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Ecuador, 25 de Diciembre de 2024
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El Telégrafo
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“Mi proyecto final es una constante resurrección”

¿Quién es? Nombre:Héctor Hernández. Ocupación:Poeta. Nacionalidad:Chilena. Educación:Licenciado en Letras Hispanoamericanas. Doctor en Filosofía mención Estética y Teoría del Arte. Obras: Arquitectura de la Mentalidad: La Divina Revelación (Ciudad de México: Aldus, 2011) y Debajo de la Lengua (Santiago: Cuarto Propio, 2009). Foto: Cortesía

El eje temático de este año en el Festival de la Lira fue ‘Poesía y traducción’. ¿Cuál fue su enfoque, cómo abordó el tema?
Creo ciertamente en la imposibilidad de la traducción como correspondencia o representatividad discursiva, palabra esta que en un contexto político suena más bien a fraude. No creo en la reciprocidad de los significados ni menos en las interpretaciones. Como señalé en mi charla, estamos hablando de versiones que, incluso en su alejamiento del original, podrían representar una lectura más cabal o una ‘traducción’ más fiel al espíritu de un poema o un libro, incluso sin saber muy bien el idioma al cual se está vaciando, fugando, liberando. Lo que propongo es pensar estos procesos, no como transferencias entre lengua y lengua sino entre lenguaje y lenguaje, y en ese gesto las posibilidades de la traducción se abren a experiencias como son las reescrituras, las ‘transducciones’ o los límites bastardos que se permiten en poesía entre un original y sus interacciones no reñidas por una idea de verdad de sí del texto, de una lengua madre o de una autoría.

Sus primeras impresiones frente a la traducción (búsquedas e inquietudes de pequeño) vinieron de los libros sagrados. ¿Cómo fue este proceso?
Claro, la primera vez que pensé en las traducciones fue cuando entendí que las religiones o muchos credos tenían versiones distintas de un libro que yo creía único, digamos la verdad de las verdades que es Dios. Si este eligió la palabra para presentarse en el mundo dicha palabra debía ser una y no lo era. Luego, ya vi que muchas de las cosmovisiones del mundo en torno a lo divino están asociadas a la palabra, al libro, a esa inscripción que es la escritura que en sus múltiples versiones, traducciones, ‘malas lecturas’ conforman una obra que supera lo fidedigno de un mensaje, ya que las incluye en su aberración o acierto, su epifanía. Hablaba de cómo en el Rig Veda se hace referencia a que todos los libros que hablen del Rig Veda son también el Rig Veda. Esa idea de Dios me hace sentido con lo que te comentaba antes de la traducción, es decir, todas las versiones de un poema son el poema, todas las versiones de un libro son el propio libro, haya fidelidad o no a su sentido, ya que el sentido  es la suma de todos los sentidos posibles o imposibles. Ese es el gesto creativo que yo veo en estas experiencias de ‘trasvasije’ o fuga de sentidos. Eso es lo que me interesa.

Ha estado muy ligado a las lenguas y culturas originarias (mapuches, en Chile), ¿cómo ha influido esto en su poética?
Las cosmovisiones, filosofías y lenguas ancestrales concentran lo que la ciencia, el arte y la política moderna han estado buscando hace cientos de años: la unidad, y esta unidad no significa que todo sea igual, sino que todo tiene que ver con todo, tal como el arte en sus mejores momentos o las nuevas ciencias cuánticas. La idea de habitar un cuerpo, un mundo y el cosmos es algo muy profundo que está en dichas culturas originarias o primeras naciones. Ese habitar tiene mucho que ver con cómo entiendo la poesía, un modo de habitar el lenguaje, el mundo y ser habitado por ellos en una interacción libre y creativa. La unidad de la que hablaba recién no está afuera sino que somos parte de ella, la habitamos sin darnos cuenta. Eso es la conciencia y cuando agregamos lo creativo a dicha conciencia ya no es lo importante el libro o el poema sino el modo en que interactuamos con la realidad, así, lo ordinario se nos hace extraordinario, lo anormal, normal y ante lo que dábamos por sentado nos ponemos de pie. Es una visión celebratoria de la vida, pero no la vida humana sino de la vida universal, allí lo primordial de lo indígena y lo primordial de la poesía se aúnan. De hecho, en un poema decía que todo indígena será siempre el hermano mayor del poeta. Lo creo sin lugar a dudas.

