Malkovich no sabe decir guatita, pero va de Casanova a Freud
Habría que acuñar una expresión: entrevista de guerrilla. Ocurre cuando el personaje es muy famoso; uno tiene poco tiempo, hay que moverse rápido, los periodistas hormiguean por acá y por allá (la presentadora de un canal televisivo dice, ya comenzado nuestro trabajo: “tú sigue, mientras nosotros ponemos luces”).
Ese fue más o menos el panorama antes de la rueda de prensa que el actor norteamericano John Malkovich, junto con el elenco y el director Michael Sturminger, ofreció en Guayaquil para hablar de “Las variaciones de Giacomo”, ópera de cámara que concilia pasajes de Mozart y Lorenzo Da Ponte, y que tendrá funciones el 30, 31 de agosto y 1 de septiembre en el Teatro Sánchez Aguilar.
A pesar del apuro, la gente del teatro -y hay que decirlo- coordinó bien. Aquellos que lograron las pocas entrevistas personales de diez minutos que se dispusieron para antes de la rueda general llegaban y no tenían, como suele ocurrir, que andar buscando a algún “responsable” para recibir información del cómo y cuándo. “¿Quién es Fulano de Tal?”, preguntaba una de las encargadas de comunicación, luego de aparecer súbitamente entre los periodistas. “Yo”, contestaba Fulano. “Malkovich te atenderá en cinco minutos”. Y así, ordenaditos, entramos.
Llegado el turno, uno se encontraba con el actor (Illinois, 9 de diciembre de 1953) sentado apaciblemente en una discreta sala -improvisada en la cafetería-, usando una de las chaquetas de su línea Tecnobohemian, salpicada de un leve color salmón (ah, es que aparte de actor, Malkovich es director y productor cinematográfico, diseñador y amante de la moda, de la arquitectura, de la buena literatura, y se ha definido como “fascinado por las ciudades y las mujeres”... En fin, honra ese “estereotipo virtuoso de buen sagitariano”, conmovido por la vida sensible y la cultura).
En la rueda de prensa hubo de todo. Comenzó bien. Alguien le preguntó al norteamericano si había alguna priorización en los elementos constitutivos de la obra, es decir, qué era lo más importante: Casanova, Mozart o el hecho formal de que se tratara de una ópera de cámara en relación con el registro de época. Malkovich no dudó: lo más importante es el personaje; luego, la sensación del siglo que le tocó vivir, y después Mozart. Y agregó una idea sensible: Mozart y Casanova encarnan el mismo ideal de libertad (puede sonar cursi, pero es algo que por estos días bien podría repasarse...).
Ya cuando “se los extrañaba”, aparecieron, como una estridencia, los infaltables de las ruedas de prensa. Recordemos: una chica agarra el micrófono y comienza: “¿Ya probó la guatita?, ¿el ceviche?...”. Cuando va a pasar revista -nos imaginamos- al arroz con menestra y carne, parece que se da cuenta del desconcierto de Malkovich y entonces cambia de estrategia: “¿Puede pronunciar guatita? Gua-ti-ta (faltó que le dijera: ‘a ver, diga, diga...’)”.
Poco después, con efectista voz radiofónica, alguien, por supuesto, inquiere sobre Julian Assange, propiciando la exhalación de los colegas y el zigzag en la respuesta del doblemente nominado al Oscar.
Otras cosas de “ese tipo” sucedieron (según blogueros y tuiteros), pero resumámoslas diciendo que se palpó la consabida naturaleza de nuestra “prensa del espectáculo”. Volvamos a la discreta sala, donde nuestro diálogo se desarrolló así:
Con el director Michael Sturminger y el compositor Martin Haselböck ya realizó “The Infernal Comedy”, sobre el asesino serial Jack Unterweger. Ahora se enfocan en Casanova, con “The Giacomo Variations”, que incluye escenas de “Don Giovanni”, “Cosi fan tutte” y “Las bodas de Fígaro”. Más allá de esas y la autobiografía, ¿alguna otra referencia cultural para construir el personaje? ¿Quizás el Casanova de Fellini...?
Debo decir que me cuesta ver películas para adquirir referencias culturales, es más bien un asunto de placer primario. Además, considero que el de Fellini es un terrible filme. El director no entendió nada de Casanova, creo que nunca leyó nada realmente substancial sobre él, e incluso podría decir que lo odiaba. Toda la complejidad humana del personaje está reducida. Y debo afirmar esto a pesar de que me encante ver a Donald Sutherland haciendo el papel.
Lo que hay que leer para entender a Casanova es, obviamente, no quepa duda, aquello que él mismo escribió; su autobiografía (titulada escuetamente “Historia de mi vida”), cuya información puede ser o no ser cierta, eso no importa. Allí está lo esencial. Desde luego que he revisado otra bibliografía acerca del personaje, y del período que le tocó vivir; pero insisto en que su esencia está, evidentemente, en su propia escritura.
Más allá de las referencias culturales -es decir, las formas en que el arte lo ha retratado y reinterpretado-, ¿cuál es el aspecto sicológico más importante de Casanova? (un personaje con el que ha dicho no sentirse muy identificado, a pesar de compartir su “curiosidad” y “fascinación por las mujeres”)
Fue, en primer lugar, un estupendo escritor, y creo que se debe ir más allá del estereotipo que hoy sugiere su apellido para entender los aspectos más interesantes y valiosos de su personalidad. Lo he dicho en oportunidades anteriores: hoy, llamar a alguien Casanova es casi un insulto, pero no entiendo muy bien por qué… Estaba obsesionado con las mujeres, las amaba, y muchas veces fue él quien resultó usado o, incluso, dejado en el altar.
