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El colectivo Arte Urbano trabajó en el expenal García Moreno y en la cárcel de El Inca antes de llegar al CRS de Latacunga

Los 'Murales de Libertad' le dieron color al Centro de Rehabilitación de Cotopaxi

Los 'Murales de Libertad' le dieron color  al Centro de Rehabilitación de Cotopaxi
15 de marzo de 2016 - 00:00 - Redacción Cultura

En uno de los 22 murales del Centro de Rehabilitación Social de Cotopaxi (CRS), un grupo de mujeres ha pintado a una pareja que se abraza con alas en sus espaldas. Las imagen es el resultado de una gestión cultural entre una docena de artistas quiteños y unas 60 personas privadas de la libertad (PPL). El proyecto ‘Murales de Libertad’ cambió, en 2 meses, los colores azules y grises del CRS que ya ha cumplido 2 años de funcionamiento, en Latacunga, y cuyo antecedente dejó varias obras en la cárcel femenina de El Inca, que ahora es un Centro de Detención Provisional.

La iniciativa empezó a plasmarse en paredes hace más de una década con varios artistas —que también intervinieron el expenal García Moreno—, independientes o de distintos colectivos, agrupados en Arte Urbano y dirigidos por el diseñador gráfico Alejandro Cruz, quien da cuenta de los efectos que han tenido estas obras: “recuerdo que la tristeza de quienes recibían malas noticias (entre rejas) —como la ejecución de sus sentencias, la postergación de estas o el tener que cumplir largas condenas—, se disipaban con este trabajo. Los murales distraen a muchas personas de la situación dura que les tocaba pasar, las motivan y hacen más llevaderos sus días”.

Las actividades previas a los murales incluyen una capacitación en que artistas y colaboradores se conocen y hacen bocetos de lo que quieren pintar. Pese al poco tiempo que duraban las obras antes de ser deterioradas por la humedad de los reclusorios antiguos, el pintor Francisco Dueñas le dio color a cada pabellón de las cárceles 1, 2 y 3, en el expenal García Moreno. Allí les dio forma a unas alas negras sobre las espaldas de hombres desnudos: su versión del mito griego de Ícaro, en donde se narra que el rey Minos encerró al arquitecto Dédalo y a su hijo (Ícaro) en una torre de la isla Creta. El padre hizo unas alas para los dos, que adhirió con cera a sus hombros antes de iniciar el vuelo hacia la libertad. Había una condición: no volar demasiado alto o demasiado bajo, pero Ícaro se maravilló con las alturas y se elevó hasta que el calor del sol derritió la cera que sostenía sus alas y murió al ahogarse en el lugar que, desde entonces, se conoce en su honor como el Mar de Icaria. Una metáfora que, aunque ya no está, suele renovarse en los elementos gráficos que usan las PPL cada vez que toman los pinceles y los botes de pintura.

En un video realizado por los miembros de Arte Urbano al que tuvo acceso este diario, una mujer llamada Venezuela le comenta a otra PPL que la entrevista sobre los murales: “se ve muy chévere, luminosa la cárcel, con tantos colores que expresan lo que sentimos y que nos ponemos alegres al ver”.

Marcela, la PPL colombiana que fue reportera frente a la cámara de David Chanabá —encargado de fotografiar los ‘Murales de Libertad’—, también le preguntó a la mujer que lleva el nombre de su país si las pinturas incidían en los niveles de estrés y violencia dentro de la cárcel, a lo que su compañera le respondió: “todo mejora (con las pinturas) porque ya no tenemos esa imagen fría, sino una que nos armoniza la vida (...) Sería muy ‘bacano’ que el proyecto se extendiera a los pabellones y otras áreas porque nos desestresaríamos dibujando adentro. Esto es como una casa para nosotras. Aquí convivimos y soñamos todos los días con la libertad y con cambiar muchas cosas, en cada una y en otras personas que queremos”.

Historia de un proyecto latente

Una tarde de 1999, Alejandro Cruz tuvo una idea arriesgada: darle color al encierro. Entonces estudiaba Diseño Gráfico en el Instituto Metropolitano y asistía como oyente a la Facultad de Artes de la Universidad Central del Ecuador. Su proyecto consistía en pintar los murales de los patios de centros de rehabilitación social para motivar a las PPL a que liberaran su imaginación.
En 2004, Cruz pudo alcanzar su objetivo cuando una vecina —que trabajó en el Departamento Educativo de la antigua Cárcel 3, en el expenal García Moreno— lo invitó a organizar un evento artístico entre las rejas. Esa actividad fue el germen de ‘Murales de Libertad’, un proyecto que incluye festivales musicales y teatrales a los que se han integrado varios artistas.

El pasado martes 8 de marzo, el Día Internacional de la Mujer fue recordado en el CRS Cotopaxi con las presentaciones de Gerardo Morán, Los Gaiteros de Quito, quienes alternaron en la tarima con las agrupaciones de las PPL Duha (grupo vocal femenino) y la orquesta musical Los Científicos (del CRS de Varones). “Las mujeres son más organizadas y coordinan mejor las cosas, como talleres y otras actividades”, dice Cruz, quien les encarga varios materiales, como brochas, pinturas o aerosoles.

Pintar los 22 murales del lugar fue posible gracias a una autorización que los gestores de Arte Urbano consiguieron de los Ministerios de Justicia y Cultura y Patrimonio. De la docena de artistas que intervinieron en esta ocasión, 3 fueron mujeres y el pintor Marcelo Rodríguez le contó a EL TELÉGRAFO que en Latacunga “se ha mejorado en la infraestructura pero al llegar encontramos todo en grises, un lugar insípido, por lo que les dimos color a los muros a partir de las ideas de las chicas que están allí. Había que saber el concepto que tenían de libertad, de lo que es la mujer porque es lo que reivindican y aman. Muchas me dijeron que añoran bastante a la familia, por ejemplo. Y el arte puede motivarlas”.

Para David Chanabá, el fotógrafo que también es diseñador gráfico, la experiencia es una forma de romper prejuicios: “conocer lo que en verdad pasa adentro de la cárcel ayuda a comprender a quienes, por haber cometido un error o haber estado alguna vez en un lugar inadecuado, pasan penas muy fuertes, días duros pese a los cuales nos identificamos como humanos y valoramos las opciones que tenemos al estar fuera, en una aparente libertad”. En otra de las paredes del CRS Cotopaxi aparece una chica bajo la frase: “Todo lo que no acaba conmigo me hace más fuerte”. (I)

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