Pravda (La verdad). Pasó por París rumbo a España. Desde ahí lo deportaron a Nueva York, ciudad en la que recibió  los primeros informes confusos sobre el alzamiento en Petrogrado. La revolución había comenzado y Trotsky retornó a Rusia.

El tren del Ejército Rojo

A mediados de 1918 veintiún ejércitos de distintas nacionalidades se unieron al ejército blanco -conformado por fuerzas rusas contrarrevolucionarias pro zaristas- y el Estado soviético se redujo a un pequeño espacio  alrededor de Moscú y Petrogrado.

Había que defender la revolución, por eso se decidió que Lenin se quedaría en Moscú controlando el gobierno central y Trotsky se encargaría de la tarea de formar y coordinar al Ejército Rojo.

Tenía 18 años cuando fue encarcelado por primera vez. En 1902, en Londres, conoció a Vladimir Ilich LeninPara poder moverse en un frente de más de 8 mil kilómetros, Trotsky  hizo preparar un tren blindado, con el que pasó dos años y medio recorriendo todos los frentes de guerra. En el tren había imprenta, biblioteca, garaje y baños, y se publicaba un periódico de ruta. Desde ahí Trotsky organizaba, educaba y administraba al ejército.

Levantando, en el mismo frente, compañías, batallones, regimientos de refresco y a veces hasta divisiones enteras. Y no obstante el enorme trabajo y la tensión, todavía tenía tiempo para escribir miles de proclamas, centenares de artículos y hasta un  libro: “Terrorismo y Comunismo”, donde  analiza la naturaleza de la guerra civil.

El exilio

El que había sido personaje clave para  la toma del poder bolchevique en noviembre de 1917 y, más tarde, el comisario de asuntos militares que condujo al Ejército Rojo a la victoria en la gran guerra civil, se convirtió en  una más de las miles de víctimas de las purgas  stalinistas.

De los 24 miembros que conformaban el Comité Central del Partido Bolchevique soviético en 1917, en 1940 solo dos quedaban con vida: Stalin y Trotsky.

Después de la muerte de Lenin y con la ascensión de Stalin al poder, Trotsky es  destituido de su cargo de  Comisario de Guerra, luego apartado de la dirección del Partido y posteriormente expulsado del mismo. Más tarde sería deportado a Kazajistán (Asia Central) y finalmente expulsado de la URSS en 1929.

A partir de ese momento comenzaría junto con Natalia, su segunda esposa, un peregrinaje por varios países. Estuvo en Constantinopla, donde escribió su autobiografía “Mi vida” e “Historia de la revolución rusa”. Pasó, en 1933, a Francia, país del que fue expulsado, acusado de estar en contacto con grupos “trotskistas”.

Marchó a Noruega, allí estuvo desde 1935  hasta 1937, cuando México aceptó recibirlo -el pintor Diego Rivera hizo personalmente gestiones ante el presidente Cárdenas-.

Para esa época ya habían sido asesinados varios de los hijos de Trotsky, y durante su estancia en México  asesinarían en Rusia a los que quedaban vivos.

Antes del ataque fatal del español Mercader, Trotsky había sufrido en mayo un primer  atentado. Un grupo de veinte hombres, comandados por el famoso pintor y muralista mexicano David Alfaro Siqueiros, le dispararon alrededor de 200 tiros, pero no pudieron matar al revolucionario.

Trotsky decía que la pluma era su arma de batalla. Testigo de ello son los más de 10 libros que dejó para la posteridad, entre ellos: “La Revolución Traicionada”, un texto donde con profundo conocimiento y gran detalle  analiza y descifra el régimen de Stalin, a quien acusa de convertir la Revolución de Octubre en una dictadura burocrática, anunciando su próxima caída si no se corregía el rumbo.

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