“Los actores andamos siempre en la cuerda floja”
Por casi dos décadas usted dirigió la extinta agrupación El Callejón de agua, ahora ha creado otro grupo llamado El pasajero de la lluvia. ¿Qué generó ese cambio?
Es una cuestión de ciclos. Estamos empezando de cero y este es el nombre que cobijará mis nuevos proyectos. Se dio porque todos los grupos son inestables en este país. Dentro de todo, nosotros duramos bastante; los que por lo general duran mucho son aquellos donde el eje central son las parejas marido-mujer, pero los grupos independientes son más frágiles, y nosotros en 2010 terminamos la etapa del estudio de la migración desde diferentes ángulos. A partir de entonces cada actor quiso experimentar diferentes cosas.
¿Por qué escogió ese nombre para su nuevo grupo teatral?
Porque hace referencia a la película homónima, interpretada por la maravillosa Marlene Jobert, acompañada por el imperturbable Charles Bronson, y porque este nombre nos hace pensar que la vida de un actor es caminar en constante búsqueda de la verdad, de las emociones, siempre acompañada por la lluvia incesante de imágenes, de ideas, que muchas veces no se las puede llevar a cabo y se quedan únicamente en el mundo de los sueños.
¿De qué trata su última obra Memorias de terciopelo?
Un hombre no sabe quién es. Poco a poco descubre que es actor, al mismo tiempo recuerda fragmentos de su vida. A partir de allí se mueve entre la ficción y su realidad. La ficción le permite interpretar a diversos personajes siempre vinculados al mundo del teatro y la realidad le confronta con su historia, su pasado, su presente y su incierto futuro. Esta dualidad le permite jugar con el tiempo y el espacio, pasar de un personaje del siglo XII a otro del XVIIII o del siglo XX. La obra se convierte así en una reflexión sobre el mundo del actor y la vida.
¿Es decir, el eje de la obra es la memoria y el teatro como parte de su propio universo?
Sí. Siempre me ha interesado el mundo del teatro. Me ha resultado atractivo de investigar porque hay un montón de historias, de tragedias, de comedias, de manera que a la larga se pasa por todos los géneros. Por otro lado, creo que en nuestro país todavía el teatro no es comprendido ni asumido en su totalidad como una profesión. Entonces, a partir de ello surgió también la obra, por mis circunstancias personales, por mi edad, por empezar a preguntarme el porqué he hecho teatro durante tantos años, a dónde he ido con ello, si es que esto ha servido para algo.
¿Cómo fue la construcción del libreto?
Me tomó dos años. Fui recordando pequeños fragmentos personales y los intercalé con momentos de historias sacadas de diferentes películas. Sin embargo, pese a que habla sobre el mundo del teatro, me interesa que el espectador pueda leerlo como quiera.
¿Es la primera vez que interpreta, paradójicamente, el papel de un actor?
Sí. Siempre que he actuado de diferentes personajes, de principio a fin, pero esta es la primera vez que, por momentos, dialogo incluso con el público y eso es, sumamente, interesante porque implica acercarse más al espectador.
¿Siempre ha trabajado con unipersonales?
Como actor en los últimos años, sí, porque me ayudan a trabajar cosas que me interesan de manera más intensa, más íntima; claro que he dirigido grupos grandes y pequeños, pero en los últimos años he hecho solo unipersonales. En el futuro quiero trabajar con otras personas.
¿Dentro de estas transfiguraciones que tiene el personaje de la obra, hay alguno con el que se ha sentido más identificado?
Cuando estoy en escena a todos los quiero por igual. Han sido tres personajes totalmente distintos, todos sumamente intensos.
Luis Acros, profesor de la Universidad de Chile, lo compara en esta obra con el estilo de Bertolt Brecht.
Sí, por los rompimientos; porque de pronto es el personaje el que habla y de pronto soy yo. Y esa es una característica muy clara que plantea Brecht. Pero en general me gustan todos los géneros, intentado como director caminar por todos, pero los que más me llenan y me gustan son los géneros menores: el vodevil, el cabaré, el sainete. Me gustan más que las grandes tragedias. Uno como profesor está obligado a enseñar este tipo de cosas porque los estudiantes tienen que aprender de todo, pero cada vez me gustan más estos géneros pequeños, su relación con el público también es más directa.
¿Cuánto tiempo practica? ¿Cómo son sus jornadas de ensayo?
La verdad es que este montaje va surgiendo de una manera sui géneris porque esta obra yo la empecé a trabajar en mi casa, en la sala, en el comedor, mientras lavaba, mientras daba de comer a los perros, mientras cortaba el césped, mientras lo regaba, en fin... ahí ensayaba el texto, imaginándome posibles acciones. Realmente el ensayo más en un lugar como este (el teatro de la Facultad de Artes de la Universidad Central) lleva solamente seis días.
¿Hay mucha referencia al cine en esta obra?
Sí, de hecho hay dos películas que me sirvieron de referencia estética: El vestidor (dirigida por Peter Yates, y basada en el texto teatral de Ronald Harwood) y La belleza prohibida (dirigida por Richard Eyre sobre la obra de Jeffrey Hatcher), pero, desde luego, trasladadas a una analogía que hago yo en el país. A partir de eso surgen un sinnúmero de preguntas y autocuestionamientos. De hecho. en algún momento me pregunto si algo de lo que vemos en la televisión es arte o no. Pero no hay respuestas inmediatas, ahí vamos viendo qué va pasando.
¿De eso se trata, no? Al final un artista siempre se cuestiona.
Definitivamente. Hacer teatro no es tan fácil en ningún lado. Aquí se añade la cuestión económica, lo que todos los actores en el mundo tenemos: una gran inseguridad, el estar empezando constantemente de cero, porque terminas una obra y no sabes si la próxima la vas a poder hacer. Los actores siempre andamos sobre la cuerda floja. Nos preguntamos si podremos o no seguir haciendo esto hasta que te proponen otro espectáculo y vuelves a tener un poco de seguridad, un respiro. Tenemos el temor de no volver a representar nada, pero de una u otra forma la magia siempre vuelve.
Datos
La obra ‘Memorias de terciopelo’ se presentará en el Teatro Variedades (Plaza del Teatro), hoy y mañana, viernes 31 de enero, a las 19:30.
De la actuación, dramaturgia y diseño del vestuario se encarga Jorge Mateus, la dirección y las coreografías están bajo la supervisión de Karina Cárdenas.
Los textos están basados en la obra de Ariel Mastandrea, Manuel Ángel Conejero y en las películas ‘La belleza prohibida’ (Jeffrey Hatcher) y ‘El vestidor’ (Ronald Harwood).
Entradas: $ 10 general, $ 5 los estudiantes y tercera edad.