Muchos de sus poemas parecerían ser largos mantras. ¿Siempre ha sido así? ¿Cómo ha mutado su proceso creativo?
Comencé a escribir hace casi 15 años. Lo hice con la rabia y la pena que venía acarreando desde mi niñez. En la poesía encontré el modo de vengarme de fantasmas y presencias que me atormentaban, ya sea desde el bullying hasta cierto modo de desquicio adolescente que por suerte no pasó a mayores. En sí, vivía desencajado y esa desconexión con el mundo fue el humus para que dicha rabia encontrara un rumbo que fue la poesía. El lenguaje en su intempestividad y potencia. Además, el hecho de que me metiera con la performance y las acciones de arte o intervenciones me dio la seguridad de poder plantearme con todo el descaro al aura de la palabra. Después de comer huesos, cortarme las manos con vidrio o trasvestirme ya no había miedo al enfrentarme a la página en blanco, o el miedo se convertía en comedia, en juego. Cuando leo, recito, no soy yo quien habla sino el sujeto que escribe, que a veces conozco y otras no. He escrito una sola obra, Arquitectura de la Mentalidad, conformada por tres libros que suman más de dos mil páginas, por lo cual entenderás hay muchas voces, hay muchos tonos, muchas experiencias de lectura y de fascinación.

Viaja mucho y mantiene una relación de amor-odio con Chile. ¿Cómo ha marcado el desarraigo en su poesía?
Llevo diez años viajando gracias a la poesía por casi la totalidad de países de Latinoamérica. Ese es quizá el mayor regalo que me ha dado este trabajo. Debajo de la Lengua trata sobre eso. A la vez viví varios años en México donde tuve una vida en que la poesía era esa vida. Mi relación con Chile es como la de con el padre, como tú dices, amor-odio. Me gusta volver a Chile y sentirme que estoy en mi lugar, pero luego ese lugar ya lo percibo como violentado por un capitalismo extremo, un Estado de rodillas al mercado, por el binomalismo mental de las personas que creen que el mundo se divide entre derecha e izquierda, hombre o mujer, pobre o rico, etc. Un padre estúpido. Creo que tiene que ver con lo que decía antes del habitar, ya no habito países o ciudades sino que habito con personas que viven en esos países o ciudades. Siempre he dicho que Ecuador es el país en el cual quiero intentar una nueva vida como sucedió en México, cosa que cada vez veo más probable y cercana. Este 2014 tiene cara de ser un año ecuatoriano para mí.

¿Cuáles son sus proyectos actuales de edición y escritura?
Termino O4 que es la última parte de Arquitectura de la Mentalidad, también un libro sobre acciones de arte en el Chile dictatorial y una recopilación de ensayos y artículos literarios que tengo dispersos. Pero quizá el proyecto que más me tiene concentrado es un libro que preparo con la totalidad de entrevistas hechas al poeta chileno Raúl Zurita, pero en un formato que pareciera una sola gran entrevista a lo largo de casi 40 años, es decir, no hay preguntas sino solo las respuestas que en sí son poemas sobre la vida, la política, el amor, la poesía. Y por otra parte sigo inventando festivales o encuentros literarios y editando libros que es lo que vengo haciendo hace ya más de una década, que es el modo en que uno aprende de los otros de manera creativa, cooperativa, comunitaria y cariñosa. Me siento muy feliz con todo lo que hago, pues es más de lo que alguna vez soñé. Creo que vivo de la poesía en el sentido más dichoso y ese es el proyecto final, una nueva vida, una constante resurrección.

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