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El Telégrafo
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El jurado compuesto por Julio Ramos, Sandra Lorenzano y Mayerín Bello acordó por unanimidad otorgarle el premio

Diego Falconí Trávez propone incorporar la matriz andina en los estudios de género

Diego Falconí, además de ser doctor en Literatura Comparada, es abogado y autor de Las entrañas del sujeto jurídico (un diálogo entre la literatura y el derecho).
Diego Falconí, además de ser doctor en Literatura Comparada, es abogado y autor de Las entrañas del sujeto jurídico (un diálogo entre la literatura y el derecho).
Foto: Fernando Sandoval/El Telégrafo
30 de enero de 2016 - 00:00 - Redacción Cultura

El libro con el que el ecuatoriano Diego Falconí Trávez ganó el Premio Casa de las Américas 2016, en la categoría ensayo, es el resultado de la reescritura de un proyecto anterior. Es su tesis doctoral ‘traducida’ de un lenguaje ‘riguroso, pero árido’, hacia uno más ‘legible, con propuestas más interesantes’, dice el escritor, quien hace 9 años empezó a desarrollar su trabajo de posgrado, lo finalizó en 2013 y, en 2015, decidió reestructurarlo para luego enviarlo al concurso literario que se celebra en La Habana, Cuba.

Un jurado integrado por Sandra Lorenzano, de Argentina-México; Julio Ramos, de Puerto Rico; y Mayerín Bello, de Cuba; acordó por unanimidad otorgar el premio a Falconí Trávez por su libro De las cenizas al texto. Literaturas andinas de las disidencias sexuales en el siglo XX. De la obra, el jurado dijo que destaca “la originalidad e intensidad crítica de su aproximación queer a la cultura literaria de la región andina, por la relevancia de su contribución a las discusiones teóricas sobre sexualidad y poder, y por su particularización de estas discusiones en la lúcida lectura de los textos literarios. (...) Se destaca, asimismo, la calidad de la prosa y de un estilo donde conviven el rigor teórico y el juego desautomatizador de categorías, enfoques y autores pertinentes para su aproximación ensayística”.

Esta obra, que no tiene un carácter filológico, sino más bien es un trabajo estrictamente teórico, aborda como casos de estudio las narrativas de 5 escritores latinoamericanos: los ecuatorianos Pablo Palacio y Adalberto Ortiz; el colombiano Fernando Vallejo; el peruano Jaime Bayly; y la boliviana Julieta Paredes.

“Escogí aquellos (autores) que me permitían, de algún modo, problematizar algo que me interesa mucho: la identidad andina. Sabemos que en nuestro territorio existe un Pacto Andino, sabemos, además, que hay una definición andina muy fuerte desde la geografía y la historia, pero me parece que una de las cosas tristes que han pasado en los últimos años es que  la andinidad se ha evaporado”, dice Falconí, y añade que  a diferencia de otras construcciones territoriales e históricas como Europa, el Pacto Andino no ha “funcionado muy bien y por eso los políticos van creando nuevas formas de asociación como la Unasur. Nos hemos olvidado que lo andino es fundamental para entender nuestra matriz cultural”.

En ese sentido, lo que Falconí ha pretendido en cada capítulo de su libro es problematizar sobre lo “andino”, hacer que esa matriz andina forjada en el siglo XX, desde la academia o la política, aterrice en los estudios de género y sexualidad. Y para ello usa, por ejemplo, a Jaime Bayly, en quien ve una contradicción del sujeto mestizo.

“Hay una cosa que nos han enseñado en la academia y es que lo mestizo es un discurso, pero me preocupa que nos olvidemos que lo mestizo también es una experiencia. Es decir, que se lo vive en el cuerpo, y Bayly es un escritor que vive una contradicción de su mestizaje cultural en Perú. Parecería que el mestizaje fuera una cosa etérea, que está fuera del cuerpo, pero no es así, se inserta dentro uno. Actualizar este debate dentro de los estudios de  género me parecía importante”, dice Falconí, quien, desde otras lecturas, también estudió el trabajo del esmeraldeño Adalberto Ortiz.

“La construcción de lo andino, que ha sido muy cuzcocéntrica, construida desde ese gran pasado indígena, se olvida que hay diferentes maneras de ser andinos: los mestizos somos andinos, los  afrodescendientes como Ortiz  son andinos y los amazónicos también.  Y encontré en Ortiz, por ejemplo, que tiene una propuesta muy cercana a lo que serían los estudios queer, mucho antes de que esta propuesta salga, por lo que sería un protoqueer. Incluso no sería necesario etiquetarlo con esa categoría, pero es importante cotejar cómo esa característica también andina se contrapone a los discursos globales de sexualidad”, señala Falconí, quien además de ser doctor en Literatura Comparada, es abogado y autor del libro Las entrañas del sujeto jurídico (un diálogo entre la literatura y el derecho).

Ecuador y su historia con el Premio Casa de las Américas

Otros de los escritores ecuatorianos que han ganado este reconocimiento son Jorge Enrique Adoum, en 1960, en la categoría poesía, por Dios trajo la sombra; Raúl Pérez Torres, en 1980, por su libro de cuentos En la noche y en la niebla; Julio Pazos Barrera, en 1982, por el poemario Levantamiento del país con textos libres; y Manuel Medina Castro, en 1968, por el ensayo Estados Unidos y América Latina, siglo XIX. También han recibido menciones de honor en este concurso Cristian Avecillas por Todos los cadáveres soy yo, en 2008; y Alfonso Cuesta, en 1962, por la novela Los hijos.

Desde 2000 la Casa de las Américas otorga premios de carácter honorífico a libros relevantes, en los géneros de poesía, ensayo y narrativa, de autores del continente y, entre los ecuatorianos que han sido galardonados con esta distinción,  están  el cuencano Francisco Proaño Arandi, en 2010, por Tratado del amor clandestino (Premio de Narrativa José María Arguedas) y el guayaquileño Humberto Vinueza, en 2012, por Obra cierta. Antología poética (Premio de Poesía José Lezama Lima). (I)

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