Los Miño Naranjo, 55 años de cantarle al país
El maestro Luis Eduardo Miño Naranjo (Ambato, 1937) cuenta que el repertorio que suele elegir junto a su hermano, Héctor Danilo (Ambato, 1939), varía de acuerdo a las expectativas del público. “Nos pida lo que nos pida, hay que complacerlo”.
El mandato de la audiencia está sobre el artista, insiste con la certeza de quien sabe encantar a multitudes. Los hermanos Miño Naranjo celebran 55 años de trayectoria artística y mañana se presentarán en el Ágora de la Casa de la Cultura, a las 20:00.
“Es parte de la celebración a la ‘Carita de Dios’”, dice Eduardo Miño Naranjo, mientras camina por los pasillos de EL TELÉGRAFO. Saluda con personas que lo reconocen y se detiene a tomarse algunas fotos. “Si le digo que vamos a tocar ‘Tú y yo’ o ‘Dolencias’ solamente, sería mentirle porque después uno termina cantando ‘Avecilla’ y ‘Pobre corazón’. Esto varía siempre”.
El día en que concede esta entrevista, Miño Naranjo también ha visitado una estación de radio y habla de un estado anímico de quienes asistan a cualquier auditorio, lo cual define el recital.
Héctor (izq.) y Eduardo Miño Naranjo en el Parque Bicentenario en 2015. El segundo destaca los entrañables pasillos “Tú y yo” y “Sombras”. Foto: Jhon Guevara / EL TELÉGRAFO
Guayaquil y Cuenca son las ciudades que ya han visto el aniversario-muestra de sus vidas dedicadas a la música nacional. El Banco del Pacífico es la entidad que auspicia estos eventos. “De no ser así, nosotros, como muchos otros artistas, pasaríamos por el anonimato”, suelta el maestro.
“Estamos acostumbrados a hacer los homenajes de forma póstuma, pero después de muerto, no sirven para nada. ¡Hay que hacerlos en vida!”.
Este fue el año de la partida del letrista, compositor y cantante Carlos Rubira Infante (1921-2018), de quien Eduardo Miño Naranjo dice estar “unido por recuerdos hermosos, de cuando vivió en Tungurahua, donde apareció una canción que perdura, ‘Ambato tierra de flores’”.
En 1963, cuando los hermanos eran veinteañeros, recibieron el Premio Iberoamericano de la Canción en Barcelona, España. “Fuimos a cantar, emocionados”, recuerda, “pero no nos imaginamos convertirnos en los ganadores del premio que luego se convirtió en OTI” (por el festival que inició en 1969).
La canción que les dio el galardón fue “Tú y yo”, un nombre que Luis Eduardo destaca junto a “Sombras”. El primero es el tema que mejores recuerdos le trae y fue escrito por Manuel Coello Nóritz y compuesto por Francisco Paredes Herrera.
Los intérpretes ganaron cuatro medallas de oro en un certamen en el cual estuvieron Arturo Gatica, el Dúo Dinámico, Los Castro y Los Hermanos Silva.
“La juventud con que fuimos a participar, tal vez, fue un elemento que les llamó la atención, que consideraron para declararnos ganadores”, dice el cantante.
Las voces de estos hermanos se han escuchado en escenarios de los cinco continentes. En Osaka, Japón, fueron destacados durante el Festival La Flor de Loto; en Beverly Hills, California, brillaron, al igual que en el Festival de Verano, de Moscú, cuando existía la Unión Soviética y continuaron en el mexicano Festival de la Canción Latina.
“Hemos tenido éxito, hemos ganado”, admite el artista enfundado en un riguroso traje gris. Su voz es testigo de que el pasillo ecuatoriano ha roto las barreras del idioma.
Así en el calor subsahariano o el frío siberiano. “Son condiciones tan opuestas a las que nos adaptamos por ese afán de llevar nuestro mensaje a esos mundos distintos, lejanos a los que hemos llegado gracias a la música”.
Danilo Miño Naranjo suele coincidir con que la carta de presentación del dúo -en Arabia Saudita o México, adonde fueren- es Ecuador y su música.
La huella doble en el museo
El 3 de diciembre se inauguró el Museo del Pasillo Ecuatoriano (García Moreno y Bolívar), en que se exhiben las estatuas de otro célebre dúo, el que conformaron Gonzalo Benítez Gómez y Luis Alberto “Potolo” Valencia Córdoba. A los Miño Naranjo les han tomado las medidas y fotografías, la develación de sus efigies se realizará en enero.
Los hermanos interpretaron canciones con Rubira Infante, a quien acompañaron por última vez durante un homenaje en el Teatro Fedenador. Sobre la forma de conservar la voz, Eduardo Miño concluye que hay que ser disciplinado, “no tener vicios y evitar problemas que a uno no le competen -sonríe- pero, sobre todo, dejar una buena imagen en el escenario y fuera de este, además de amar al prójimo como si fuera nuestra sangre. ¡Y lo amamos cantando, complaciéndolo!”. (I)