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El Telégrafo
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Los bienes arqueológicos, una “exquisitez” más allá de la ética

Los bienes arqueológicos, una “exquisitez” más allá de la ética
09 de abril de 2013 - 00:00

La sucursal en París, Francia, de la casa de subastas londinense Sothebys logró captar recientemente más de 10 millones de euros por la “venta legal” de un arsenal de piezas precolombinas que, desde el punto de vista ético, son propiedad de países latinoamericanos.

Sothebys realizó la operación aún bajo una fuerte ola de críticas de México, Guatemala, Venezuela y Perú, países que intentan recuperar parte del patrimonio cultural que salió de manera legal o clandestinamente de los sitios arqueológicos a finales del siglo XIX y durante gran tramo de la centuria pasada.

La casa más antigua de subastas procedió a ejecutar la venta aferrada al argumento de que todas las piezas pertenecían legítimamente a la sucursal que el museo suizo Barbier-Mueller mantuvo a disposición del público en Barcelona, España.

En septiembre de 2012, luego de 15 años de mantenerlo abierto, el Barbier-Mueller cerró su establecimiento satélite de Barcelona y decidió subastar la colección precolombina, en lugar de trasladarla a su sede, situada en Ginebra, Suiza.

El origen del negocio

¿Cuándo y cómo llegaron a Europa esas piezas que se encontraban enterradas en Latinoamérica? Estas y otras preguntas surgen del negocio que las casas de subastas hacen con piezas que jamás fueron suyas.

Sin embargo, las autoridades, historiadores y arqueólogos conocen perfectamente el fondo del asunto y tienen más de una respuesta.

Honduras, cuyas autoridades no habían elevado antes su voz de protesta contra las  subastas, es un punto interesante de partida que permite identificar protagonistas, medios y rutas del tráfico de piezas arqueológicas, llamadas  “antigüedades” por compradores y vendedores que desconocen el valor cultural.

De unas 300 piezas sometidas a subasta por Sothebys, entre el 22 y 23 de marzo último, tres pertenecen al patrimonio cultural de este país mesoamericano, las catalogadas por la empresa londinense como el “lote 34” , “lote 221” y “lote 213”.

De acuerdo con la referida entidad, ya fueron vendidos “el lote 221” por 35 mil euros y “el lote 213” por tres mil 750 euros, mientras “el lote 34”, que se tenía previsto subastarlo por 50 mil euros, no figura en la lista de las piezas vendidas.

El “lote 221” es una pequeña escultura de un hombre erguido con las dos manos alzadas a la altura del pecho. Dicha pieza data del Período Clásico maya, comprendido entre los años 600 y 900 de nuestra era (d.n.e.), del Valle de Copán, la zona donde se encuentra enclavada la antigua metrópolis conocida universalmente como Copán.

El "lote 213" corresponde a una figura de barro pintada con pigmento anaranjado, mide ocho centímetros de alto. Es del Período Preclásico maya, enmarcado entre los años 900 y 600 d.n.e. También es de Copán. El "lote 34" es un vaso milenario de mármol. Este objeto, el más llamativo de los tres, procede del Valle de Ulúa, región conocida en la actualidad como Valle de Sula, cuyo corazón urbano es San Pedro Sula.

Estas tres piezas, según Sothebys, formaron parte de la colección del museo Barbier-Mueller, es decir, del arsenal de arte precolombino que Josef Mueller empezó a reunir en 1907 y que continuó hasta la fecha su yerno Jean Paul Barbier-Mueller.

Cuando Josef Mueller comenzó a acaparar los tesoros no había leyes que prohibieran el tráfico de piezas arqueológicas, en otras palabras, la actividad se desarrollaba dentro de un contexto de permisividad legal.

Pero el escenario cambió para los huaqueros -como se denomina popularmente a traficantes y coleccionistas- cuando en 1970 la Unesco (Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura) suscribió en París la "Convención sobre las Medidas que Deben Adoptarse para Prohibir e Impedir la Importación, la Exportación y la Transferencia de Propiedades Ilícitas de Bienes Culturales".

Los involucrados

El vaso de mármol de Honduras, irónicamente sometido a subasta en París, se convierte ahora en un eslabón que pone bajo todas las luces del escenario la cadena de tráfico de arqueología que involucra a diplomáticos, arqueólogos y autoridades del gobierno.

La investigadora norteamericana Christina Luke en un ensayo titulado "Diplomáticos, vaqueros bananeros y arqueólogos en Honduras occidental", publicado en 2007 por el Instituto Hondureño de Antropología e Historia (IHAH), revela realmente cómo los saqueadores de arte prehispánico lograban apropiarse y sacar las piezas de este país centroamericano.

Luke rememora en su ensayo que en 1839 John Lloys Stephens, explorador y diplomático estadounidense, compró las ruinas de Copán, ahora patrimonio mundial, por la suma de 50 dólares.

El diplomático pretendía convertir la antigua metrópolis maya en un gran almacén comercial de antigüedades del continente. En 1850, el gobierno anuló la venta. Años más tarde, George Byron Gordon, director del Museo de la Universidad de Pensilvania (1910-1927), desempeñó un papel importante al realizar investigaciones arqueológicas en Copán y el Valle del Ulúa en 1880.

En el ensayo, Luke afirma que Gordon "tenía como principal contacto en Washington a G. Valentine, de la compañía Rosario Mining, quien creó una red para explotar y embarcar materiales".

El académico destacó, además, que en ese entonces "las preciadas vasijas de mármol estaban entre los objetos más deseables. Originalmente salieron a la luz por las primeras excavaciones de Gordon en el valle y han permanecido entre los artículos más calientes".

En este siglo, los auténticos propietarios, los países latinoamericanos, aspiran a que las comercializadoras paren el negocio de piezas arqueológicas prehispánicas y las conminan a devolver los objetos, porque legalmente son parte del patrimonio cultural de sus naciones.

Sin embargo, los coleccionistas privados se amparan en el principio de que las leyes no son retroactivas en este caso. En contraste, el dedo acusador de la ética los señala como la cola de la antigua, pero vigente red de expoliadores.

PERÚ PERDIÓ 46 PIEZAS LA SEMANA PASADA

Pese a las gestiones a través de su diplomacia, Perú no logró detener la venta de 46 piezas que pertenecieron a su patrimonio cultural y que fueron extraídas en siglos pasados.

La casa de subasta Sotheby’s, que realizó las transacciones entre el viernes y sábado pasados, sumó  2 millones de dólares tras la venta de dichos objetos, según recogió el matutino limeño El Comercio.

“Legalmente no había nada que hacer”, afirmó a dicho diario Blanca Alva, titular de la Dirección General de Fiscalización y Control del Ministerio de Cultura del Perú. “La cancillería nacional no logró detener la subasta de bienes culturales organizada por la casa Sotheby’s el fin de semana pasado en París”, añadió.

La funcionaria sostuvo que seguirá con las gestiones para la repatriación de las 23 piezas que no se lograron subastar; eran 69 los objetos listos para la transacción. Agregó que el pedido es como solicitar que le devuelvan algo que le fue robado y sugirió que, al final, puede que la gestión sea en vano.

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