En ese sentido, siempre me ha molestado la palabra mujeriego. La encuentro tremendamente irritante. Un cliché feminista. En otras palabras, es como si todo un “género” de personas que no son como tú, de repente está calificado para juzgar cómo te comportas, sin tener tus pensamientos, tus deseos, tus necesidades... Tienen otros, diferentes, pero de todas maneras es gente que se cree calificada para juzgar tal o cual comportamiento. Casanova siempre ha sido, entonces, tachado con el membrete de mujeriego; pero yo realmente no sé qué quiere decir eso. Creo que el aspecto más importante de su vida fue, precisamente, cómo adoró a las mujeres.
A otra cosa. ¿Cuáles eran los principios estéticos y actorales explícitos del Steppenwolf Theatre de Chicago que usted fundó? ¿Cómo se relacionaban con eso de bucear en uno mismo para hallar la memoria emocional y no fingir, según la tradición de Stanislavski que tanto marcó al cine y el teatro en EE.UU.?
Por supuesto que leí a Stanislavski y conocí a Stella Adler, pero en Steppenwolf no teníamos método. Quiero decir, teníamos nuestro propio método. Todo el asunto de Stanislavski acerca de la memoria emocional lo hicimos de manera instintiva. Queríamos generar un teatro vivo, orgánico, libre y visceral, que honrara las historias y la forma de contarlas. Que honrara el lenguaje. Creo que lo logramos. Y no lo hicimos a la manera de Stella Adler, de Stanislavski, Boleslavsky o el Actor’s Studio. Lo hicimos a nuestra manera.
Ha destacado la libertad del teatro frente al cine, que es “un poco fascista”. Sin embargo, al trabajar con un maestro como Manoel de Oliveira había mucha libertad en el guión, era un ejercicio de confianza; aún hay espacio para la espontaneidad en el cine...
Hay muchas diferencias, ciertamente, en cuanto a los directores. Con algunos no tienes incluso nada de libertad. Y eso está bien, porque mi visión acerca del actor profesional es que uno se convierte, esencialmente, en la figura dentro del sueño de otro. No estás allí para decir: “pero yo lo haría de este modo”. Se trata de una circunstancia en que es claro dónde está el jefe; tú eres el empleado. Si ellos quieren que te involucres más, que colabores con la escritura, con la dirección, pues te lo dirán. Pero mientras tanto, haz lo que te dicen, o inténtalo.
… No tenemos mucho tiempo. Yo le digo un nombre, el de un director, y usted me dice cuál fue el aspecto más importante que encontró en él como enseñanza… Clint Eastwood
Simplicidad y claridad.
Spielberg
Me parece alguien que podría hacer cualquiera de los trabajos propios de un set de filmación mejor que aquellos que ya están haciéndolos, incluyéndome a mí.
Los hermanos Coen
Muy exactos… ¡y son dos!
Spike Jonze
Spike es genuinamente original.
Esa frase de que “uno es la figura en el sueño de otro” es una variación del axioma de Freud del sujeto como “actor de su propio sueño”...
Así es, efectivamente...
…Se psicoanaliza desde hace años, y ha dicho -sobre cómo lo usa en su actuación- que “Freud enseña que somos suficiente. Al contrario de la política y la religión”. Ese proceso, parecería, lo ha puesto en contacto con sus “diversos lenguajes”. Trabajó, de hecho, con la tataranieta del creador del psicoanálisis, la diseñadora de modas Bella Freud, y el diseño se ha vuelto algo importante para usted; ¿cómo va esa línea salida de su cabeza, Tecnobohemian?
…En efecto, la importancia del psicoanálisis freudiano, en relación con la interpretación actoral, es que a la larga las dos cosas son “hechos del lenguaje”. En ese sentido, la moda se convierte en una forma más de expresión subjetiva, no muy diferente de cualquier cosa, de cualquier forma de expresión subjetiva por la que pagas o por la que te pagan. Mi trabajo con Bella, que adoro, surgió luego de que me pidiera dirigir una suerte de filme de moda para su línea, y terminé escribiendo y dirigiendo tres (Strap angings, Lady Behave y Hideous man).
Estuvo, además, interesado en realizar una película sobre el arquitecto catalán Josep María Jujol; se recuerda bien su encarnación del gran pintor Gustav Klimt; tenemos el asunto de la moda... Es decir, su espectro de intereses estéticos es amplio, pero aparte del teatro, ¿cuál es la expresión artística que más lo conmueve?
Pienso que tendría que quedarme con la música, pues considero que te toca, te alcanza en niveles que las otras artes no pueden. La música te conmueve con profundidad y regularidad, porque está allí, permeándolo todo. Pero me interesan mucho también las artes plásticas y, desde luego, la arquitectura, sin ningún estilo en particular; voy desde el Renacimiento o el Barroco hasta la arquitectura moderna.
Ha expresado, recientemente, que el cine está en crisis. ¿Podría describir las características fundamentales de esa crisis?
Creo que estamos hipersaturados de imágenes. Hay demasiado. Y las imágenes han perdido una gran parte de su significado por su incesante, despiadada repetición. Ahora todo el mundo es un paparazzi o un cineasta… entonces, ¿qué queda?