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Los dramas íntimos de un puerto

Los dramas íntimos de un puerto
30 de septiembre de 2012 - 00:00

La búsqueda de la felicidad, la anarquía, la inconformidad, el establecimiento de los límites, la decadencia y el amor son elementos que se presentan en “Sin Otoño, Sin Primavera”, el primer largometraje de Iván Mora, quien define su trabajo como “una balada punk”, para representar ese espíritu de contradicción en las relaciones humanas, “como una historia de amor que no es una historia de amor; habla del tono de la película; amor es rabia o amor es violencia. Quietud y vértigo son los conceptos de las contradicciones que tiene la película”, explica Mora.

La temática al inicio era otra, según contó el cineasta de 35 años y una década dedicada a la edición. El argumento  surgió  durante un viaje a la playa, cuenta. “Se convirtió luego en un cajón de ideas que luego fueron tomando forma”.

En el filme aparece un grupo de jóvenes guayaquileños de clase media “que están en diversas búsquedas, en la que se plantean explorar sus límites, a quienes no les gusta el sistema y que no quieren encajar en una sociedad adulta. Son un grupo de amigos que afrontan al sistema con un tono medio existencialista”.

Una de las microhistorias de esta ‘balada punk’ es la de Rafael, un joven empresario exitoso que odia su trabajo, y tras terminar violentamente con su novia, Ana, se da cuenta de que tiene que buscar lo que verdaderamente le interesa. Rafael es caracterizado por el guayaquileño Alejandro Fajardo, un actor de 40 años que también es optometrista.

Él narra que tras estudiar algunos años optometría, graduarse y ejercer la profesión, se dio cuenta de que la actuación es el oficio que más lo llena. Por eso decidió estudiar cine, y ahora combina las dos actividades: un paralelo entre su historia y la del personaje.

“Uno está convencido de que está haciendo bien las cosas y Rafa está convencido de que está haciendo lo que debería hacer, pero finalmente llega un momento en que uno se da cuenta de que no es lo que exactamente quiere, entonces sí es difícil...”, comentó Fajardo tras analizar su personaje. 

Otra de las historias es la de Paula, una muchacha que vende pastillas para dormir mientras  graba historias de felicidad. Pero no son esas historias de felicidad convencional, sino aquellas que duran segundos,  “felicidad egoísta”, contó Ángela Peñaherrera, la actriz.

Con Rafael y Paula, siete jóvenes más entretejen el argumento de la cinta: Lucas, un estudiante de derecho que cree en la anarquía; Antonia, que aunque tiene muy poco tiempo de vida, quiere seguir gozándola junto a Martín, su ex novio que regresa a Guayaquil con su prometida, Gloria. También está Ana, ex novia de Rafael, que se siente atraída por Sofía, quien es manipulada por su novio, Manuel. Los escenarios: las calles, veredas y edificios guayaquileños.

En esta cinta participaron cerca de 300 personas. La mayoría de actores son guayaquileños, excepto la colombiana Paola Baldión.

“Sin Otoño, Sin Primavera” llega a la pantalla grande tras cinco años. El guión y su desarrollo tardaron dos años, la preproducción, casi un año, el rodaje se hizo en 36 días divididos en 6 semanas, y la posproducción tomó 17 meses. Mora contó con un presupuesto de 618.000 dólares  la mayoría a través de premios, y otros aportes del sector privado.

El largometraje contó con la coproducción de La República Invisible de Ecuador, Antorcha Films de Colombia y Caberú Productions de Francia.

Mora colaboró en películas como “Prometeo deportado”, “Qué tan lejos” y “Crónicas”, pero lo que marcó su ruta hacia el cine fue su pasantía en “Ratas, ratones y rateros”, de Sebastián Cordero. Actualmente se encuentra trabajando en su nuevo proyecto, un documental titulado “Mi bisabuela tiene alzheimer”.

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