Lucía Moscoso: la escritura como una prótesis de la ausencia
Uzalá y El Ruido de las la Flores se cocieron con la fuerza de las brasas volcánicas, la banda sonora de una película anarquista y la paciencia Andina. Solo que las brasas son un recuerdo y la anarquía es interna. Lo único permanente y real es la paciencia.
El primer verso de Uzalá se escribió hace siete años. El tiempo permitió infinitas correcciones, pero también sincerar cada sentimiento plasmado. El verso es prolijo, impecable. “El ser humano imagina para defenderse de la muerte” dice Lucía Moscoso.
Uzalá se puede leer, o cantar. No solo porque a partir de estos versos Icaza's Trio compuso melódicos ritmos, casi tan sobrios como cada letra escogida para llenar una página y luego otra, sino porque tienen una armonía y una cadencia interna. “Una canción también es un poema de paso o la voz emplumada que corta el ruido común de una vida” dice Lucía en una carta dirigida a Bob Dylan.
Suena la canción La bocina, de Rudecindo Inga Vélez y es tiempo del retorno. Es una caída libre a los abrazos de la abuela, un adiós sin palabras, una fotografía, unos ojos de niña que observa el cariño del abuelo a la abuela. La música la puso él, la ternura es de ella. Mujer de manos negras. Infinita. No se va, ni con su partida.
¿Te provoca nostalgia pensarlo? No. Hallo fuerza. Puedo regresar a mi origen. “Una casa, fortaleza de barro, evocación el páramo, sus serpientes de lodo y sigilo”.
¿Qué se siente ser Andino? No lo sé. ¿Frío? Como una montaña pacífica, enorme y con lava incandescente por dentro.
Lucía siente ese poder de los volcanes, a pesar de que vive a miles de kilómetros de la Sierra ecuatoriana. Actualmente trabaja en una editora en Barcelona - España, pero hay una animalidad que jamás la abandona. Una fuerza irracional, un latido, el viento. No es ella. Es Gloria. Es su abuela, impulsándola.
Formalmente son dos libros cocidos. Su cicatriz es palpable. Uzalá es un rompecabezas en el que hace referencia a películas y canciones. No es una pretenciosa exposición de sus conocimientos. Es una insinuación. Una confesión, pero le resulta imposible ocultar su erudición. “Si yo fuera una cajita musical / Me convertiría en pluma / ¿Y si fuera yo un secreto?/ Entonces, yo sería un templo”.
En el Ruido de las Flores caben todas las voces animales. No cabe ninguna simulación. Escribir es un tema vital. Escribir para sostenerse, para sanar, para soltar, para crear. Lucía escribe para no enloquecer. “En el principio fue el miedo/ escribo una carta sobre la enfermedad / hasta romperse/ hasta romperse / la escritura, sí, una prótesis de ausencia.”