Los cuadros, entre bancos y pocas galerías
La década de los ochenta representó para el arte o, mejor dicho, para el mercado del arte, una época dorada. Las rentas del petróleo cambiaron la vida económica del país. Y el arte y sus oficiantes también participaron de este cambio. El Banco Central se convierte en un comprador constante y los bancos privados siguen este ejemplo. Se comienzan, entonces, a formar las grandes colecciones. También existe ya una clase media en ascenso y con apetencias culturales que debían ser atendidas.
Es en este contexto que aumentan, considerablemente, las galerías en la ciudad. Pasando sus propietarios a ejercer de intermediarios entre el pintor y el comprador. Se inaugura una nueva era (aunque corta) en la forma de comercializar el arte.
Hasta entonces, en Guayaquil casi no existían salas que respondieran a la denominación de lo que una verdadera galería significa. Solamente habían lugares que algunos artistas abrían y donde ellos mismos oficiaban de “marchante” de sus propias obras y las de sus amigos pintores. Por ejemplo, Jaime Villa y Humberto Moré, allá por los 60 y 70, abrieron cada uno su sala.
Una excepción a esta constante es el “Cafe/Galería 78”, de Juan y Melania de Hadatty. En este lugar, que funcionó hasta el año 71, se desarrolló una intensa actividad cultural que incluía exposiciones de pintura donde los artistas podían vender sus obras.
Con la apertura de nuevas galerías y con los bancos privados y el Central dinamizando el mercado, comienza, entonces, un proceso de revalorización de artistas consagrados. Se podría mencionar el caso de Manuel Rendón Seminario, quien, no obstante la altísima calidad de su obra, tenía cotizaciones muy bajas en el mercado.
Es el momento de comprar y los banqueros, al tiempo que recopilan cuadros con un gran valor artístico, también adquieren obras de muy baja calidad.
Las galerías, por su parte, aprovechan este auge y convocan al público a exposiciones, donde se nota que el número de compradores aumenta según la prosperidad del país.
Por aquellos años irrumpe en el escenario de la plástica guayaquileña un grupo de artistas cohesionados bajo el nombre de “Artefactoría”, con nuevas propuestas artísticas y a quienes la galería “Madeleine Hollaender” brindó un total apoyo.
Para 1996 se sienten ya los efectos del desastre bancario que, en el año 99, produjo el cierre de más de una decena de bancos. Y el efecto que esto tuvo a nivel del negocio del arte fue devastador. Las ventas, a partir de ese año, simplemente se paralizaron, nadie compraba ni vendía nada.
Y las galerías, al igual que los bancos, comenzaron a cerrar. Tanto que actualmente solo quedan dos: “DPM”, de David Pérez y “Todo Arte”, de Mirko Rodic.
Pero que existan dos galerías significa que aún hay un mercado, aunque sea modesto. Preguntamos a David Pérez y responde que “se vende muy poco”, al punto de que debió abrir una tienda de materiales de pintura, “que es la que realmente sostiene la galería”, señala.
Para los pintores la cosa tampoco es tan fácil. Algunos han tenido que optar por la dependencia de alguna de estas dos galerías.
Por ejemplo, Servio Zapata es artista exclusivo de “Todo Arte”. Esta condición implica que la galería se encarga de la promoción y venta de sus cuadros. “Para mí”, señala Servio, “esta relación ha sido para bien, pues gracias a ella he podido ser conocido fuera”. Un cuadro suyo fue subastado en la famosa galería Sotheby’s.
Sin embargo, para un gran número de pintores, esta no es una buena solución, porque se limita la libertad del artista y, aunque las ventas continúen bajas, ellos prefieren comercializar por su cuenta.
Una vendedora de arte, que no quiso identificarse, sostiene en cambio que Guayaquil lidera en los actuales momentos las ventas... Afirma aquí se vende más que en Quito o Cuenca, solo que a nivel de corredores, “así se mantiene el negocio del arte”, concluye.
Una de las preguntas que muchas personas se hacen es si las obras de los pintores ecuatorianos más importantes, que formaban parte de la colección de bancos privados, fueron entregadas al Estado como parte de pago.
La respuesta es no, me dice un crítico que prefiere no dar su nombre, porque lo que los bancos entregaron a la Agencia encargada de recabar los pagos, fueron cuadros que tienen muy poco valor. En palabras de él, “se entregó el hueso, y la carne se quedó con los dueños de los bancos”.
Es decir que cuadros de Kigman, Tábara, Aracelly Gilbert y muchos otros, están todavía en manos de aquellos. El Banco Central tiene una muy buena colección que reúne a casi todos los artistas plásticos más representativos.
Se puede decir que la idea del Banco de entrar al mercado del arte como comprador fue una buena decisión, porque gracias a ella se cuenta con un acervo que periódicamente se exhibe a la ciudadanía.
Otros espacios relacionados con el mundo del arte son la “Galería de Arte del Puerto”, de Juan Hadatty, que tiene una gran colección, pero que está dedicada solamente a la venta de cuadros y su dueño solo atiende mediante citas previas.
“Fragonard” es otra sala que únicamente comercializa obras. “Man-Ging” es otra galería que se dedica a comercializar cuadros propiedad de su dueño. Y ahora ha movido una parte de su colección a su hotel-boutique, en el centro de la ciudad.
La Casa de la Cultura, Núcleo del Guayas, a través del concurso anual “Salón de Octubre” ha logrado reunir una respetable colección de los más importantes plásticos del país. Se podría decir que en la Pinacoteca de este Núcleo reposan cuadros de las mejores épocas de los más altos exponentes del arte plástico del Ecuador. El Museo Municipal ha logrado también reunir su colección gracias al Salón de Julio.