Marina Salvarezza entra en la mente de un loco
Sentada al pie de la entrada de la Universidad Casa Grande (UCG), parece una visitante más en el edificio donde labora como directora y docente de la carrera de Artes Escénicas.
Cinco minutos antes de la hora acordada me recibe con esa naturalidad dócil y su marcado acento italiano.
Marina Salvarezza tiene varios proyectos. Por ahora la inquieta el de su próximo rol como Marva, la enfermera de Asencio, el protagonista de la obra Diario de un loco.
La tragicomedia, adaptada por el director y actor Lucho Mueckay sobre el cuento de Nicolai Gögol, se estrenó en 1994. Ahora volverá a escena en el marco de los 30 años que cumple Sarao como proyecto.
“Es la visión del mundo a través del loco; tanto, que hay que preguntarse si verdaderamente el loco es él o somos nosotros”, expresa la actriz sobre la obra.
Dice estar encantada con el matiz poético de la trama y la denuncia que sale del “cerebro naif” de Asencio.
Como público ha presenciado decenas de veces el desenlace, que la ha conmovido hasta sacarle lágrimas.
Está asombrada de la evolución teatral de Mueckay, lo siente más exigente que antes. “Los dos hemos crecido en treinta años”, dice.
Amortiguando, El agujero negro y No quiero verte triste porque me matas son también las producciones que ha trabajado junto al maestro.
“El acoplamiento siempre es maravilloso, somos como hermanos”, recalca.
El romance con la actuación
En su familia, nadie se dedicó a las artes excepto ella. Solo su madre tuvo cierta afinidad con la ópera, por su cultura italiana promotora de grandes músicos como Giacomo Puccini o Giuseppi Verdi.
“Me gusta la actuación por la posibilidad de vivir otras vidas y estar dentro de otra persona física y emocionalmente”, sostiene.
La vocación la descubrió por su compañera Marcela Mariotti, quien le sugirió dedicarse al teatro por su voz de contralto fuerte.
Con este incentivo, participó en Vestir al desnudo, de Luigi Pirandello, y La mujer del mar, de Ezra Pound, como parte de sus primeras aventuras en las tablas.
Cuenta que el proceso de creación de un personaje es lo que más la divierte. Sobre todo cuando lo estudia psicológicamente.
“Para mí es importantísimo cómo lo puedo representar, lo que me pongo, cómo me maquillo, peino o visto”, dice.
Una filosofía que adquirió de reconocidos maestros de Arte Dramático con los que estudió en la “Accademia dei Filodrammatici” y en la que obtuvo un diplomado.
El destino la trajo a Ecuador en 1973, y asegura que Guayaquil fue la ciudad que le coqueteó a través de su gente.
El argentino Ernesto Suárez, o ecuatorianos como Franklyn Ormaza, José Martínez Queirolo y Eduardo Solá Franco, constan en la larga lista de directores con los que ha trabajado desde entonces.
Cuando llegó, en la década del setenta, se gestaba un teatro activista, una línea con la que nunca se acomodó.
“No me gusta mucho el teatro que mezcla la política como denuncia. Siento que es muy panfletario, a mí me gusta denunciar a través del arte o una obra”, dice.
Son los personajes y las historias de los grandes clásicos los que admira, como las comedias de Moliere o Shakespeare.
De Federico García Lorca rememora al personaje de la Poncia, en La casa de Bernarda Alba. Un rol que ha caracterizado varias veces.
“Me encantan los papeles antagónicos porque te permiten más libertad de crear”.
Al igual que ese, disfrutó de protagonizar a La Celestina y a Yocasta, la esposa y madre de Edipo, del clásico de Sófocles, Edipo Rey.
“Son personajes muy diferentes, de épocas distintas y sin embargo son maravillosos”, agrega.
Educación que forja la identidad
Décadas atrás no imaginó que se dedicaría a la docencia casi a tiempo completo.
Sin embargo, como cofundadora de la Universidad Casa Grande, sus enseñanzas son un pilar en la formación de numerosas promociones.
Desde su mirada de formadora, considera que la técnica vocal, la dicción y la buena proyección de la voz son los recursos esenciales para cualquier carrera teatral.
“Algo fundamental que el actor debe usar es la formación del cuerpo, conocerlo bien, la resistencia corporal y la respiración”, agrega.
Asegura que los ejercicios teatrales desnudan el alma. Por eso el estudiante debe estar abierto, ser transparente y tener una personalidad fuerte para caracterizar a otro.
“Cada actor debe recibir toda la técnica posible e imaginable y después crear su propio método”.
Sugiere estudiar y trabajar constantemente con seriedad, para crear una cultura teatral que le otorgue al país identidad e historia en este campo.
Diario de un loco estará en cartelera del Teatro Centro de Arte (km 4,5 vía a Daule) los días 7 y 8 de junio, a las 20:30, y el 9, a las 19:00. (I)