Memorias del 16-A se une a las obras de relatos posterremoto
Antes de que se cumpliera un año del terremoto ocurrido la tarde del 16 de abril de 2016, varios editores y periodistas empezaron a reunir las historias que había dejado la tragedia que, pese a ser imprevisible, tuvo un episodio similar hace un siglo, también en Pedernales, donde se sitúa una de las zonas más afectadas por el sismo de magnitud 7,8.
Las historias eran complejas; los géneros, variados: crónica, fotoperiodismo, poesía; los títulos, escuetos: 06:58 PM, Siete punto ocho, Pedernales 16-A, Las alas de la solidaridad, La ruina del vientre sacudido...
El libro de más reciente edición sobre los relatos que dejó la tragedia pero, sobre todo, sobre la resiliencia, es Memorias del 16-A, un conjunto de 96 historias narradas por ciudadanos. Las experiencias se dieron en Manta, Chone, Portoviejo y los autores tienen el privilegio de ver las cosas con la distancia del tiempo, también la espacial, pues en dos años han viajado o reconstruido sus vidas.
Una madre relató la muerte de un hijo a causa del sismo; otra, Nathali Álava, recordó que aquel día también fue “el más feliz de su vida” porque dio a luz. La presentación del libro fue el pasado 27 de abril, en la terminal terrestre de Manta.
La editora de Memorias del 16-A es la escritora Yuliana Marcillo, quien hizo la convocatoria para que se escribieran estas experiencias; también hizo entrevistas y tomó los testimonios para sentar las historias que permanecían en la oralidad.
“Mientras recopilaba las historias se creó un vínculo especial con la mayoría de quienes escribían, entrevistarlos también ayudó a la narrativa, no solo fue recibir los textos y darles forma, sino también conocerlos y hablar desde sus casas, sus lugares de trabajo, algunos las completé este año”, cuenta Marcillo, quien trabajó junto a Antonio Cedeño, exdirector de Comunicación del Municipio de Manta, y al equipo de ese departamento.
Esta labor incluyó transcripciones, pues algunas de las crónicas fueron escritas a mano. También participaron personas que el 16-A vieron de cerca a la muerte, como Laura García Solórzano, que quedó atrapada en el edificio del centro comercial Felipe Navarrete, la zona cero del barrio Tarqui, y a quien le tomó un tiempo reconocer al miembro más importante de su familia después de aquel suceso.
La edición es de mil ejemplares que ya han empezado a distribuirse en instituciones educativas, bibliotecas y universidades de Manabí, provincia en la que hace dos años murieron 670 personas y donde 3.608 perdieron sus viviendas.
Nuevo libro. Entre las 96 historias del libro está la letra de “La llegada del Titán”, del músico Roberto Ferrín.
Un reto para el periodismo
La última visita del maestro de periodistas español Miguel Ángel Bastenier (1940-2017) a Ecuador, a mediados de septiembre de 2016, incluyó la presentación del libro 06:58 PM, que reunió a 15 autores, además del corto documental Los medios del terremoto, en Quito y Bahía de Caráquez.
Bastenier, quien fue maestro de maestros de la FNPI (Fundación Gabriel García Márquez para el Nuevo Periodismo Iberoamericano), resaltó la importancia de los medios locales en la cobertura de este tipo de desastres por la proximidad que tienen hacia las comunidades y lo cotidiano. Fueron los periodistas manabitas y esmeraldeños quienes tuvieron que contar las historias del 16-A mientras se reponían de la tragedia.
En días posteriores al terremoto, varios llegaron a las dos provincias costeñas más afectadas para hacer reportajes. Para Bastenier, los lectores y clientes cautivos de los medios locales requieren menos que otros de un número elevado de ventas, pero sí la fidelidad de sus receptores.
Durante los primeros días de su última visita al país, y mientras dictaba un taller, el columnista y editor dijo que preguntarse qué hacer para cubrir un terremoto es algo que se trastocará con la práctica, en un contexto para el que nadie está preparado.
06:58 PM reúne las crónicas de autores como Cristina Arboleda, Jean Cano, Soraya Constante u Óscar Molina, y se realizó con el apoyo de Fundamedios.
El poder de las imágenes
Los fotógrafos ecuatorianos Isadora Romero y Misha Vallejo presentaron, el pasado viernes 13 de abril, el libro Siete punto ocho, en el que recopilan imágenes de las víctimas del terremoto.
Las fotografías van acompañadas de los testimonios de personas que vieron derrumbarse, en instantes, todo lo que tenían alrededor durante uno de los terremotos de mayor magnitud que han azotado al país.
Este par de fotógrafos, que ya han trabajado en otros proyectos, fueron los realizadores de De puño y letra, una exposición en la que se exhibieron algunas de las fotografías que componen su nuevo fotolibro. Por este proyecto recibieron el premio Fotoperiodismo por la Paz en 2017.
“Es un tiempo de recuerdo y de memoria, de sentir las ausencias, de percibir cómo ese movimiento brusco de la tierra removió todo para siempre”, señalaron los artistas en un comunicado sobre esta memoria visual.
El día en que se cumplieron dos años del sismo, su libro se presentó en Portoviejo. También comentaron su obra ante lectores de Manta, Pedernales y Quito.
Una biblioteca y un poemario
Dos semanas después del terremoto, el poeta y editor Alexis Cuzme junto al músico y diseñador gráfico Joselo Márquez recorrieron los siete bloques devastados de la Universidad Laica Eloy Alfaro de Manabí (Uleam), entre esos la biblioteca, el vicerrectorado académico y el rectorado.
Algunas paredes se habían convertido en escombros, partes del techo estaban resquebrajadas y las perchas de los libros habían bloqueado las salidas de emergencia. En la editorial universitaria Mar Abierto (ubicada en el tercer piso), en la que aún trabajan Márquez y Cuzme, un grupo de cinco personas rescató unos 300 cartones que contenían seis mil libros.
Basándose en la tragedia, Cuzme escribió el poemario La ruina del vientre sacudido y coincide con la poeta Yuliana Marcillo en que la cultura se desarrolla como parte de la resiliencia en las provincias afectadas. (I)
Varios archivos (documentales y sonoros) fueron destruidos a causa del terremoto. El acervo de los amorfineros, en Manabí, aún no se ha grabado. Foto: John Guevara / Archivo / El Telégrafo