Michael Handelsman, investigador literario
Michael Handelsman: "Publicar en español fue una decisión política"
Este año el Congreso de Ecuatorianistas homenajeó a Michael Handelsman, profesor de la Universidad de Tennessee y docente de la Universidad Andina de Ecuador. Handelsman ha investigado y abordado en sus publicaciones un sector que en los años 70 estuvo invisibilizado: la narrativa de mujeres y la oralidad de los afroecuatorianos.
De sus hallazgos de los años 70 y el recorrido por la literatura ecuatoriana de mujeres, ¿qué ha sobrevivido y se ha puesto en valor actualmente?
Cuando llegué a Ecuador en los 70 me dijeron que no había escritoras, que no había modernismo ni literatura de afrodescendientes. Ese “no hay” me dejaba con escepticismo porque en el resto de América sí había todo aquello que me decían que no existía. Descubrí que sí había, pero por falta de interés la gente no lo quería ver.
¿Era la imposición de un canon?
Además de eso era una negación. De lo que ha sobrevivido y se ha puesto en valor ahora creo que hay un corpus de esa literatura que buscaba y que vale la pena al menos examinar.
¿Algún nombre de lo que hay que revisar?
Escritoras del pasado como Rosa Borja de Ycaza, Aurora Estrada de Ayala. De la Sierra, Zoila Ugarte. Es una lista larga. En los años 80 surgió un grupo de jóvenes narradoras, poetas y muchas mujeres. Ahora hay jóvenes, como Mónica Ojeda. Su visibilización tiene que ver con una tracción, con la voluntad de superar lo que existía. Si no hubiera existido nada, como decían, entonces no hubiera habido nada que superar.
Ahora no se quiere hablar de una literatura de mujeres. Cuando estudió a autoras como Aurora Estrada, ¿encontró alguna particularidad en ellas definida por su género?
La literatura no tiene sexo, pero siempre he dicho que la gente que la produce sí lo tiene y socialmente eso tiene implicaciones. No es igual lo que escribe una mujer que un hombre porque hay una diferencia de jerarquía, al menos en esa época, y los hombres tenían muchas diferencias frente a las mujeres. Mi idea era que leyendo lo que las mujeres escribían, al menos en un corpus importante, íbamos a encontrar un pensamiento producto de la historia vivida por las mujeres, lo cual no se desvincula de los hombres porque vivimos conjuntamente, pero desde diferentes pensamientos. Yo nunca pensé en términos de fragmentar la literatura. Mi idea era enfocarme en un sector para tener una visión más clara de la totalidad. No todo el mundo entendió o estuvo de acuerdo con eso, pero así he trabajado siempre.
Si quería tener una idea de la totalidad de la literatura de esa época al integrar discursos segregados, ¿qué características tenía ese corpus literario al cual tuvo acceso?
La totalidad se definía desde lo que ve el hombre, desde el patriarcado. Eso es parte del gran problema colonial. Con una retórica incluyente acostumbramos a excluir. Eso no es solo del Ecuador sino de todas partes.
Es algo político...
Sí, una bandera, una religión que representan un país como una totalidad pero que tienen grupos totalmente marginados. Creo que en la literatura había esos grupos silenciados o invisibilizados que no tenían acceso a diferentes canales de expresión. Parte de mi trabajo, desde diferentes instancias, era estar en esos sectores para aprender y sensibilizarme ante su manera de vivir la historia.
En el caso de la literatura afro, que aún sigue siendo un universo desconocido, ¿cómo fue su aproximación cuando no hay mucho material escrito?
Hay que preguntarse qué es exactamente un intelectual. ¿Hace falta tener un PhD o ser una persona no letrada, pero a través de su experiencia, de su manejo de los saberes ancestrales, es un intelectual? Creo que sí, y tiene mucho que mostrar. Si ampliamos nuestro concepto de lo que significa un intelectual, un productor de saberes, tenemos la posibilidad de ampliar nuestra noción del mundo en el que vivimos para acercarnos a esta totalidad, ver que hay sectores ignorados que tienen mucho que contribuir. La oralidad, por ejemplo, es muy importante, y esa idea colonial de que la sabiduría o el conocimiento es escrito, y si no lo está es algo folclórico, es algo absurdo.
En sus estudios y su manera de aproximarse a estos grupos invisibilizados puede haber una lógica colonial al presentarse como el investigador que tiene los conocimientos y viene a escarbar en lo desconocido, ¿cuál es su postura?
Hay que tener una buena disposición para escuchar y no imponer o dirigir. Toma tiempo ganar la confianza de la gente y, en mi caso, es importante escribir en español. Yo no tomo información de las comunidades que investigo para regresar a mi país a publicar en inglés y dejar sin acceso a mis investigaciones a la gente con la que he hablado. Para mí fue una decisión política publicar en español.
¿Eso afecta la publicación en revistas indexadas?
No publico en los corpus, pero me leen. Eso es un dilema porque si solo pienso en el currículum a lo mejor habrá esa presión, pero entonces me desvinculo con la gente con la que realmente quiero dialogar. (I)