Publicidad

Ecuador, 19 de Enero de 2025
Ecuador Continental: 12:34
Ecuador Insular: 11:34
El Telégrafo
Comparte

Mauricio Bejarano: la vocación de un coleccionista de sonidos

UNO

Triturar y encerrar en un frasco una obra musical parecería una locura. Mauricio Bejarano lo hizo. Guardó al interior de una botella El clave bien temperado de Johann Sebastian Bach, con el fin de silenciar esta emblemática obra.

Un gesto poético, desde luego. ¿Pero cuál era su objetivo?

El clave bien temperado es una obra monumental de 48 preludios y fugas en todas las tonalidades de la gama cromática. Bejarano explica que “al temperarse la escala musical (estandarizarse en diversas afinaciones), se truncaron procesos musicales que habrían enriquecido la escucha del mundo. En consecuencia, esta homogeneización esterilizó muchas posibilidades sonoras”.

Pero este es solo un ejemplo.

Hay todo un abanico de obras que Mauricio Bejarano ha creado bajo la primicia de su curiosidad.
La mayoría de ellas han sido instalaciones.

Una instalación es un espacio donde el artista incorpora cualquier  recurso para crear una experiencia visceral o conceptual en un ambiente determinado, a menudo transitable por el espectador y donde éste pueda interactuar con ella.

¿Cuántos sonidos pueden llegar a existir?, parecería preguntarse  Bejarano frente a cada objeto, lugar y persona, para luego responderse a sí mismo: “Siempre habrá un sonido más”. Todos sus proyectos  están atravesados por un hálito de locura. De esa locura lúcida, vital y necesaria que habita en el corazón de todo visionario.

DOS

Compositor, investigador y docente de la Universidad Nacional de Colombia y profesor adjunto del Conservatorio de Música, Mauricio Bejarano (Bogotá, 1955) es una de las figuras clave dentro del área de la creación sonora.

Basta revisar su larga e intensa trayectoria, sus múltiples instalaciones y sus ensayos sobre música electroacústica y arte sonoro, para saber que se trata de un referente para un sinnúmero de artistas dentro y fuera de su país.

Entre los galardones que Bejarano  ha recibido están: el Premio Nacional de Composición del Ministerio de Cultura (Bogotá, 2003) y la Beca Nacional de Creación en Arte Sonoro del Ministerio de Cultura (Primer Salón del Juguete, 1996).

Sin embargo, a la hora de definirse, Bejarano no duda en señalar, con sencillez, su verdadera vocación: coleccionista de sonidos. “Soy un fonógrafo —dice, mientras se pasa la mano por su   larguísima barba gris—, un fonógrafo compulsivo”.

TRES

No lo conocía. Y es muy posible que a quienes no estén vinculados directamente con la creación sonora, su nombre tampoco les resulte familiar. Pero lo cierto es que Mauricio Bejarano es toda una institución dentro del arte contemporáneo y  de la música concreta y acusmática (oír sin ver).

“Murmullos, aleteos, crujidos de hojas secas,  todo es  parte de ese gran concierto de parlantes”


Muchas de sus obras hacen alusión a artistas como John Cage, Erik Satie, Man Ray o Pierre Henry
Vino hace poco a Quito para impartir el taller Escucha y representación: Plástica Sonora, como invitado del programa educativo de la exposición Mesías Maiguashca: los sonidos posibles, a cargo del curador Fabiano Kueva, en el Centro de Arte Contemporáneo (CAC) de Quito.

Ahora está frente a mí -traje negro, mirada serena- y frente a un grupo de personas ávidas por   conocer más sobre sus proyectos y  procesos creativos.  

En la mesa lo acompañan la investigadora Mayra Estévez  y el compositor José Rafael Subía. Tras una breve presentación a cargo del artista y gestor cultural Fabiano Kueva, Mauricio Bejarano toma el micrófono y dice: “Cuando uno es viejo empieza a preocuparse de tantas cosas que ha hecho -incluyendo las malas-... que voy a mostrar, simplemente, las últimas obras. Me queda más fácil porque la memoria también empieza a funcionar mal, y entonces recuerdo lo reciente”. El público se engancha. Listos para escuchar los mundos  que contienen sus palabras.

CUATRO

Surcos, voces y silencios fue su más reciente intervención. Todo empezó cuando lo invitaron  a trabajar con la Fonoteca Nacional de Bogotá (hoy llamada ‘Señal Memoria’). No había nada establecido. Su labor consistía en buscar ‘algo’ entre los archivos más antiguos del lugar, cuyos fondos digitalizados eran enormes.

