“Los cuenteros: soportes y hebras de un imaginario”
Es de tarde y la brisa de un tropical Guayaquil amaga el calor de septiembre, un sopor leve que advierte un invierno caluroso. Las piedras calientes de la avenida Numa Pompilio Llona, principal del barrio Las Peñas, se abren como camino para que Matías Tárraga, un cuentero español, su colega cubano Aldo Méndez y su par ecuatoriana Ángela Arboleda hablen de su oficio: el cuento que, desde hoy, adopta el papel protagónico en Un cerro de cuentos, una cita dedicada a la narración oral.
Siguen caminando y unas acacias que crecen en la zona regenerada convierten a la mencionada brisa en un “oasis” de frescura frente a los edificios de Puerto Santa Ana y las casas que cuelgan del cerro y que solo reflejan los rayos solares. Ellos conversarán sobre los cuentos y lo importante que son los lugares donde los hacen.
Cerca de ellos vigilan algunos guardias. Han visto a los cuenteros y han observado que se toman fotos. Y empiezan a enviarse mensajes a través de su walkie-talkie. Los artistas no obvian el carácter sospechoso que ahora los identifica.
La conversación arranca.
“En mi época era casi imposible que se dijera que del arte se puede vivir; eso era imposible. Ni siquiera escritora; periodista ya era como muy alternativo. Más tarde, cuando encontré esto supe que eso quería hacer y ya no tuve dudas”. Ángela habla del cuento, de la narración oral. Acá ningún método cabe.
Aldo, que ha tomado la palabra, dice, “creo que, al cuento no se llega por el cuento, a este se llega por muchísimos caminos. Y, todos son los caminos de las palabras, de los afectos, de las búsquedas, de la necesidad de comunicar, de construir. Y creí que este era un vehículo para trabajar la inclusión de niños. Al irme de Cuba se convirtió en mi modo de vida, no sin antes ver que para hacerlo tenía solidez ética y estética. Creo que todos entramos a este camino por azar. En cierto sentido nosotros nos hacemos protagonistas de nuestras palabras. Y esto es muy curioso porque vas construyendo tu propio cuento”.
Y el azar, como una vía desconocida para hallar un eje entre lo que se cuenta y lo que espera el público que escucha, torna materia de reflexión. “Más allá del cuento que construyas, de la búsqueda que hagas, de la relación que tengas con el cuento y con la historia que asimiles -o que reelabores- cuando vas al público ese azar, esa circunstancia y esa casualidad, es la que construye el cuento, es la escucha de la gente, la actitud de la gente”.
Y sigue hasta llegar a plantear la fugacidad, más allá del cuento como estructura formal, de lo narrado: “Si algo tiene el cuento es que es azaroso, porque el cuento es ‘circunstancioso’, de hecho, por eso en estos tiempos el cuento siempre es distinto aquí y ahora.
El aquí y ahora es la clave del cuento. “No estoy de acuerdo con el término posmodernidad, pero si hay algo que se parece a la posmodernidad es el cuento como oficio. ¿Por qué? porque engancha lo que somos con lo que nos define a nivel de esencia, pero a la vez permite esa cosa efímera del tiempo de ahora, de las cosas que valen solo este momento: aquí y ahora. Y luego cada quien -al cuento- se lo lleva a su casa, lo enhebra, lo desenhebra y lo engancha con ese imaginario. Nosotros, los cuenteros, somos soportes y hebras de un imaginario. Y yo creo que esa es la gracia de una historia narrada”.
Y Matías agrega: “Si al final no eres tú el que cuenta la historia sino el público el que lo hace. Y cada uno con una historia diferente. Mira que es azaroso y al mismo tiempo ordenado. La historia que yo cuento en el escenario no es una historia 360 historias”. Una vez un hombre, en Montería (Colombia), que estaba acompañado con varias pistolas se me acerca y me dice: ‘me ha gustado esa historia de los toros que usted ha contado’. Y yo no había mencionado una sola vez a los toros”.
El guardia cercano sigue vigilando. Mira. Se aleja. Y antes de que termine la sesión de fotos pregunta por algún documento que autorice la toma de fotos en el lugar regenerado. Matías y Aldo se sorprenden, aunque no tanto, por el pedido. Ángela asiente como si fuese un trámite por el que hay que pasar.
Vuelve la conversación y aporta una visión no tan nueva, pero importante. “Me parece que el azar no es tan azaroso como se piensa. El azar de algún modo ordena el caos”. Y articula una noción para trabajarlo: “Para poder trabajar ese azar uno necesita unas herramientas que en este caso puede dar la poesía”.
Y así como se han referido al azar como ordenador del mundo también es considerado como camino para hallar un cuento, y también sobre la apropiación, del empoderamiento del relato narrado, de la simbiosis sensorial del cuentero entre la emoción de la palabra escrita y la expresada con el cuerpo.
“He leído un cuento en busca de repertorio. Y me pasa que lo leo y nada pasa. Y no me pasa nada, porque estoy en ese momento en cierto estado, estoy, en ese momento, con una cierta duda. Digamos que el cuento no me escoge ni me enamora. Y en otro momento resulta que es el cuento que necesito compartir o es en base a este cuento que quiero construir. No sé si sea el azar sino esa necesidad puntual del ser humano como artista”, agrega Ángela a lo que han dicho Aldo y Matías.
“Vamos eligiendo los cuentos y los cuentos nos eligen. Los cuentos son como los amantes: tú sabes, este me va a durar dos noches y este quisiera que me dure toda la vida, pero te duran cinco minutos”, expone Aldo insistiendo en la relación de apropiación entre narrador y cuento. Y agrega Ángela: “sería pretencioso contar algo que no has vivivo. Tú notas cuando un cuentero te cuenta algo que no le ha pasado por ninguna fibra, tú dices: ese se aprendió un texto”.
El guardia sigue vigilando. Matías y Aldo se preguntan si siempre es así. Se dice que muestras de cariño como besos están prohibidos en las zonas. Y surge una broma: Y entonces joder (refiriéndose al término usado en España) no se ha de poder, suelta Aldo. El grupo ríe. Y vuelve al tema de la apropiación, del empoderamiento. Y surge la pregunta: ¿por qué hay poco empoderamiento del guayaquileño de su espacio público como para que no pueda reclamarlo para sí?
DATOS
La actividad empieza hoy,desde las 18:30, en el parque de la ciudadela Kennedy, desde donde se pedaleará hasta el MAAC Cine.
Blanca Rivera, parte de Corporación Imaginario, contó que la actividad es gratuita y que concluirá con la proyección del filme Ladrón de bicicletas, en los exteriores de la mencionada sala de cine.
Mañana, a las 16:00, habrá una caravana al cerro Santa Ana, desde el MAAC Cine. Los niños contarán ¡Los libros han desaparecido! Los cuentos seguirán hasta las 19:00 en la Plaza Colón, al pie del Cerro del Carmen, donde será la inauguración oficial. Ingreso gratis a todos los actos.