Hace un año el escritor Cristóbal Zapata trabajó en la curaduría de ‘Erotopías. Cuerpo y deseo en el arte ecuatoriano (3900 a.C. – 2013 d.C.)’, una muestra que se presentó en el Museo de Arte Antropológico y Contemporáneo (MAAC) de Guayaquil por iniciativa del Ministerio de Cultura yPatrimonio. En este trabajo se recopilan 6 mil años de historia de arte ecuatoriano, en el que el fundamento de todo es el cuerpo desde una visión erótica. Esta vez, con un poco más de tiempo, Zapata lleva la muestra a Cuenca, al Museo de Pumapungo, donde permanecerá hasta el 21 de noviembre.

Son 130 obras de 70 artistas que revelan las variantes de una búsqueda que parte del cuerpo, a pesar de estar asociada con distintas etapas del arte ecuatoriano.

Pero el erotismo es concebido como un lenguaje universal. En el suplemento cultural Cartón Piedra, Zapata se cuestionaba: “¿Dónde reside nuestra identidad?, ¿qué es aquello que nos define individual y colectivamente?”. Respondía que dichas vertientes están en el cuerpo. “Somos lo que hacemos con nuestro cuerpo, los usos que le damos y las maneras en las que esos usos encarnan: lo que comemos, lo que vestimos, el conjunto de nuestras realizaciones lingüísticas, los deportes que practicamos, nuestras expresiones amorosas, nuestras formas de acoplarnos. Pero somos también la manera en la que imaginamos al otro, en la que representamos nuestro deseo”, escribe.

La primera vez que presentó esta muestra tuvo 6 semanas para trabajarla. ¿Esta vez la propuesta de reducirla llegó antes? ¿Qué la diferencia de la primera?

El lugar marca la diferencia. En el MAAC construimos un recorrido artificial, usando muchos paneles, ahora en Pumapungo apenas hemos echado mano de unos pocos módulos; el espacio se ha prestado magníficamente para la muestra. Además, hemos tenido más tiempo para el diseño de la museografía. Diría que estamos ante una edición corregida y abreviada de la primera exhibición, aunque debo lamentar la ausencia de dos obras que por motivos logísticos no pudieron traerse: ‘Patria’, la colosal pintura de Luis Mideros, uno de los hitos de ‘Erotopías’, y la ‘Venus negra’, una bella escultura de Antonio Cauja.

¿Cómo cambian las manifestaciones de ‘Erotopías’ según los años y la tendencia de los artistas?

‘Erotopías’ es un término que condensa la idea de eros, de ‘topos’ y evoca la noción de utopía. Este voltaje semántico de la palabra es perfecto porque la muestra se ocupa de los ‘topoi’, es decir de los lugares y temas que ha transitado la imaginación erótica a lo largo del tiempo, temas y lugares que no son privativos del arte ecuatoriano...

¿Por ejemplo?

Está la representación del cuerpo (masculino y femenino); los paraísos perdidos (vinculados a las religiones y a las mitologías), y su contraparte secular, profana: los paraísos ganados (burdeles, night-clubs, salas de baile); las mutaciones de la forma y del sexo; las expresiones fálicas como manifestaciones rituales o lúdicas, y finalmente las combinaciones propiamente sexuales. Esos temas y lugares desde donde se ha pensado el deseo en mi guión curatorial se llaman ‘Venus revisitada’, ‘Adanes’, ‘Edenes’, ‘Cuerpos recreados’, ‘Priapismos’ y ‘Relaciones copulativas’.

¿Cómo se vincula la utopía?

En cuanto a la idea de utopía, creo que toda obra de arte tiene un fundamento utópico en tanto elabora un mundo paralelo o alterno al mundo ordinario y cotidiano, es una réplica invertida, un doble deformado o transformado de la realidad, y como tal es el atisbo o la realización simbólica de un universo posible, otro. Pero además, la vivencia erótica, como experiencia integral o absoluta, entraña la plenitud de la comunicación, es decir, constituye nuestra utopía privada.