Sin embargo, durante esa  búsqueda marcada en gran medida por el azar, Mauricio encontró algunos reportajes interesantes de carácter histórico y literario. Entre ellos, varias entrevistas de Manuel Ancízar, el primer rector de su universidad.  

“Era todo un personaje. Filósofo, geógrafo, ambientalista y autor de un famoso libro,  La Peregrinación de Alpha. Fue allí donde encontré esa concepción de un país a partir de los archivos, los archivos como  monumento nacional”.

Al mismo tiempo, Bejarano encontró una serie de programas radiales sobre los ríos de Colombia. “Las descripciones eran muy bellas, se mostraba a los ríos como autopistas fluviales, pero también había mucho ruido en los soportes viejos, así que aproveché y empecé a jugar con los archivos, a manipularlos con cierta idea de conservar su intelegibilidad; aún  con el gusto por el scratch y el ruido, pero también jugando un poco a desfigurar”.

De todo esto, Bejarano creó una especie de laboratorio, una mesa de taller con una serie de discos prensados, triturados, desbaratados, amarrados, porque una de las ideas que más le interesó de ese archivo era, paradójicamente, su ausencia. La ausencia de todo lo que  no logró almacenar.

“Esa idea de silencio que ronda los archivos es muy interesante -explica-, ya que existe una cierta angustia y necesidad por que todo sea almacenado, guardado, digitalizado, todo, todo, todo. Sin embargo, el archivo tiene la angustia de que le falta todo por almacenar”.

CINCO

Bejarano confiesa que le atrae la idea de poder silenciar, al menos simbólicamente. Ni bien acaba de decirlo, el auditorio se queda a oscuras. Se ha ido la luz. No obstante, la mano del artista sigue sujetando el micrófono apagado, que es como sujetar su voz, silenciada. Al parecer los sonidos le dieron un guiño, haciéndole saber que ellos, de alguna forma, también lo escuchan.

SEIS

Pasamos a Estruendo, la obra con la que Mauricio Bejarano ganó la Bienal de Artes Plásticas y Visuales de Bogotá el año pasado.

El autor se basó en Los tiempos del ruido, un acontecimiento ocurrido en Santa Fe (Colombia), el 9 de marzo de 1687.

Todo sucedió cuando, a las diez de la noche, un extraño fragor se escuchó durante quince minutos causando pánico en los pobladores que a esa hora dormían tranquilos. Nunca se supo qué lo provocó.

Las versiones fueron variadas: meteoritos cayendo, fenómenos tectónicos, condiciones atmosféricas, e incluso se llegó a pronosticar el fin del mundo.  

Para Bejarano, Estruendo fue ante todo un ejercicio de arqueología sonora en la que se reconstruyó e instaló plásticamente un fragmento de tiempo, un pedazo de paisaje.

La produjo en el balcón de una casa, a fin de que la gente la escuchara por fuera y por dentro.

El objetivo era alterar repentinamente la cotidianidad, el ambiente, incluso llegar a perturbar, para lo cual  el artista reprodujo una serie de estrépitos, con  intervalos de 15 minutos, y una duración de  4 minutos y 33 segundos cada uno. Esto último como un claro homenaje a la obra  4’33”  de John Cage, ese gran compositor experimental del siglo XX, explorador incansable del silencio. Otro gran visionario.

SIETE

Cada instalación le conduce a Bejarano a una nueva aventura. En la misma cuadra en la que desarrollaba Estruendo se hallaba la Casa de la Independencia, una casona vieja en plena restauración. En medio de sus habituales búsquedas, el artista encontró ahí un aparato con una serie de cintas extrañas, pertenecientes a la misma época. Resultó ser un fonógrafo inventado por un sabio del pueblo llamado Francisco Chirino Ricardo.

Bejarano quedó fascinado con ese inesperado invento patafísico y aprovechó esos materiales  grabados por Chirino. “Fue muy emocionante descubrir que aquí, en Latinoamérica, tuvimos un inventor del fonógrafo, mucho antes que  Thomas Edison. Fue toda una revelación”.

OCHO

“Hay una idea falseada de lo que es el silencio, dice Mauricio. La gente aspira que la ciudad sea silencio, que sea bosque, que sea rural. En resumen: que no sea ciudad. Sin embargo, una ciudad tiene su propio metabolismo y es imposible que no suene. Muchos quieren que una plaza o un mercado esté en silencio, cuando estos lugares, por excelencia, son  bullicio”.

