El músico argentino entonó el roncoco en Quito
"Me gusta el desafío de estar frente a un instrumento"
A la edad de 5 años, a Gustavo Santaolalla su abuela le obsequió una guitarra. Su madre, cuenta el músico argentino, había soportado la frustración de no haber aprendido a entonar ese instrumento y, cuando el chico de El Palomar (Gran Buenos Aires), apareció con las manos inquietas sobre las cuerdas, ella quiso que cumpliera uno de sus sueños postergados y lo envió a estudiar.
La curiosidad del niño fue algo que el compositor, grande ya, no ha perdido e incluso se trasladó a instrumentos variados, raros, maravillosos. “Me gusta el desafío de estar frente a un instrumento y tratar de hacer con eso algo. Como artista tengo la obligación de crear algo de esa forma, una situación de inocencia, de peligro que me agrada y excita desde siempre”, le dijo Santaolalla a quienes acudieron al conversatorio que mantuvo con Diego Oquendo Sánchez y Chía Patiño el jueves pasado, en el centenario Teatro Nacional Sucre, que lo recibió como el juglar que es.
En la película Babel (Alejandro González Iñárritu, 2006) Santaolalla grabó su música con el oud, un instrumento de origen árabe sin el que no existiría el laúd y, por ende, la guitarra.
“Buscaba unir las 3 historias que ocurren la película (en África, Japón y en la frontera de Estados Unidos con México) y la hallé al tocar el oud a mi manera, sin el plectro”, dijo con una naturalidad que hacía olvidar con un momento que esa obra le dio el segundo Óscar de su carrera, una historia personal que ha tenido un paso firme por la cinematografía y, de forma reciente, incluso por la televisión, con Qhapaq Ñan, “desandando el camino”, algo que lo vuelve a unir a la espiritualidad y mundo andino y los instrumentos de la orquesta con que hizo un ensamble inolvidable.
“El talento es la capacidad reorganizar la realidad de una manera particular”, insistió. (I)