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Locos por Silva (“There’s something about Silva”)

Locos por Silva (“There’s something about Silva”)
06 de noviembre de 2012 - 00:00

Mi abuelo no solo era fanático de toda película que se hacía sobre James Bond, sino que coleccionaba y leía la serie de libros que sobre el personaje escribiera Ian Fleming, por ello, tengo la suerte, o tal vez la desgracia, de saber lo suficiente de la historia de 007 para saber que catalogar a “Skyfall” como una de las mejores películas del agente secreto en sus 50 años de trayectoria es una exageración. Para este espectador, a pesar de la buena calificación numérica asignada, hay mucho que decir sobre una película en la que la actuación del antagonista es  superior a la del héroe, también muy bueno en sus dotes histriónicas.

El español Javier Bardem reveló recientemente que su villano favorito de Bond era Mandíbulas y es obvio en su caracterización de Silva que esa fue una de sus principales inspiraciones, ya que como ex agente, que se siente traicionado por su ex jefa M, tuvo que morder su cápsula de cianuro que se le da a los espías para suicidarse y evitar la tortura y el que puedan o no revelar secretos de su organización y de su país, por lo que la parte superior de la dentadura es nula y falta bastante piel en su mejilla al retirarse su prótesis que por un momento luce totalmente metálica.

A Daniel Craig, a quien en “Casino Royale”, filme basado en el primer libro que escribiera Ian Fleming sobre 007, se lo pintó como un vulgar asesino, en “Quantum of Solace” como alguien que mata a los miembros de una súper secreta organización criminal –de la que en “Skyfall” no se menciona ni jota- motivado por la venganza, al parecer le encanta la caracterización que hiciera de James Bond el escocés Sean Connery. La actuación de este intérprete fue tan fuerte al inaugurar la serie “oficial” de películas de Eon Productions, con “Dr. No”, que el mismo Fleming dotó a Bond de antecedentes escoceses en la novela “Solo vives dos veces”, de 1964.

En “Skyfall”, la palabra que da título al filme tendrá mucha importancia en la acomodada y renovada historia de vida de Bond, sobre todo  en la prueba psicológica que le aplican en MI6 para reingresarlo como agente de campo a pesar de que lleva varios meses fuera de servicio, dado por muerto por su jefa M y escondido en los vicios del alcohol y el tabaco en una isla remota. Además designa una locación sumamente importante para la historia personal de 007 y el clímax de la película dirigida por el maestro de las historias emotivas Sam Mendes, antes director de teatro y reconocido por su ópera prima en cine, “American Beauty”.

Tal vez ahí yace la debilidad de “Skyfall” como filme de James Bond, al centrarse en un ser humano completo, con problemas, que a pesar de no pasar las pruebas para reingresar al trabajo de campo es aprobado por la aún jefa del MI6 M, una soberbia Judy Dench en un papel que bien podría valerle una nominación al Oscar, a pesar de aparecer en una película hecha para romper la taquilla y llena de acción; un James Bond al que le tiembla la mano y le falla la puntería, que envejece en un juego para hombres jóvenes y lo sabe, adicto al licor y a las pastillas, con barba de tres días y una mirada de desesperación.

A sus 50 años, James Bond es forzado a volver a sus orígenes y todo lo que se hizo con Pierce Brosnan en sus cuatro filmes queda totalmente borrado de la continuidad. Sin embargo el guión de “Skyfall” tiene mucho de los de las películas en que Brosnan actuó, “Die Another Day” y “The World is Not Enough”, la tercera y cuarta hechas con el actor irlandés en el rol del mejor agente en el Servicio Secreto de su Majestad.

En la última entrega el verdadero foco de atención es M, quien realmente importa que viva o muera, que acepte que el mundo del espionaje ha cambiado demasiado como para requerir gente que opere en las sombras o artilugios mecánicos, que sea responsable por sus actos y decisiones, y que enfrente a sus inmediatos jefes burocráticos y políticos, por ello todo lo que genera el villano Silva es más bien dirigido a ella. Silva es un agente que sabía hackear sistemas y lo hizo más de la cuenta y rebasando su autoridad cuando trabajaba bajo las órdenes de M en Hong Kong, por lo que para salvar la vida de otros seis agentes, la sabia mujer espía debió entregar a Silva y lograr una transición política limpia y suave entre China y el imperio británico sobre la jurisdicción de Hong Kong.

El robo de la lista de los agentes del MI6 infiltrados en organizaciones terroristas por el mundo, su divulgación de cinco en cinco nombres cada semana, la bomba en la sede del MI6 en el centro de Londres, el dejarse atrapar y el hackeo del sistema del búnker donde ahora reside la inteligencia británica, el disfrazarse de policía metropolitano de Londres para acudir a una audiencia privada y dispararle a alguien en la cabeza, además de la balacera y destrucción de una antigua mansión en la campiña de Gran Bretaña, son todo los actos que Silva emprende para eliminar a su “madre”, M.

La inmadurez del público local cuando Silva revela ligeras tendencias homosexuales en su diálogo con un captivo James Bond y el discurso de las dos últimas ratas que Bond pondrá en su contra antes de la definitiva derrota del villano, dan a entender que es un personaje complejo que no puede juzgarse solo por su portada. Silva es una extraña mezcla de los peores, pero hablando de villanos serían los mejores, rasgos de Dr. No y Goldfinger. En lo físico es tan brutal como Mandíbulas, pero en lo intelectual es una copia al carbón del ex agente que resulta ser el máximo villano en “Goldeneye”. Bond, mientras tanto está enfrascado en el pasado, para mal según se dice, fuera de forma, oxidado y ahora se plantea su labor, no solo el saber cuando apretar el gatillo, sino también cuando no apretarlo. 

Sin embargo, en esta versión que algunos ya están llamando muy Nolan, eso porque al igual que en la trilogía de Batman que dirigió Nolan todo se pone más oscuro y se produce un reinicio del personaje héroe desde un punto de vista muy humano que lo enfrenta más a dilemas morales que al villano de turno, Sam Mendes, a pesar de burlarse o cuestionar seriamente los métodos del James Bond clásico, lo regresa, pues, al origen. “Skyfall” termina siendo un bien construido filme con envidiables dirección de arte, diseño de producción y dirección de fotografía, pero para el canon de Bond es otro “reboot” o reinicio.

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