NUEVE

Quizá pensando en lo anterior, Bejarano creó ‘Murmur(i)os’, obra con la que ganó el VI Premio Luis Caballero, en 2011, y para la cual, el artista utilizó 88 parlantes; el mismo número de teclas que tiene un piano. “Hay cosas que aparentemente no tienen nada que ver, pero son mensajillos”, dice.  

Mauricio Bejarano es investigador y docente de la Universidad Nacional de Colombia. Foto: Internet

A partir de esos parlantes-piano, Bejarano intentó armar una especie de acordes, y a medida que la gente avanzaba por la galería, podía escuchar diferentes tonalidades.

“Pero ese acorde salía de la ciudad -aclara-. Yo capturaba alguna situación urbana y empezaba a identificar que allí había una  tonalidad. Entonces, con unas herramientas electroacústicas  llamadas filtros resonantes empezaba a potenciar esa tonalidad, a realzarla”.

Murmullos, aleteos de pájaros, crujir de hojas secas, todo era  parte de ese concierto de parlantes.
El resultado final: polifonías, pura musicalidad instalada.

DIEZ

Llega el turno de Mayra Estévez. Según la investigadora, los dos libros de Bejarano: A vuelo de murciélago: el sonido, nueva materialidad y Música concreta, tiempo destrozado son fundamentales para los procesos pedagógicos y de reflexión.

“Su labor como pedagogo -explica-  se va fecundando desde los años 90, al interior de la Universidad Nacional de Colombia, con el diseño y puesta en marcha de asignaturas como ‘La creación sonora,  oferta académica que posibilitó a muchos estudiantes un fértil diálogo que desembocó en   proyectos”.

DIEZ

Turno de José Rafael Subía. El  joven compositor comenta los discos de Mauricio Bejarano: Óxidos y Auscultare. Lo hace desde una mirada sincera pues confiesa que hace poco conoció su obra.

Sin embargo, sus reflexiones están a la altura de quien interpreta los sonidos con inocencia auditiva. “Un oído virgen ante un artista nuevo puede ser un plus”, asegura.

Para Subía, Óxidos es una combinación de obras musicales que le permitieron perderse en la ambigüedad sonora, mientras que en Auscultare encontró una serie de obras radiofónicas,  instalaciones sonoras, música de teatro, instrumental, electroacústica, entre otras, que, al ser un compilado, la vuelven, en sí misma, una  Obra de obras.

ONCE

Me atrevo a preguntar. No como periodista, sino como poeta. Si bien no hago música -le digo a Mauricio Bejarano- mis herramientas también están compuestas por ruidos, sonidos y silencios.  Por eso me interesa saber si ha trabajado con algún poeta, o a partir de algún texto; y si este hecho, de algún modo, lo marcó.

“A pesar de haber colaborado con varias ramas del arte -responde- nunca he intervenido directamente con ningún poeta. Pero tengo un hijo que acaba de egresar de literatura y veo que escribe. Siento que empiezo a encontrarme con él”.

Si bien la obra de Bejarano está llena de poesía, me cuesta imaginar que ningún poeta se ha propuesto, hasta ahora, crear junto a  él.

“Y le confieso algo -añade-. Le he tenido mucho miedo a la voz. O mejor dicho: demasiado respeto. Es un material de  contenido humano tan tremendo que muchas veces  lo he evadido. Pero insisto, ha sido por respeto. Ya  llegará el momento. Quizá con usted”.

DOCE
 
La charla termina, pero la búsqueda continúa. “Siempre habrá un sonido más”, repite Bejarano.
 
Pienso en mi abuelo Carlos, quien solía decir a sus hijos: “¡Oirán orejas!”, cada vez que tenía algo importante que contar. Siempre me gustó esa frase, siempre la encontré muy sabia.

Hoy, después de escuchar  al maestro colombiano, compruebo que mi abuelo nunca redundó.

¡Oirán orejas! es lo que nos dice, al fin y al cabo, todo verdadero artista. Como si de alguna forma  esa sutil advertencia lograra activar nuestro fonógrafo interior.

Ahora mismo cuántos ruidos, sonidos y silencios resuenan alrededor de nuestros sentidos. Pero, sobre todo, ¿a cuántos de ellos logramos escuchar?

Contenido externo patrocinado

Ecuador TV

En vivo

Pública FM

Social media