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Glantz: “Fui venciendo obstáculos sin darme cuenta”

La escritora presentó un coloquio en Guayaquil, habló de su obra y la búsqueda de mística y erotismo a través de sus historias.
La escritora presentó un coloquio en Guayaquil, habló de su obra y la búsqueda de mística y erotismo a través de sus historias.
Foto: William Orellana / El Telégrafo
30 de septiembre de 2019 - 00:00 - Jessica Zambrano Alvarado

Ha entrado Margo Glantz a la Feria del Libro de Guayaquil. Es reconocible por sus zapatos. Van al ras del suelo, como los de las religiosas que tienen prohibido usar tacones, porque es parte del misticismo de su ofrenda religiosa, de su pasión descomunal a Dios.

Pero los zapatos de Margo Glantz son rojos, como su labial, como gran parte de la ropa que ha escogido para esta feria, como los zapatos que hubiera llevado Nora García, la protagonista de su novela Historia de una mujer que caminó por la vida con zapatos de diseñador.

En gran parte de su obra, Glantz usa el cuerpo como una forma de narrar y vincularlo con la realidad. Descubre el mundo místico y erótico de las monjas a través de personajes literarios como Sor Juana Inés de la Cruz, de quien dice se ha convertido en su “gigoló” porque de tanto estudiarla y desmembrar su obra para entenderla, ahora ha aprendido también a ganar dinero con ella.

Pero, no hay que leérselo de manera literal, como dice Glantz que se hace ahora, en tiempos de redes sociales e inmediatez.
Se enfrenta a la escritura con otros misticismos, como el amor pasional al que alude en De la amorosa inclinación de enredarse entre cabellos. Reconoce que siempre trabaja con fragmentos literarios y fragmentos del cuerpo.

Su escritura, como en este relato novelado, rompe con los esquemas con los que se acostumbraba a escribir en la época en la que empezó a hacerlo, cuando nadie apostó por publicarla.

En Historia de una mujer que caminó por la vida con zapatos de diseñador, Glantz usa el calzado como metáfora de una mujer desdichada que necesita los zapatos de Ferragamo para escribir, y al mismo tiempo para hacerse daño.

El calzado es un tema obsesivo en la vida de Glantz porque sus padres, unos migrantes ucranianos-judíos, eran zapateros y porque le encantan los zapatos. Pero también es una manera de contar cómo entrar al campo de la literatura es un tema de élites.

Su literatura no calzaba con las ambiciones de la época en la que escribía y su primera novela Las mil y una calorías, novela dietética, fue publicada a cuenta de autor.

“El tipo de escritura que tenía era poco convencional, poco canónico, al mismo tiempo había una dificultad muy grande para publicar ese tipo de literatura, sobre todo porque había una serie de escritores que escribían de otra manera, me sentía imposibilitada a seguir escribiendo”, dice Glantz unas horas antes de entrar a un coloquio sobre su obra en Guayaquil.

Su escritura siempre ha sido fragmentaria y ha dividido poco entre el ensayo y la novela. Confiesa que dudó un tiempo sobre su escritura de ficción. Ya era docente y conocida como ensayista y académica. Pero al rato, como dicen en México, decidió que esa forma en la que escribía era suya y que aunque no la publicaran lo iba a hacer a cuenta de autor.

Cuando lanzó su Novela dietética hizo una presentación con la que recuperó la inversión de su libro. Luego volvió a intentar publicar con las editoriales con las que trabajaba como traductora y tampoco quisieron arriesgarse a publicarla. Así salió también 200 ballenas azules, por su cuenta.

Su proceso para publicar fue lento y pausado, “y luego poco a poco dejé de ser docente y periodista, para ser escritora, fue una cosa a cuentagotas de la cual no me di muy bien cuenta”.

Ahora ve las cosas en retrospectiva. “De alguna manera yo abrí brecha en América Latina, no lo tomen demasiado en cuenta, muchas cosas que yo hice la están haciendo muchas mujeres jóvenes. La literatura feminista es un fenómeno muy importante que está vinculado con el resurgimiento y la importancia del feminismo.

Antes una las contaba con el dedo en comparación con hombres. El machismo ha existido siempre, sigue existiendo, yo probablemente no me daba cuenta, pensaba que no me publicaban por el tipo de literatura que cultivaba, aunque me di cuenta de que era por el hecho de ser mujer. Fui venciendo obstáculos casi sin darme cuenta, pero fui venciendo obstáculos”.

La crítica Rocío Silva publicó un artículo llamado “La mística de contar cosas sucias”, en el que dice que su novela es impúdica precisamente como acto de escritura, porque deja a la intemperie las intenciones más oscuras de un escritor o de una escritora.

A su edad, Glantz se considera “paleomillenial”, sigue llevando una vida académica, ensayista y narradora. Se siente vieja, pero muy “viva”.

Es usuaria recurrente de Twitter y de ello va su último libro, en el que parafrasea a Sor Juana en el título: Y por mirarlo todo, nada veía. Piensa que hay un universo en el que se pierden las jerarquías.

En medio de eso, Glantz surge como una autora que narra en clave de Sor Juana y sus autores favoritos el presente y su memoria, como hizo en Las Genealogías.

También lo intenta en su personaje Nora García que se enfrente a la muerte de su exmarido porque “la escritura, menos mal, permite que los muertos resuciten”. (I)

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