Marcelo Suárez se solaza con la pintura, su razón de vivir
Wilfrido Marcelo Suárez Paredes supo desde niño que lo suyo era la pintura. En las aulas de clase de su Otavalo querido, sus dibujos eran la envidia de sus compañeros quienes, eclipsados con sus trazos, pugnaban por tener en sus cuadernos al menos un mapa del amigo artista.
Ya en la adolescencia, su talento reclamaba seriedad, por eso se vio resuelto a estudiar la carrera de Arquitectura, sin embargo, seducido en el umbral de la adultez por la rama castrense, se decantó por la vida militar.
Ese giro que dio su vida no fue motivo para desentenderse de su pasión, por eso cada vez que llegaba a una unidad militar lo primero que hacía era inspeccionar sus frías y porosas paredes, territorios que más tarde recibirían las caricias de sus pinceles y la impronta de su talento.
En ese convivir pudo amalgamar la dureza de su profesión militar con la sensibilidad del artista plástico, por eso en sus pinturas plasma la belleza del cuerpo humano, la naturaleza en su esplendor y paisajes conmovedores, cuadros cuyas pinceladas son el blanco de extasiadas miradas.
El maestro Marcelo Suárez nació en Otavalo el 25 de abril de 1955. Ha llevado consigo su arte a Puyo, a la Alcaldía de Riobamba y a la Corte Constitucional en Quito.
Cuando los embates de la pandemia se ensañaron con Ecuador, se encontraba en conversaciones para exponer en la ciudad testigo de sus primeras palabras, Otavalo.
Su especialidad es el óleo, materia prima con la que da vida a hermosas iglesias, expresivos animales y sublimes cuerpos femeninos.
Gracias al solaz que le permite la satisfacción del deber cumplido (se jubiló en 1986) ha pintado alrededor de 300 cuadros, 40 de los cuales adornan su casa en la ciudad que le da cobijo y en la que actualmente reside, Quito.
"La razón de vivir" es el nombre de la exposición más grande que hasta ahora ha realizado, título que reflecta y resume la pasión que expele por la pintura: su ineluctable razón de vivir. (I)
Cuadros: Marcelo Suárez Paredes