“Me interesa la funcionalidad, no solo la estética del instrumento”
Próximo a presentar su quinto disco de música urbana, Rodrigo Covacevich se da el tiempo de recorrer América del Sur con la muestra “Etnias y sonidos precolombinos”, que combina 18 fotografías de objetos musicales precolombinos con los audios de los sonidos que generarían, recopilados de visitas a shamanes de grandes tramos de las rutas del Tawantinsuyo.
La más reciente versión de la muestra, que suele acompañarse de un concierto homónimo, se presenta en la Sala Galo Galecio del Museo Antropológico y de Arte Contemporáneo –MAAC- del Centro Cultural Libertador Simón Bolívar.
¿Cómo le surgió a un compositor como usted el interés en lo precolombino de Sudamérica?
Me gusta hacer música, componer, y saber de dónde vienen las inquietudes de las melodías y ordenar esta idea me implicaba desarrollar un estudio académico serio desde la sociología, antropología y etnomusicología. Solo había estudiado música y de hecho las carreras de etnomusicología no existían, por ello tomé cursos y seminarios en diversas universidades, en Chile, a distancia y con antropólogos de otros países, como Alemania.
¿Qué rasgos distintivos encontró en ese bagaje precolombino?
En realidad la música precolombina está relacionada con aspectos sociales, culturales y festivos, además de estar vinculada al ámbito de la imitación de los sonidos que los mismos habitantes precolombinos buscaban e investigaban. Tenía una organización vinculada al estatus social y con los instrumentos de ritos y para fiestas.
¿Cómo obtuvo los sonidos?
Recorriendo las rutas del Tawantinsuyo, tomando fotos de los instrumentos en cada lugar, pero también gracias a que entre 2004 y 2006 desarrollé y publiqué la investigación Sonido y Armonía de Pumapungo con la Dirección Cultural del Banco Central del Ecuador en Cuenca, donde recupero alrededor de 30 instrumentos que estaban en la reserva y los recojo en fotografías.
Ahora que expuse en Guayaquil -estuvo para el montaje desde el 16 de abril hasta la inauguración, el 19, y dio una charla sobre la muestra-me permitieron ingresar al fondo arqueológico y hacer el registro sonoro de 10 instrumentos. El 26 de abril estuve con un destacado amigo arqueólogo en la Hostería San Jorge, para el registro de otros 5. Voy encontrando este material, me interesa hacer su estudio sonoro y decido cómo hay que ir estudiando esto.
¿Por qué la visita a Cuenca?
Estaba viajando para avanzar mi investigación y mandé varios proyectos no solo a Cuenca, sino a varios países, que ya sabía que tenían museo con reservas y sin estudios como los que yo quería desarrollar: audio-sonoro, que implicaba al instrumento, su uso y recuperar su sonido ya que reposando en las reservas se usaban poco. Así pude trabajar también con los restauradores en la recuperación de cada pieza de un instrumento para no solo salvar su arquitectura estética, sino su funcionalidad.
¿Qué tal el trabajo en el MAAC?
Es un museo preparado para este tema, por lo que tengo entendido y he visto. Cuando desarrollaba mi investigación vine y descubrí una de las reservas más serias que hay, de calidad, una de las más organizadas en su codificación y el orden que tiene, además de que el personal del Museo tiene mucha voluntad y ahora que expongo en Guayaquil hizo que mi trabajo fuese muy grato. Tengo solo muy buenas palabras para la gente del MAAC y quienes están llevando el patrimonio ecuatoriano.
¿Y cómo sintió al público local?
Hubo gente muy interesante, como el gran investigador que es Schuberth Ganchozo, a quien conocí en diciembre porque dimos un concierto. Fueron unas 50 personas, muy interesadas en saber cómo funciona la exposición, en escuchar el instrumento y recibí buenos comentarios, entre ellos, los de adultos que me decían que llevarían a sus hijos porque hay que hacer el esfuerzo de recuperar la memoria.
En la primera exposición, en julio de 2011, en Valparaíso dio un concierto homónimo, ¿y acá?
Hubiese querido hacer el concierto porque es interesante, pero también costoso. Explora como el hombre se va relacionando con el sonido en el aspecto ritual, festivo, desde el período paleoindio; cómo va desarrollando instrumentos y musicalidades.
Tal vez por ese motivo el Ministerio de Cultura no lo compró, porque, también, yo corría el riesgo de mandar todo el proyecto y que me rechazaran por el costo o de partir de a poquito con la exposición como lo hice. Voy a ofrecerlo en el Inti Raymi en Cuenca y estoy viendo las posibilidades para montarlo con músicos ecuatorianos en Guayaquil.
¿Cuántas veces ha venido al país?
Empezó todo en noviembre cuando vine a la Casa de la Música a un seminario sobre música y ecología y gracias a Anima Mundi llevé la exposición al Museo Rumipamba, luego al Museo Nacional y después al Museo de Pumapungo en Cuenca.
Luego de su paso por Guayaquil, la muestra irá al complejo de Ingapirca, para entrar a un momento de reinversión y ampliarla de 19 a 50 fotografías, cambiar los formatos del audio y llevarla eventualmente a Japón. Hasta el momento hay una oferta en Colombia y una conversación con México.
Haciendo música para danza colaboró con Pina Bausch...
Siempre he desarrollado una carrera en paralelo con el teatro y la danza. Incluso aquí en Ecuador he trabajado con Guido Navarro, con Juana Guarderas... cuando Pina Bausch y su elenco me contactaron fue cuando viajaron a Chile y me pidieron una clase de la música precolombina chilena y una pequeña descripción de la música chilena hasta la actualidad, porque Pina quería homenajear al país.
Acepté, la recibí en el aeropuerto y me invitó a viajar con ella por Chile y a que le diera una asesoría musical; le compuse dos temas y ella eligió uno que usó para su obra, pero a mí me tocó trabajar con su método y elenco.
Aprendí mucho de composición para teatro y danza, y pude mostrarle a ella mis ensayos sobre música para danza y me ayudó a corregir cosas. Lo hicimos en febrero de 2009, y a los cinco meses en Alemania, en Wuppertal, que estrenó la pieza. Pina murió poco después.