Manuel Iris: “Uno escribe mucho cuando no escribe”
Escribir como un proceso continuo y múltiple de traducciones. No solo entre un idioma y otro, sino entre distintos lenguajes. Ir, por ejemplo, del silencio a lo que es nombrado y desde ahí, nuevamente, a un silencio creado por el acto de concentrar en la palabra otra realidad.
La textura que se forma en ese espacio de transformación es la que Manuel Iris (Campeche, México, 1983) toma para trabajar el poema. Residente en Estados Unidos desde hace más de una década, Manuel Iris construye una obra en la que el verso y su música están creando continuamente una alteridad de lenguajes en los que el lector es integrado a ese estado de gracia que reside en el devenir de la poesía.
Iris es actualmente el Poeta Laureado de la ciudad de Cincinnati, en el estado de Ohio, y ha recibido, entre otros, el Premio Nacional de Poesía en Mérida (2014). Recientemente, su libro Traducir el Silencio fue considerado como el segundo mejor libro de poesía bilingüe en los Estados Unidos en el marco de los International Latino Book Award.
Aquí algunas de sus reflexiones sobre la labor de su estar en la poesía.
Pienso en la distancia: una doble, en tu caso, pues, si bien estás distante de tu lugar de origen, también lo estás, en cierto sentido, del universo de sonidos en el que tu lengua materna habita. ¿Cómo encuentras el silencio en medio de estas distancias?
Vivo en una casa llena de sonidos, de música, y de la voz de mi hija de cuatro meses. Sin embargo, no me es difícil encontrar el silencio. Claro, hablo del silencio interno, de breves instantes de contemplación que suceden a veces involuntariamente: observo algo y ese algo me sume en un silencio instantáneo del cual a veces surge el poema. El silencio, en muchos casos, es reacción ante la vida. Y de ese silencio surgen luego las palabras.
Tengo la certeza de que el silencio es el reverso de la moneda de la música. Es el inicio y el final de la existencia. Creo en él como un idioma universal. Por supuesto, hablo del silencio de quien decide guardarlo, y no del de aquel que no tiene libertad de hablar. Es importante nunca confundirlos ni equivalerlos. En mi caso, el silencio es un acto de exploración interior y de diálogo con la trascendencia. Creo que el poeta contemporáneo debe ser un creador de silencios, un propiciador de la lentitud.
Proponer la relación de poesía con el silencio es, creo, distanciarla también de su solo acto de escritura. No se es poeta solo porque se escriba poesía. Ese otro espacio que atiende tu búsqueda, ¿es un estado de poesía?
Por supuesto. Uno escribe mucho cuando no escribe. Como dicen los futbolistas: uno juega sin el balón, se posiciona, arma la jugada, esperando a que suceda el instante de magia. Eso, todo eso que está antes de que el verso suceda como una epifanía, sucede en silencio.
En mi caso, llegar a poner algo en la página es un proceso iniciado desde mucho antes, cuando pongo atención a un instante y luego ese instante madura, y me provoca sonidos que se hacen palabras que se vuelven ritmo, y voy finalmente pensando en el poema, hasta que lo veo aparecer en la pantalla o la tinta. La mayor parte de mi quehacer poético sucede antes de ejercer el acto mecánico de escribir. Otros tendrán un proceso distinto. El mío es así.
La materialidad de la poesía, su escritura, por ejemplo, ¿propone para ti algún tipo de tensión con el lenguaje? O al contrario, ¿el lenguaje está ahí para ser vehículo de la poesía?
Siempre existe una tensión con el lenguaje, porque siempre se quiere decir algo más allá del lenguaje. Escribir es traducir. En este caso, traducir el silencio. Gracias a que el lenguaje cotidiano es insuficiente recurrimos a la poesía, y gracias a que cada poema es una aproximación a algo indecible, no dejaremos nunca de escribirlos.
No hemos podido cifrar el amor con todos los poemas de amor que se han escrito. Estamos, todos los poetas, condenados a la incompletud, a siempre decir casi exactamente lo que se siente. Y en ese casi, en esa posibilidad siempre abierta y siempre frustrante, está el poema siguiente.
El ejercicio de escribir poemas, y luego traducirlos al inglés, quizá permita evidenciar, también, la existencia de cierta característica de la poesía que está ahí más allá del idioma en el que sea escrita. ¿Qué se mantiene, desde tu punto de vista, intacto, si esta posibilidad existiera, o, al menos, menos turbado, entre el poema en español y la traducción que haces de él al inglés?
Digamos lo primero. Hay palabras y, por lo tanto, hay poemas, intraducibles. Sin embargo es necesario intentarlo. Frente a la idea muchas veces repetida de Robert Frost de que la poesía es lo que se pierde en la traducción, yo creo que la poesía es precisamente lo que puede sobrevivir a las palabras mismas, sin dejar de ser palabras.
Te doy un ejemplo personal: yo creo que la poeta polaca Wislawa Szymborska es una de las más claras influencias que mi última poesía tiene, y solamente la he leído en inglés y en español, puesto que no hablo ni leo polaco. ¿Puede acaso alguien decirme que la Zymborska que yo conozco y la que leen en su propio idioma no están emparentadas? Nadie tiene derecho a decir que el vértigo estético y humano que me generan sus poemas es solamente una reacción ante un fantasma.
Creo que la poesía de esta mujer y la de (doy ejemplos necesarios) Virgilio, Horacio, Homero, Dante y muchos otros poetas del ahora que no puedo leer en idioma original, es lo que ha sobrevivido a la traducción. Pienso que los traductores son verdaderos guerreros de la literatura sin los cuales no podríamos darnos cuenta de que no somos tan distintos como pensamos. (0)
Su libro
Traducir el silencio
Selección bilingüe de libros de Manuel Iris que han sido antes premiados y publicados en México.