¿Qué representan las muestras de autoras femeninas en las distintas etapas? ¿Cuál fue la primera?

En nuestros regímenes patriarcales las mujeres se han visto obligadas a ocultar o cuanto más a sublimar sus deseos, de allí que son pocas las artistas que han explorado el tema del cuerpo en función erótica. Recién en los últimos años empiezan a verse a sí mismas, a problematizar el  motivo del cuerpo, ya sea desde la reivindicación gozosa de su feminidad, o desde la elaboración poética de sus pulsiones y represiones, de sus traumas y heridas, de su memoria corporal. No en vano el autorretrato o la autorreferencialidad sobresalen en los trabajos de María José Argenzio, Saskia Calderón, Catalina Carrasco y Vera León-Burch. Otras, como Gabriela Chérrez o Ana Fernández, apuntan a una mirada más despiadada o carnavalesca del sexo. El caso de Graciela Guerrero es distinto, sus esculturas discuten el tema de la representación mediática de la violencia sexual, mientras Larissa Marangoni interpela ciertos recintos domésticos sin dejar de  experimentar con la materia y la forma. Antes de ellas hay muy pocos antecedentes: las sugestivas metamorfosis de la anatomía en los dibujos de Pilar Bustos, los paraísos sexuales de Judith Gutiérrez, los desnudos femeninos de Leonor Rosales, entre otras. Hacia 1940, Alba Calderón de Gil pinta un estupendo retrato de una prostituta, que es parte de esta muestra.

Son 11 las artistas que participan en esta muestra, 11 mujeres magníficas.

Hablemos de su propuesta poética de la muestra, más que de un curador de artes plásticas.

Cierto, yo vengo de la literatura, de la poesía, y si se nota, tanto mejor. La apertura poética al arte puede tener mayor eficacia comunicativa que muchas lecturas o comisarías que proceden de la academia, que se agotan en tecnicismos y teorías, en discursos espesos y enrevesados, y que tienden a proponer un arte ensimismado, autosatisfecho, al borde del autismo. Esa apertura poética no quiere decir abandonarse a las efusiones líricas, me impongo siempre un rigor metodológico y conceptual en la organización del corpus a curar.

¿Qué prima en su propuesta?

A mí me interesa crear zonas de contacto, de fricción; deploro los guetos para iniciados. Que no se tome esto como un pronunciamiento populista, tiene que ver más bien con cierta dimensión promiscua de la vida que celebro por principio.

¿En serio la muestra debe ser para mayores de 18 años y menores acompañados por un adulto?

Claro que no. A lo sumo me parece que debemos cuidar la sensibilidad de los menores. Las advertencias son requerimientos institucionales, no de la curaduría. Siempre recuerdo que tras el escándalo que provocó ‘Sensation’ (la polémica muestra de los jóvenes artistas ingleses en el Museo de Brooklyn), Arthur Danto dijo que las avisos deberían sugerir a los adultos recorrer la muestra acompañados por un menor de edad, pues los más jóvenes están liberados de los prejuicios, los temores cristianos y los pudores burgueses que cimentan las buenas conciencias de la mayoría de los adultos. En todo caso, la advertencia no es taxativa: recomienda que los menores de 15 años visiten la exposición  en compañía de un mayor.

De eso va ‘Erotopías’. Y como comentó el artista Óscar Santillán, aborda el ‘deseo’, la paradoja de la existencia humana: la relación entre lo visible y lo invisible. “El deseo nunca puede ser satisfecho, ya que  se esconde en cuanto creemos que podemos obtenerlo. El deseo es siempre lo que no se tiene. Ese estado de insatisfacción no tiene que ser visto de manera negativa, bien pudiese ser visto como un impulso vital. Aquella es una veta interminable de la que el arte, la filosofía y el misticismo se han alimentado desde siempre”, dice Santillán.