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Literatura y sociedad

Literatura  y sociedad
10 de marzo de 2014 - 00:00 - Por Miguel Donoso Pareja

Editado por el Ministerio de Educación del Ecuador, en su Programa Nacional de Educación para la Democracia, colección Memoria de la Patria, Quito 2009, Literatura y sociedad en el Ecuador es  un libro en el que Raúl Vallejo, entonces ministro del ramo, hizo un acercamiento a la literatura como factor de la  movilidad social del país.

En estos términos, sobre la base de una visión del sociólogo Agustín Cueva –Literatura y sociedad en el Ecuador, Prólogo, Selección, Notas y Cronología de Juan Valdano- que sin el subtítulo y con  justicia se llamó igual en su edición final, coincidiendo esa gotita de lógica -gotota, en realidad-  con el sentido global del volumen.

Evidentemente, la edición de 2009 buscaba una afirmación política, puesto que enfatizaba su pertenencia a un Programa Nacional para la Democracia dentro de una colección llamada Memoria de la Patria, en la que el titular del Ministerio de Educación de entonces trató de conectar la movilidad social del país con el elemento cultural de mayor  prestancia contestataria (la literatura) para ubicar ahí el motor del accionar social.         

Esto desdibujó la visión de la realidad e hizo que Literatura y sociedad en el Ecuador, que desde su edición original (2009) fue un estudio definido y actual, aparentara un desfase en el tiempo; y que la propuesta congelada de una expectativa de búsqueda de la democracia, a través de un Programa Nacional, intentara convencernos de que solo a partir de entonces proponía la búsqueda de mejores posibilidades expresivas.

Pero la incidencia de la acción local –dentro de la constancia del cuento que es la base originaria de todo este andamiaje– golpea contra los  hechos que, en su momento, son alterados y corregidos por esta incidencia.

En definitiva, lo innegable es que el lector congela en determinado momento la fluidez de su trazo y desde este congelamiento estratifica su búsqueda como un Programa Nacional que propone una visión correctiva en el que las  posibilidades reales de movilidad social son afectadas. Y nos enfrentamos a una mutilación real de las fuerzas auténticas de esta.     

Entre tanto, Literatura y sociedad en el Ecuador incluye la más inteligente y completa aproximación al tema realizado en el país gracias a la seriedad, hondura y agilidad de las observaciones de Cueva en sus libros (El proceso de dominación política en el Ecuador, Lecturas y rupturas [Diez ensayos sociológicos sobre la literatura ecuatoriana] y Literatura y conciencia histórica en América Latina).

El texto vuelve a sus viejas querencias pero éstas han perdido toda resonancia.          
Partiendo de sus querencias originales supo que estaba calato, llucho, es decir en bolas, indefenso.      
Agarra entonces sus bártulos (¿?) y toma por la tangente, es decir, hacia el registro de algunas curiosidades.

Por ejemplo, la creencia de que a los negros no les gusta meterse al agua, idea que nace de la ignorancia, de una lógica despelotada.
Examinemos el asunto.

Los negros destacan en casi todos los deportes: atletismo, boxeo, básquet, béisbol… pero no lo hacen en natación.

Una lógica deschavetada y cargada de prejuicios considera que a  los negros como a los monos no les gusta meterse al agua, que por eso no son campeones en natación. Y sí lo han hecho en deportes peluconsisimos;  el  tenis, por ejemplo.       

Esto es lo  que dice la lógica guacharnaca. Y vemos a  Spencer, Pelé, Jordan,  Owens sin la más remota señal de un nadador negro junto a ellos.

El vulgo se creyó el cuento del rechazo de meterse al agua de los negros cuando lo que pasa (esto está científicamente comprobado) es que la estructura ósea de los negros es muy pesada para que puedan ser buenos nadadores.

Otra ¿Cómo podremos entender que haya llovido duro? ¿Llovió ladrillos, cemento armado, cascajo?          
Y “Lo vuelvo a repetir”, lugar común de nuestra habla, como si no fuera suficiente decir “lo repito”.                 

Sobre lo que es un códice.

No recuerdo de dónde saqué la definición, pero me gustó y cayó el veinte como una clarinada.      
La paso al costo sin comprometer a nadie. Embuchéncela y digiérala.
Ahí les va: “Manuscrito que contiene textos bíblicos, clásicos o medievales de importancia histórica o literaria”  ¿OK? O ¿No OK?

Yo no más digo y callo. Ahí les dejo la choclotanda, a ver qué hacen con ella, a lo mejor cagan un códice. A  final de cuentas, por humilde que sea,  cualquier culo contemporáneo tiene origen bíblico, no  digamos que clásico o medieval.

¿A quién se le ocurrió llamar cuentario a un libro de cuentos (igual  que poemario); flaco favor se les hace, porque más suena a serpentario.
Mejor será dejar el resto para el olvido, que  es una forma  de recordar. El hombre, en última instancia es  una suma interminable de olvidos, una ausencia, un deseo de memoria.

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