El periodista que dejó la radio para embarcarse en el séptimo arte
Marlon Freire vive y respira cine. Acelera el paso en el pasillo que lo conduce hasta la sala de cine 4 de Riocentro Norte, en Guayaquil. En la pantalla se proyecta la imagen de una película argentina; son las pruebas de calibración y de sonido.
Está imbuido en la realización del Festival Internacional de Cine, que se inauguró ayer en su quinta edición y que se extenderá hasta el 21 de este mes, en Guayaquil.
Él es parte de la fundación Festicine que impulsa la creación, realización y proyección del cine, el arte y la cultura en el país, además de promover espacios que fomenten la cultura cinematográfica local e internacional.
Aunque Marlon Freire no estudió cinematografía, sino periodismo, se considera un cinéfilo a tiempo completo.
Es el último de cinco hermanos, de la familia conformada por Néstor Freire (fallecido) y Francisca Yagual. Nacido en Guayaquil, en un momento especial: un día de tormenta eléctrica y con apenas seis meses de gestación, lo que le generó complicaciones en su salud en sus primeros meses.
Vivió su niñez hasta los 13 años en una vivienda de construcción mixta de tres pisos en las calles Rumichaca y San Martín, cerca del tradicional barrio del Astillero.
Guarda en su memoria las estampas de aquella época: las casas con ventanas de chazas (compuertas de madera), el paso del carbonero en su carreta o el recorrido hacia su escuela el Liceo Psicopedagógico, en el barrio del Centenario.
En 1982, la familia se traslada a una nueva morada: una villa unifamiliar de una sola planta en la entonces recién creada ciudadela Sauces (norte de la ciudad); estudia la secundaria en el colegio Indoamérica, en Urdesa, donde se graduó como Filosófico Sociales.
Primeros pasos
“Desde pequeño empezó mi inquietud por la Comunicación Social. Una hermana (Carmen) tenía un programa de radio (no recuerda el nombre de la emisora) me llevó a donde ella trabajaba (él tenía ocho años) y para mí fue sorprendente”, recuerda.
Allí se dio cuenta cómo se elaboraba un noticiero, desde la producción hasta su emisión. Entonces, a manera de juego, con amigos o familiares, copiaba pedazos de noticias, escribía a máquina y las leía. Un gusto que continuó hasta en el colegio.
A los 12 años comenzó a escribir historias, a manera de radionovelas y con sus amigos las dramatizaba.
Esto se acentuó cuando en su colegio se les ocurrió elaborar una revista; “estaba en cuarto año y colaboraba escribiendo artículos y hasta me encargaron la dirección”.
En forma paralela germinaba el gusto por las películas; a tal punto que no escatimaba los pocos sucres (moneda oficial del país en esa época) para ir al cine.
“No me pregunten por qué, pero la película que más me he visto es Grease. Sé que no es tan extraordinaria, pero me apasionaba, quizá por su música, quién sabe”, comenta Freire.
Su vida continuó en el Periodismo. En 1988 ingresó a la Universidad Laica Vicente Rocafuerte para formarse como comunicador.
Mientras estudiaba encontró trabajo en la entonces radio El Telégrafo y la Prensa, ubicada en Boyacá y Colón (centro de la urbe) y de propiedad del exbanquero Fernando Aspiazu; allí laboró en el área de noticias, producción de programas musicales y locución.
En ese medio permaneció hasta 1999; previamente al feriado bancario encontró otro trabajo en la emisora Antena Tres. “En esa época llegó la crisis económica que afectó el país”.
En la segunda emisora se encargó de la producción de cuñas radiales, es decir, locución comercial, hasta 2006.
Camino a la cinematografía
Pero su pasión por la cinematografía aumentaba, a tal punto que ya se le ocurrían ideas de hacer una película, algo utópico en esa época.
“Siempre me gustó el cine y su producción pero en nuestro medio es muy difícil, porque se requiere financiamiento y no lo hay”, sostiene.
A fines de 2008 sale documental Más allá del Mall, donde muestran historias de cineastas manabitas que con escaso financiamiento hacían películas, sin actores profesionales.
“Cuando vi eso, dije: si ellos sin dinero, ni instrucción hacen películas, entonces es hora de que yo lo haga”, recuerda.
Se rodeó de personas conocedoras y con su amigo Carlos Beltrán (ya fallecido) empezó a realizar un largometraje, pero no llegó a feliz término por falta de presupuesto.
Tocó puertas en empresas pero le preguntaban si tenían experiencia; la respuesta era obvia, por lo que el proyecto se interrumpía constantemente.
No se desanimó y con Beltrán intentó con un cortometraje, pero fue la misma historia. Finalmente realizaron una web serie (serie por internet), justo en el florecimiento de YouTube en 2008.
La serie se emitió en agosto de 2011 y se llamó Secretos; tuvo una primera temporada de 12 capítulos de 10 minutos cada uno.
Al notar el interés de la gente continuaron hasta el último capítulo que se emitió en abril de 2012, pero su amigo, por cuestiones laborales, ya no siguió.
Desde hace un año tiene en mente retomar la historia y espera terminar la segunda temporada, asimismo, con 12 capítulos.
Cine en Ecuador
Cuestiona que en Ecuador a los cineastas solo los apoyan en una entidad pública como el Ministerio de Cultura. Lo ideal -dice- sería como ocurre en Colombia, que la empresa privada reciba incentivos por apoyar la producción.
Analiza el trabajo nacional. Algo que está cambiando para bien es la profesionalización; hay gente que ha estudiado cine afuera y también lo hace aquí en la UArtes, entonces sí existe recurso humano.
Un punto bajo, a su criterio, es el guion. La propuesta nacional se enfocó un tiempo solo en temas sociales y eso a la postre cansó al público ávido de nuevas historias.
Sin embargo destaca que desde hace cinco años se presentan cintas como Medardo (histórica), El secreto de Magdalena, (de contenido erótico), Minuto final (thriller policiaco hecho con drones) y como corolario La Dama Tapada, basada en la leyenda guayaquileña que se presentará en el festival.
Finaliza con una reflexión: el cine de esta época en general tiene sus cosas buenas y malas. En primer lugar hay opción de ver muchas películas en un solo sitio. Antes dependía de la sala, ahora se diversifica.
Lo negativo es que antes habían buenas historias; ahora la industria internacional recicla las mismas historias de hace 20 y 30 años, supuestamente mejoradas por los efectos especiales, pero en esencia es lo mismo. “No hay nada nuevo”. (I)