Memoria visual del país, protegida por 300 años
Como si se tratara de una película en la que, a ratos, se regresa en el tiempo. Así se vive dentro de la Cinemateca Nacional de la Casa de la Cultura Ecuatoriana, en Quito, creada en 1981. El taller de preservación lleno de rollos de cintas cinematográficas, un material clásico sin duda, contrasta con el departamento de digitalización en el que una computadora domina. El lugar está invadido de casettes cuyo formato es betamax, VHS o discos DVD.
Hernán Chinchín, preservador cinematográfico, con su lupa pasa las ocho horas del día revisando metros y metros de cintas. Chinchín está encargado de limpiar, analizar y diagnosticar el estado de los filmes; así verifica su contextura, tamaño, tipo de soporte, tiempo de duración y sobre todo el grado de acidez. Éste último determina si está o no en riesgo de deterioro.
Nacido en Chimborazo, se mueve con facilidad por el taller y ejemplifica su labor mostrando la película Quinto Velasquismo. Tras largas horas de trabajo determinó que se trataba de un documental silente elaborado por la productora Cuesta Ordóñez, en 1972. Los datos surgen de los créditos. Pero el trabajo no termina ahí, además descubrió que dura 32 minutos, que está grabado en cinta de 16 milímetros, que mide 351 metros, que tiene doble perforación, que su grado de acidez está en menos uno, es decir óptimo, y que está sujetado por 27 uniones de las que una tiene que “recuperar o curar”.
“Aquí han usado un pegamento y la emulsión de la cinta hace que se encoja la película”, cuenta Chinchín, quien presume de que le pagan por ver películas. “En la bóveda, de 7 metros de largo por 3 de ancho, existen 1.200 rollos con 400 títulos, los mismos que están a una temperatura de 10 grados centígrados y 30% de humedad, uno de los parámetros ideales para que se conserven en buenas condiciones y, según especialistas, hasta 300 años”, dice Chinchín, mientras recuerda que otra de las actividades que realiza para mantener en buen estado las cintas es darles movimiento. Para ello utiliza la lavadora de cinta en donde la película es limpiada de partículas de polvo.
Chinchín explica que las cintas cinematográficas son mucho más durables que las modernas, así relata que si una tiene un rayón no se detecta en el proyector, a diferencia de un DVD que si se raya daña la escena. Así mismo compara la cinta en buenas condiciones y asegura que puede durar hasta 300 años, mientras que el DVD hasta 15. Otra de las ventajas de la película cinematográfica es que ésta no se ‘pixela’ (distorsiona) pese a la ampliación a la que se somete, cosa que sí sucede con el material nuevo.
Los nuevos formatos
Fabián Cadena, responsable del Área de Digitalización y Vídeo, recuerda que los nuevos formatos, específicamente el DVD, no son material de preservación sino de difusión.
Cadena con su computadora digitaliza las cintas que fueron limpiadas, analizadas, diagnosticadas y a veces reparadas. Para digitalizar las cintas el responsable explica que hace una proyección en una pantalla que es capturada directamente por una filmadora de alta definición, y posteriormente las transforma en formato de datos en donde corrige el color y hace ciertos arreglos.
Cadena recuerda que no se puede proyectar la cinta una y otra vez porque se deteriora la película, por ello es necesario hacer una copia y grabarla en un DVD.
El material analógico en el que se incluyen los cassettes de betamax, VHS y Umatic también se transforma en formato digital.
En lo que se refiere a DVD se hace una captura en formato de datos, lo que permite mayor tiempo de preservación. Este material se guarda en discos duros externos, lo que vendría a ser la bóveda donde descansan las cintas clásicas.
Cadena asegura que entre el material clásico y los nuevos formatos existe un total de 2.265 títulos y que están disponibles al público.
Otro dato que proporciona el especialista es que el 70% de las películas clásicas está digitalizado.